Ein Kerem
Y llegó el sabat en
Jerusalén. Todo cerrado, nada que hacer, sin transporte, todo
cerrado. Un día que iba a pasar leyendo y sin comer. Pero he aquí
que Avi, que me acogía en su casa de Jerusalén, sin decirme nada me
propuso la solución para que un día intrascendente resultara
magnífico. Me llevó con su coche hasta Ein Kerem, una población
que está a pocos kilómetros de Jerusalén de paseos muy agradables.
Me enseñó alguna cosa, se fatigaba y me dejó diciéndome por dónde
podía volver caminando, no había transporte público.
En Ein Kerem pasé una
mañana entretenida. Allí había restaurantes abiertos, por lo que
tenía solución para comer. Sólo tenía dos plátanos. Pero el
magnífico Avi se adelantó y sin saber mi precariedad alimenticia me
invitó a la comida del final del sabat en su casa con sus hijos.
Sobre las tres estaba de vuelta y a las cuatro, con ceremonia y kipá
incluido estaba a la mesa compartiendo alimentos y religión con
conversación en hebreo incluida sobre la circuncisión.
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