Último día en Tel Aviv
Diariamente me hago muchos
kilómetros paseando, observando, a veces sentándome para ver cómo
pasean los demás y cómo se comportan. Así conozco, me conozco,
deduzco, unas veces me engaño y otras me desengaño de una realidad
distinta a la que imaginaba.
No había escuchado, ni
leído nada sobre el norte de Tel Aviv. Sólo había visto en el
google maps que había un río en una zona verde. El descubrimiento
fue espectacular. Otra ciudad totalmente distinta se abría a mis
ojos y a mis sentidos. Aunque Tel Aviv vive de cara al mar y es una
ciudad mediterránea, en el parque Yarkon descubrí una ciudad recién
pintada por Soroya, viva, luminosa, en movimiento. Durante horas fui
paseando primero por una zona llena de esculturas, de referencias
culturales, de mercadillos, de gente bulliciosa y luego por toda la
rivera hasta la hora de comer, donde en un restaurante vegetariano me
clavaron, como en todas partes, porque Israel es carísimo.
Por la tarde seguí
deambulando, tanto que me salí de Tel Aviv sin saberlo y tanto, que
me desorienté. Pregunté para volver a la avenida Ben Yehuda, que
era donde vivía y me respondieron ¿Ben Yehuda de Tel Aviv?,
entonces supe que aquello no era Tel Aviv. Cuando lo confirmé se
negaron a decirme donde estaba porque estaba tan lejos que no podía
ir caminando. Debía coger un autobús. Mi alternativa fue preguntar
por dónde quedaba la playa para orientarme. Y siguiendo el rastro
del mar llegué hasta mi casa en esos días.
En esa casa, un hostel, he
conocido a gente muy interesante. Una pareja de chilenos que me
hicieron un apaño en el teléfono móvil para que no me volviera a
perder, una finlandesa que alquilaba su casa para viajar con el
importe del alquiler, Aldo, un mexicano que quiere hacerse israelí
sin hacerse judío, Piot, un polaco que habla perfectamente español
y que va de un sitio a otro sin saber dónde va a dormir al día
siguiente, un brasileño con el que me tomé más cervezas que una
economía con un poco de sentido no hubiera gastado, un italiano que
tenía claro que su único objetivo era ligar bailando ritmos
latinos. Todos hablaban español y el idioma vehícular, que era el
inglés, pasaba a ser el español en cuanto me veían.
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