viernes, 13 de diciembre de 2019

Otra de banderas. Rumanía, Moldavia. Septiembre 2019

Otra de banderas. Rumanía Moldavia. Septiembre 2019.

Y yo a la mía.

Tanto Rumanía como Moldavia están llenas de banderas del país. En ambos casos siempre acompañadas de la bandera de Europa. En el caso de Rumanía es entendible porque forma parte de la Unión Europea, aunque todavía no utiliza el euro como moneda, pero en el caso de Moldavia no tiene ningún sentido que su bandera nacional esté acompañada de la bandera europea porque no pertenece a la Unión y encima el gobierno está formado, cuando esto escribo, por una coalición de partidos prorrusos y proeuropeos.

Al pasar a Transnistria, una república no reconocida por nadie en el mundo, que oficialmente es territorio moldavo, las banderas cambian y junto a su bandera, que es granate verde y granate, quizás la peor combinación de colores posible, suele ondear la bandera rusa, porque ellos son prorrusos a falta del poder soviético. En algunas partes, no vi muchas, su bandera se acompañaba de la roja con la hoz y el martillo.


Un trabajo penoso. Moldavia. Septiembre 2019.

Mano del cobrador con el rollo de tiques en un
dedo. Chisinau
Los transportes públicos en Moldavia son baratísimos. El trolebús cuesta diez céntimos de euro. Ir a una población a 60 kilómetros puede costar un euro. En los transportes interurbanos se le paga al conductor o se saca el billete en una taquilla, pero en los trolebuses de Chisinau hay un cobrador.

Sufría viendo a los cobradores porque para mí es uno de los trabajos más penosos que he visto. Van con un rollo de billetes metido en un dedo y generalmente un fajo de billetes en la otra mano. Cuando se sube al autobús el viajero no va a pagarle al cobrador, sino que el cobrador va hasta el viajero para cobrarle. Si hay poca gente, que no suele ser lo habitual, se mueve de un lado al otro del trolebús. Cuando sube mucha gente, por las dos puertas, debe moverse a empujones desde una punta del trolebús hasta la otra cobrando y cortando con la mano el tique que entrega acordándose generalmente de los viajeros a los que ya había cobrado. Eso es lo de menos. Lo penoso es ir todo el día andando dentro del trolebús abriéndose paso entre decenas de personas buscando al que acaba de subir.

Los perros. Moldavia. Septiembre 2019No

Los perros. Moldavia. Septiembre 2019

No es un perro, ni callejero. Es un gato
doméstico que se metió en mi habitación. Yo 
creí que era de la casa, pero no. Era de un 
vecino y al verme llegar con pinta de guri
se hizo mi amigo.
Cuando pienso en Atenas primero recuerdo a los cientos de perros callejeros que van en bandadas y luego del Partenón. Cuando me acuerdo de Santiago de Chile también me viene a la memoria el recuerdo de sus perros callejeros, esta vez sarnosos. Chisinau también va a formar parte de mi recuerdo de perros callejeros. No son excesivos pero se les puede ver por todas partes. Son pacíficos, bien cuidados, porque vi a vecinas que les llevaban comida, y van en cuadrillas de amigos, formando parte de los paseantes que van de un lado a otro y se tumban de vez en cuando.

Me dijeron que hace unos años hicieron una campaña de esterilización, se veía a algunos con una placa en una oreja que imagino que querría decir que estaban esterilizados, pero que se había acabado el presupuesto, que no había dinero y se había abandonado la campaña.

De vinos en Trebujeni. Moldavia. Septiembre 2019


De vinos en Trebujeni. Moldavia. Septiembre 2019.

Trebujeni es una población en una zona supuestamente turística de Moldavia. El único atractivo que tiene es que al entrar en sus calles retrocedes unos ochenta años, aunque con coches actuales, ropas actuales y móviles. Las calles están sin asfaltar. Salta a la vista que todo el mundo vive de la agricultura. Son gentes de economía humilde.

Me encontré con un hombre y con gestos le pregunté que dónde podía comer. Me contestó que lo tenía jodido. No había ni bar. Sólo vi una especie de modestísima tienda. Me dio la impresión que cada uno comía de lo que tenía y apenas necesitaba comprar.

Mi amigo vinatero, anfitrión y coetáneo de Trebujeni.
Más adelante me encontré con otro hombre al que saludé. Me contestó como a regañadientes, pero a los pocos segundos reaccionó, me llamó y me invitó a tomar unos vinos. Era vino hecho por él que estaba a medio fermentar y que para ofrecerme una taza en la que bebían él y todos los vecinos que pasaban tuvo que apartar un millar de avispas, mosquitos y restos de una capa encima del vino. Me dije que de algo había que morir y si era a causa del vino no iba a ser mala muerte. Me debió ver beber con ganas pues siguió sacando vasos de vino del bidón que íbamos compartiendo entre nosotros y con un vecino que pasaba al que me presentó.

Como se había leído la Biblia sabía aquello de no sólo de vino vive el hombre, así que me sacó un trozo de pan con longaniza, insistiéndome que el pan lo hacían en casa. Luego vendrían más tragos de vino de otros bidones y más pan con otros embutidos. La conversación fue escasa, muy escasa, pues salvo las palabras que coinciden en los dos idiomas, como casa y vino, poco más teníamos que hablar. Le dije que era de España y no paraba de hacer gestos indicando que España estaba muy lejos y más tragos de vino y más pan hecho en casa. La otra comunicación importante que tuvimos fue averiguar que los dos tenemos la misma edad. Luego llegó la despedida y mi agradecimiento eterno recordando que quien da todo lo que tiene no está obligado a más.

El pope pedigüeño. Moldavia. Septiembre 2019

Moldavia. El pope pedigüeño. Septiembre 2019

El pope contando el importe de las limosnas
Cuando estuve en Jerusalén me llamó la atención que judíos ultra ortodoxos con buen aspecto y ropa limpia y en buen estado, estuviera pidiendo limosna. En Chisinau sólo me he encontrado a un pope pidiendo, eso sí casi todos los días en lugares distintos. Me llamó la atención al verlo desde lejos, pero más al acercarme y ver con qué avaricia contaba una y otra vez los billetes que le habían dado.

Me acordé de mi infancia cuando curas y frailes iban por las casas pidiendo dinero. Más concretamente de una historia que me contaba mi madre; cerca de la casa donde vivíamos estaba la fábrica de aceites Gaibar. Al frente estaba el tio Antonio (las dos palabras deben leerse juntas y sin acentuarse), se acercó un fraile con una lata vacía que pretendía que el tio Antonio se la llenara de aceite. El fraile le dijo: “buenos días nos dé Dios”, tendiéndole la lata para que se la llenara y el tio Antonio, sin coger la lata le contestó: “buenos y malos, de todo nos da Dios”. 

Chisinau. Moldavia. Septiembre 2019


Chisinau. Moldavia. Septiembre 2019

La primera impresión que tuve de Chisinau fue de caos. En lo urbanístico es una ciudad difícil. Mi hogar estaba a una media hora andando del centro. El ambiente de tiendas, movimiento y bullicio me hicieron pensar que estaba por el centro. Para orientarme y situarme me quise ir a un parque, pero no había forma de llegar. Pedí ayuda. Unos moldavos se ofrecieron a acompañarme y curiosamente para ir a un parque céntrico dentro de una ciudad de más de medio millón de habitantes, de calles amplísimas, fuimos por algo parecido a callejuelas, patios interiores y sendas. No tenía ninguna referencia. Para mí era todo igual de caótico.

La construcción es soviética. Grandes bloques con patios interiores, que ahora están abandonados, sin espacio para aparcar los coches, por lo que aparecen por todas partes en los patios interiores y avenidas muy anchas con árboles a los lados, en los patios, en pequeños parques.

La impresión es que han metido bloques de edificios de hormigón en medio de un bosque. Esa configuración que es muy positiva, se convierte en negativo cuando no existe mantenimiento, cuando las raíces levantan las aceras y así quedan, cuando las hojas otoñales se convierten en miles de millones de manchas podridas o a punto de pudrirse por las calles, produciendo una sensación de suciedad y abandono generalizado.

Es necesario decir que los chisinauenses (es un gentilicio que me acabo de inventar porque creo que no existe en español) son muy limpios. No he visto a uno solo tirar un papel al suelo. Y sí he visto recoger basura a viandantes y llevarla hasta la papelera más próxima. Pese a ello, la sensación de suciedad es grande y es por ese aspecto boscoso sin mantener.

Al día siguiente encontré mi referencia. El centro, que es una avenida, y poco más, donde están todos los edificios oficiales, teatros, parques cuidados, muchísimas tiendas de telefonía móvil y su arco del triunfo con una gran bandera moldava y puestecitos de mujeres que venden nueces, peras, manzanas, uva, al igual que hace cincuenta años en mi pueblo.

Todos los días te quiero y no me acuerdo. Moldavia. Septiembre 2019


Todos los días te quiero y no me acuerdo. Moldavia. Septiembre 2019.

Hay veces que surgen frases hermosas por casualidad, pero que ya quedan en la mochila de los recuerdos para toda la vida.
Nada más llegar a Chisinau, era por la mañana y una mujer me ofreció un periódico de propaganda política. Le dije que era español. Al día siguiente, en el mismo lugar, que era donde tomaba el trolebús, me lo volvió a ofrecer y le dije que era español. Se disculpó. Nuevamente, esclava de su rutina, me lo volvió a ofrecer al día siguiente en el mismo lugar. Le volví a decir que era español y entonces en un español muy torpe me dijo: “Todos los días te quiero y no me acuerdo”. En realidad no me quería todos los días, sino que todos los días me veía, pero con una sonrisa de amor no correspondido empaqueté su frase original en mi equipaje.

Moldavia turística. Septiembre 2019


Moldavia turística. Septiembre 2019

Como no reciben turistas, no están preparados para el turismo y como no están preparados difícilmente reciben turistas.

Yo me lo he pasado bien, muy bien. He disfrutado de todos los días que he estado en Moldavia. He visto muy pocos, poquísimos turistas y con unos polacos con los que tuve la ocasión de hablar estaban hartos de Moldavia y deseaban que se acabaran los días que tenían contratados allí para irse a otra parte.

Por lo tanto, para ir a Moldavia, recomiendo ir con mi espíritu, dispuesto a conocer más gente que lugares, a hablar aunque no haya ni una palabra en común, salvo vino y poco más, a aprender inmediatamente las dos palabras imprescindibles para sobrevivir en cualquier país; bere (cerveza) y toaleta (váter para evacuar las cervezas) y estar abierto a todo tipo de experiencias sabiendo que no va a servirte de nada cabrearte si algo te sale mal o alguien te trata mal.

Símbolo de Chisinau, la capital moldava
En algunos lugares ponen como zona turística Orhei Vechi. Allí que me fui con una mashrutka, que es un minibús en el que caben 19 pasajeros, pero que pueden entrar perfectamente 50. En el lugar donde acababa la ruta de la mashrutka había un templo y al lado un panel informativo de las rutas que se podían hacer. La cosa prometía. Pero eso fue todo. Ninguna indicación más, ningún cartel, ninguna señal. Menos mal que vi un pueblo al fondo (Trebujeni, del que más adelante hablaré) y me encaminé hacia él. En el pueblo no había ni un solo lugar donde comer. El otro pueblo cercano era Butuceni, donde para comer tuve que hablar con un hombre que fue a llamar a una mujer que me abrió una especie de cantina tienda donde pude comer algo. Y las cuevas que anunciaban como algo magnífico no eran más que unas oberturas artificiales en la roca sin absolutamente ningún interés. No sólo es mi opinión, sino la de otra gente que encontré.

Volvería a Moldavia, aunque no sé si debo recomendarlo. Depende del espíritu.

jueves, 7 de noviembre de 2019

La comunicación. Moldavia. Septiembre 2019


La comunicación. Moldavia. Septiembre 2019

Moldavia es el país europeo que menos turistas recibe y entre los que menos del mundo. En más de una ocasión he sentido la sensación de ser la única persona extranjera que veían algunas personas.
La falta de turismo se traduce en algunas cosas curiosas. Lo primero es que muy poca gente habla inglés y les resulta inhabitual comunicarse por gestos para hacerse entender. En muchas ocasiones una persona me decía algo tranquilamente y me lo repetía una y otra vez mirándome con cara de decir “si te lo estoy diciendo tan clarico, ¿cómo es que no lo entiendes?, no te preocupes que te lo vuelvo a repetir y pacientemente me lo repetía.

Yo, que habitualmente manopleo mucho cuando hablo, cuando intento hacerme entender con un moldavo, todavía más, hasta el punto que una persona viendo toda mi jerga de movimientos y mi maestría se acercó a mí creyendo que era sordomudo y se puso a hablarme con el lenguaje de los signos. El sordomudo era él y cuando vio que no había forma de entendernos me hizo un gesto diciendo ahí te quedas.

Entré en una peluquería a cortarme el pelo. Posiblemente no se habían visto nunca en esa situación de tener a un guiri como cliente. Había cuatro peluqueras, dos estaban cortando el pelo a otros hombres y otras dos esperaban nuevos clientes. Las cuatro se quedaron paradas cuando me vieron, y no por mi hermosura. Esperaban a que dijera algo. Con gestos les dije que me iba a cortar el pelo. Se miraron extrañadas. Luego hablaron entre ellas, me miraron y una de las que estaba desocupada me hizo saber que no me lo cortaba. Le pregunté por qué y me dio una explicación que no entendí. La otra desocupada se hizo la desentendida. Creí que era mal recibido y no sabía por qué. Luego, una de las que estaba cortando el pelo a un hombre, me dijo que esperara que ella me lo cortaría. Entraron otros hombres y las desocupadas los atendieron mientras yo esperaba. Luego la que me dijo que me lo cortaría me lo cortó. No hubo ningún problema. Pensando en la situación llegué a la conclusión de que no me lo cortaban por miedo a aventurarse con un hombre al que no entendían.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Ópera en Chisinau. Moldavia. Septiembre 2019


Ópera en Chisinau. Moldavia. Septiembre 2019

En los cursos que la Universidad de Zaragoza imparte para los abuelos, “Universidad de la experiencia” la llaman, hubo unas clases sobre ópera. Yo había escuchado alguna, me había interesado por el tema, había visto varios capítulos de un programa de televisión “This is opera”, pero nunca había asistido a ninguna representación en vivo. Tenía en mi agenda ir a alguna este año. La ocasión se me presentó en Moldavia. Vi un cartel que la anunciaba pero como en España se suelen agotar las localidades en poco tiempo, descarté ir, ni preguntar, pues la obra se representaba al día siguiente: “La Traviata” de Verdi.
Para el día siguiente tenía previsto un viaje. Pero por la noche pensé que costaba bien poco comprobar si había localidades. Y sí, las había y además baratísimas. Compré una localidad en un asiento inmejorable por tan sólo 7,50 euros. Anulé, conmigo mismo, el viaje del día siguiente y me dispuse a ir a la ópera. Aunque había una entrada aceptable no se llenó. Pensé que sería una representación de andar por casa. Pero no. Fue magnífica tanto en la puesta en escena, la iluminación, la coreografía, la interpretación y el canto. Imagino que algún entendido sería capaz de sacar defectos, pero yo sólo vi elementos de elogio. Me quedé tan satisfecho que tengo cierto temor de ir a otra representación operística no vaya a ser que me defraude. Al final, como un moldavo más aplaudí hasta que me dolieron las manos.
El único problema que tuve fue el texto que no entendí y los subtítulos en moldavo no me sirvieron de mucho, pero para subsanarlo me había leído previamente el guión en castellano, así que me sabía lo que pasaba, lo que iba a pasar y cómo acababa. No me importó en absoluto destriparme el argumento.

martes, 5 de noviembre de 2019

Transnistria. Tiraspol. Septiembre 2019

"Multitud" a orillas del río Dniéster que es el que da nombre
a la república de Transnistria (Tras el Dniéster)

Transnistria. Tiraspol. Septiembre 2019

La capital de Transnistria es Tiraspol. Otra ciudad importante y de buen aspecto turístico es Benden, pero no me dio tiempo a ir con mi visado de 10 horas y la combinación de microbuses que tenía limitados mis desplazamientos.

Tiraspol es una ciudad limpia y muy ordenada. Demasiado ordenada. Quizás fuera mi predisposición, pero de tanto orden me pareció triste.

Concurrida calle del centro de Tiraspol
Como me gusta andar y ver aquello que las ciudades no enseñan me alejé bastante del centro. Vi mercadillos de un orden que asusta, con las vendedoras de los puestos uniformadas. Como se me hizo la hora de comer busqué algún lugar, en un mercadillo tenía que haberlo. No no había ni restaurantes, ni cantinas, ni nada parecido. La economía es tan precaria que no tienen dinero para gastarlo en esos sitios. Sólo pude encontrar un minúsculo bar donde todo lo que pudieron ofrecerme para comer fue algo parecido a dos croquetas. Menos mal que las pude acompañar con un cerveza Báltika que me recordó las muchas que tomé cuando estaba en Rusia.

domingo, 3 de noviembre de 2019

Transnistria. Relaciones con Moldavia. Septiembre 2019


Transnistria. Relaciones con Moldavia. Septiembre 2019.

Transnistria. Iglesia y ejército se vigilan.
Los habitantes de Transnistria tienen pasaporte moldavo para poder desplazarse por el mundo, porque Transnistria no está reconocido por ningún país. No debe ser difícil conseguir también los pasaportes ucranianos o rusos, porque se ven anuncios de oficinas donde los tramitan.

Su equipo de fútbol el Sheriff Tiraspol juega en la liga moldava y algún año ha quedado campeón por lo que ha sido el representante de Moldavia en la liga europea.

Pasar y traspasar la frontera con Moldavia no supone ningún problema para transnistrios y moldavos. Es fácil ver coches matriculados en Moldavia dentro de Transnistria y, menos habitual, también al revés.

Las personas, terminado el odio fomentado por los políticos, tienen una convivencia pacífica y amigable.
Lenin me vigila. No le sirvió de nada.

Aunque Transnistria tiene su propio ejército, la seguridad depende de Rusia que tiene allí parte de su ejército, supuestamente para mantener la paz como misión de la ONU, pero que la ONU le ha dicho que se vaya y no se van. Rusia no reconoce a Transnistria, pero le da alas. Últimamente ha instalado un consulado en Transnistria, como si fuera un consulado en tierras moldavas, pero lógicamente supone cierto reconocimiento de Transnistria y mucho malestar en Moldavia.

He escrito que Transnistria no está reconocida por ningún país. Había que aclarar que no está reconocida por ningún país reconocido, pues tiene embajadas de Abjasia, Nagorno Karabaj y Osetia del Sur. Estas embajadas están en un mismo piso cochambroso que por lo que vi deduzco que no tienen ninguna actividad.

jueves, 31 de octubre de 2019

Transnistria I. Septiembre 2019


Transnistria I. Septiembre 2019

Dentro de Moldavia está Transnistria, una república que nadie reconoce pero que funciona como tal. Para entrar existe una frontera con control de pasaportes y te dan un visado para diez horas, tiempo suficiente para visitar la republiqueta.

Tiraspol, la capital de Transnistria
Después de visitarla llego a la conclusión de que cualquiera puede montarse una república. Es necesario una frontera, un ejército y policía, unos políticos, si son corruptos mejor, una historia exaltando verdades y mentiras con pasión y unos cuantos muertos, esto último es imprescindible. Si además tienes una lengua que te diferencie de tu enemigo, mucho mejor. Transnistria tiene sus muertos que se enfrentaron a Moldavia en nombre de la libertad, aunque lo cierto es que no tienen libertad. A todos los dictadores y nacionalistas les gusta llenarse la boca con la palabra libertad mientras oprimen a quienes no aceptan sus principios (Franco con su una, grande y libre, Stalin con la libertad del proletariado, o los nacionalistas de nuevo cuño).

Simbología de Transnistria con la hoz y el martillo y Lenin
al fondo. 1990 es el año de su independencia.
En Transnistria, como no tenían su lengua, adoptaron la de sus vecinos rusos. Como gran parte de la población seguía hablando moldavo, les obligaron a escribir moldavo con caracteres cirílicos. El moldavo y el rumano son prácticamente lo mismo y son lenguas de origen latino.  Por supuesto la homosexualidad, que hoy en día eSs una medida de la libertad de un país, está perseguida y castigada.
Eso sí, en Transnistria se consideran el último reducto de los soviéticos. Se pueden ver imágenes de Lenin y banderas y símbolos con la hoz y el martillo junto a lujosos coches Mercedes y a la omnipresente empresa Sheriff, que es privada y controla desde la alimentación a los casinos y el equipo de fútbol de Tiraspol, que es la capital.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Medio Maratón Chisinau.


29/9/2019 Medio maratón en Chisinau

A finales de agosto, en un día trascendente para mí, decidí dejar de correr. No tenía ilusión. Carecía de fuerzas y me cansaba mucho. Sólo saldría cuando me apeteciera, pero sin ningún programa.

Dos días después me apeteció. Salí y disfruté como antes de tomar la decisión. Luego seguí saliendo y disfrutando. Había sido algo temporal. En Moldavia se iba a disputar medio maratón. Como iba a estar allí para esa fecha, me apunté. Y ha sido una gran decisión.

Quizás haya sido el medio maratón más delicioso de los que he disputado. Tomé la salida sabiendo que era muy posible que a mitad abandonara. Apenas había entrenado y no con la precisión necesaria. Corrí, corrí y disfruté, disfruté. En gran parte por las sensaciones, pero también, porque otros corredores me animaban. Veían a un viejo extranjero corriendo a un nivel aceptable y cuando les alcanzaba me jaleaban, me preguntaban por mi nombre, me animaban, yo les animaba a seguir a mi lado, pero no podían seguir mi ritmo y se quedaban dándome palabras de ánimo.

Mariona ha sido una de las corredoras. La he alcanzado, se ha puesto detrás de mí para seguir mi ritmo, pronto lo ha dejado, pero yo la he animado. Se iba quedando, la volvía a animar y me alcanzaba. Así hemos estado un par de kilómetros o algo más. Finalmente no ha podido seguirme.

Nunca hay nadie esperándome en los finales de mis maratones o medios maratones. Cuando estaba llegando, con la bandera de España desplegada, el público ha comenzado a animarme con gritos de Ispania (o algo parecido). Por los micrófonos de ambiente se hablaba de mí, aunque yo no entendía nada. Faltando unos doscientos metros, un cámara de televisión se ha puesto a mi lado y me ha ido siguiendo hasta llegar a meta. Iba corriendo a mi ritmo cargado con la cámara y un trípode estabilizador. Me he picado y yo intentaba correr más, pero él seguía mi ritmo. He llegado a meta y por los altavoces seguían dirigiendo palabras a mí, mencionando continuamente las palabras Espania y espaniola.  Ha sido lo más parecido que he podido vivir y viviré a ser el ganador en una final olímpica. Muy emocionante, acompañado con el recuerdo y unas lágrimas a mis padres fallecidos.

Pocos minutos después de llegar se ha acercado hasta mí Mariona, otro recibimiento, para felicitarme y agradecerme mi apoyo. Luego se ha formado algún corro con personas a las que interesaba mi carrera, mi marca, mi procedencia. Realmente entrañable e inolvidable.

Al final he quedado tercero de veteranos, es decir que otros dos abuelos han corrido más que yo.
En la línea de salida estaban todas las banderas de los países participantes. Allí estaba la española. Pensaba que la habían puesto sólo por mí. Pero no, luego he averiguado que había otros dos españoles.

jueves, 24 de octubre de 2019

Marina, mi amor ucraniano. Larga historia, pero muy jugosa. Rumanía-Moldavia. Septiembre 2019


Marina, mi amor ucraniano.  Larga historia, pero muy jugosa. Rumanía-Moldavia. Septiembre 2019

Desde Constanza hasta Chisinau, la capital moldava, me trasladé en un autobús nocturno. Doce hora de lo más entretenido en el autobús. Salí a las siete de la tarde. Cada dos horas aproximadamente paraba para que meáramos, estiráramos las piernas y compráramos algo de beber o comer.
En la segunda parada, en el restaurante autoservicio donde paramos cogí una cerveza y cuando iba a pagarla veía que otros viajeros que habían cogido otros productos se volvían a las estanterías para dejarlos. Cuando llego al mostrador me dicen que está rota la máquina registradora, que no nos podían cobrar y no podíamos comprar nada. Todos se resignaron, menos yo. Le dije a la cajera que me cobrara, que lo anotara en un papel y cuando funcionara la máquina ya lo pasaría por la máquina y así todos contentos. Tenía una actitud muy soviética y no me hizo caso. Se lo expliqué en torpe inglés a unos que lo hablaban, les pareció razonable y se lo explicaron a la mujer. La mujer seguía en su sovietismo y dijo que no. Entonces comencé a decirle en español, con gracia pero sin burla, venga que tú puedes. Los demás, aunque no entendían el español entendían mi provocación y sonreían esperando acontecimientos. Al final insistiendo le dije a la cajera, con gestos y palabras, toma, aquí te dejo el importe de la cerveza, ya lo apuntarás que me la llevo. Al principio se negaba, pero como no cambiaba mi actitud ni mi sonrisa, hizo un gesto de resignación yo entendí como “este puto maño me va a sacar de quicio, así que cuanto antes se vaya mejor” y aceptó que me llevara la cerveza. 
Marina obnubilada por mi presencia
y porque era de noche y la cámara no
daba para más.

De todo el autobús fui el único que consiguió su objetivo que era: entrar en un establecimiento donde venden cervezas, comprar una cerveza, pagarla y salir con ella. Todos me jaleaban como a un héroe y me sonreían. Los que habían salido antes y no habían visto la escena, al verme con la cerveza en la mano me decían en rumano algo así como “lo has conseguido tío”. Aquello era una fiesta en torno mío.

Entre todas las personas que me apoyaban había una chica guapa, bien hecha, de unos cuarenta años que no dejaba de hablarme entusiasmada. Yo no entendía nada, pero a ella no le importaba, continuaba hablándome animadamente. Subimos al autobús y ella seguía con sus palabras de admiración, que además no eran rumanas. Así que una vez en el autobús, deseoso de conocer el contenido de sus palabras grité ¿alguien habla español? Y allí había un moldavo que hablaba español, portugués, ruso y moldavo (todo mezclado pero con el que me podía entender bien). ¿Qué me está diciendo esta mujer?, él se las hizo repetir y me tradujo; que dice que quiere un hijo tuyo. ¿Queeeeeé? Si que quiere un hijo tuyo. La mujer me miraba con una sonrisa, una pasión y una entrega que me hicieron dar por buena la traducción. Marina, que así se llama la aspirante a ser madre de un hijo mío, en el autobús me seguía hablando sin parar, no en rumano, sino en ucraniano, porque ella es ucraniana. Yo no entendía nada, pero no le importaba, nuestra relación acababa de comenzar y tenía muchas cosas que contarme. En la siguiente parada volví a requerir el trabajo del traductor y después de hablar un rato entre ellos me dijo: “que te dice que ai lov yu, que te quiere”. La cosa se fue enredando en una conversación a tres, en la que yo apenas hablaba y no era escuchado. De vez en cuando le preguntaba, pero qué dice y sólo me contestaba, que ai lov yu. Y seguían hablando. El traductor, que había tomado una actitud de protección hacia mí, me preguntó la edad y me dijo que ella pensaba que tenía unos cincuenta y que ai lov yu. Me dijo que no me convenía, como si estuviéramos amañando nuestro matrimonio, porque seguramente querría sacarme el dinero. Siguió hablando con ella y cesaron los amoríos. Realmente no sé qué pasó, aunque por los intentos de apartarme de su amor y por la actitud posterior de Marina, le debió decir que dejara de tanto ailovyu que sólo quería abusar de un indefenso como yo y que no estaba bien. Desde ese instante la Marina que quería un hijo mío me ignoró. Ya no me dirigió la palabra y su ailovyu se lo llevará a la tumba mi amigo el protector moldavo.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Constanza en bici.


Constanza en bici.

Mi ritmo de ver el mundo es en bicicleta, pero casi nunca la tengo disponible en otros países. Algunas veces la alquilo. En Constanza me han dejado una en el hostel y me he sentido en mi medio, a mi ritmo. Me he ido hasta el mar Negro, a mojarme los pies porque el frío y el viento no permitían muchas aventuras, pero necesitaba decir, y escribir, que me he metido en el mar Negro.
Constanza (Rumanía), en bici con el mar Negro al fondo.
Como había boda y los pobres novios estaban muy solos -sólo los acompañaba un niño, que debía ser suyo o de alguno de ellos y dos fotógrafos para inmortalizar la unión-, he querido que ese momento fuera inolvidable para ellos y para mí. Les he pedido poder hacerme una foto con ellos, les ha parecido muy bien y su fotógrafa es la que cambió su cámara por mi móvil para dejar constancia del encuentro.

He ido con la bicicleta por todas partes hasta que se ha hecho de noche. Sin luces, sin casco y sin orientación me he perdido. Tan perdido que en vez de ir en dirección al hostel lo estaba haciendo en dirección contraria. Estaba recorriendo una larga avenida que servía de referencia hasta el otro extremo de donde debía ir y allí no había ninguna calle que se pareciera a la que debía tomar para ir a mi residencia. Así que a deshacer lo andado preocupado por el peligro que suponía para el mucho tráfico que había, no por mí sino porque ellos se toparan con un viejo en bici dispuesto a morir por una aventura inútil. Mi forma de orientarme era el teléfono móvil, pero por un error mío se había colgado y no me daba ninguna orden adecuada. Llegué tarde, pero llegué a mi hogar de Constanza. Demasiada dependencia del móvil.

lunes, 21 de octubre de 2019

Constanza. Rumanía. Septiembre 2019


Constanza. Rumanía. Septiembre 2019

Constanza. Rumanía
La llegada a Constanza ha sido apoteósica. Como al día siguiente voy a Moldavia quería asegurarme de que había un autobús y su horario. Nadie me informaba. Todos con una desgana propia de un país comunista me enviaban de una ventanilla a otra. Hasta que llegué a la de información. Allí un tipo no me hizo el menor caso. Le escribí en un traductor mis dudas y cuando levanté la cabeza ya se había ido. Me propuse no irme de la estación sin una solución. Fui cogiendo números de teléfono en los que se decía que daban informaciones y al final se hizo la luz. Como en todas partes siempre hay alguien que habla español y que te va a echar una mano. Me dio la solución y menos mal por mi insistencia, porque el autobús que había mirado no salía y lo hacía otro dos horas antes.

En Constanza había reservado plaza en un hostel, (un albergue para jóvenes con un viejo, que soy yo). Cuando llegué a la dirección vi el cartel y una puerta abierta. Me metí con toda la decisión que me obligaba mis ganas de mear. Al ir pasando por salas veía que estaba mucho mejor que lo que había visto en las fotografías. Cuando voy a dejar mi mochila para buscar el wáter, sale una mujer a la que identifico como la recepcionista, le pregunto por la toaleta y me envía con una mezcla de risa y autoridad a la puta calle. Me había metido en la casa particular de una vecina del hostel.

viernes, 18 de octubre de 2019

Abaco. Constanza. Septiembre 2019.


Abaco. Constanza. Septiembre 2019.

Estantería con acetite Abaco en Constanza
Para la mayoría de las personas ábaco, con tilde en la primera a es el antecesor de la calculadora, he visto a gente manejarlo con verdadera maestría. Para mí Abaco, con A mayúscula y sin tilde, lo mismo que para muchos de mi generación, es Aceites de Bajo Aragón Coloniales una fábrica de aceite instalada en Alcañiz, que fue la primera en España en envasar el aceite para su venta, hasta entonces se vendía a granel. Estaba en la carretera de la Estación. Hoy un solar. Allí trabajaba mi tío Pitarque, que estaba casado con mi tía Emilia. Más tarde mi tío y toda su familia se fueron, siguiendo a la empresa a Barcelona. De eso hace unos cincuenta años. Luego dejé de escuchar el nombre de la marca y pensé que había desaparecido, pero hace algunos años la volví a ver alguna vez y siempre la miraba con cariño.

Mi sorpresa ha sido ver en Constanza (Rumanía) unas botellas de aceite Abaco. Miré alrededor para decirle a alguien que ese aceite tenía su origen, remoto, en mi pueblo, pero como a nadie hallé que pudiera entenderme, aquí lo dejo, que vosotros sí me comprenderéis. Ahora la empresa está en Tortosa.

jueves, 17 de octubre de 2019

Amigos. Rumanía Moldavia. Septiembre 2019


Amigos. Rumanía Moldavia. Septiembre 2019.

Los viajes son oportunidades para abrir nuevas amistades. Son el tipo de amistades que me gustan. Breves, intensas, desinhibidas, sin dependencias y sin futuro, sin posibilidades de que haya discusiones o malos entendidos.

En Bucarest he conocido a una pareja fabulosa, ella moldava y él rumano. Hemos charrado durante horas de un montón de temas. Hemos hablado de nuestros futuros, yo del suyo y ellos del mío. Hemos compartido ideas y diferencias. Hemos compartido comida y en ocasiones no he compartido sus cervezas porque me parecía un exceso. Hasta he compartido su perro Shifu que me seguía como si fuera uno más de la familia.

Han sido tres días inolvidables con ellos. La puerta de mi casa estará siempre abierta para ellos y la suya también lo estará para mí. Casi con toda seguridad no volveremos a vernos.
Mi buen amigo Alex tomando una cerveza con langosta.
Con la misma seguridad no volveré a ver a Alex, un amigo moldavo.

El ir en los viajes de casa en casa tiene la ventaja que vas conociendo gente con la que vas compartiendo tiempo y las palabras que la mala ocurrencia que tuvo Dios con Babel nos permite. En Sibiu la comunicación con mis anfitriones fue casi nula. No sabían ni una palabra de español ni de inglés. Así que nos limitamos a algunos gestos.
En Chisinau conocí, y él me conoció a mí, a Alex. Tuvimos largas conversaciones. La complicidad, a pesar de ser él mucho más joven, surgió de inmediato. Las bromas, los juegos de palabras, los intercambios de información, de pareceres, de gustos musicales, de proyectos, de filosofía minimalista, fueron provechosos y agradecidos. También compartimos exquisito vino moldavo, que enriquecía las charlas y el vocabulario.

Una noche me estaba tomando una cerveza y le pregunté que si él no bebía. Me dijo que no tenía con quién. Entre bromas le dije que podría tomarla conmigo, yo las pagaba, y que él pagara unas langostas. A la noche siguiente llevé dos cervezas para beber y una bolsa de patatas fritas. No se extrañó de las cervezas, pero sí de la bolsa; ¿qué es eso?, me preguntó. Con toda naturalidad le dije que una langosta. Así que estuvimos bebiendo cerveza y comiendo langosta hasta que vino un bailarín australiano que había venido a refugiarse a su casa porque su novia le había dejado por un gato, o algo así. Alex le invitó a langosta. El bailarín miraba la bolsa de patatas fritas y nos miraba a los dos ¿langosta? Después de un momento de duda Alex se lo explicó. Se acabaron las cervezas, continuamos con el vino y aún quedó langosta para la noche siguiente. Como adolescentes.

El tren. Rumanía. Septiembre 2019


El tren. Rumanía. Septiembre 2019

De Sibiu a Bucarest me desplacé en un tren nocturno con literas. Lo había encontrado en internet. En la estación nadie sabía que existiera. En realidad no existía, porque era un tren que salía de Sibiu y luego había que hacer trasbordo en Media a las doce de la noche y a la una de la mañana, que con el retraso se convirtieron en las dos pasadas, subías al tren con litera. Todo muy cutre. Cuando llegué a mi litera una mujer venía ya supuestamente dormida de un destino anterior. Me oyó, pese a mis pasos cuidadosos para no molestar, se levantó y me ayudó a hacer la cama. Entre los dos a oscuras preparando las sábanas. Cuando acabamos golpeamos nuestras manos como jugadores de baloncesto y se echó unas risas con otra viajera que estaba en otra litera.
Un de mis compañeras de viaje.

De Bucarest a Constanza también cogí el tren, menos cutre y un poco más puntual. La escena del tren era la que recordaba de mi infancia cuando viajaba con mi abuela. Yo estaba rodeado de abuelas, nada más subir al tren sacaron sus bocadillos, que nos ofrecieron educadamente a los que estábamos allí y comenzó una conversación con todos los desconocidos, por lo que deduje hablando de enfermedades y achaques, sin que pudiera participar en la conversación. A parte de estos recuerdos del pasado hubo un dato que me llamó la atención. Van con sus bocadillos y sus formas a la antigua usanza, pero con el móvil en la mano y llamando a hijos, nietos y demás familia diciendo que están en el tren para ir a Constanza y si en España los jubilados hacen cola para entrar los primeros en los autobuses, aquí corren para conectar sus móviles en los enchufes del tren.

viernes, 11 de octubre de 2019

Dictaduras comunistas. Rumanía, Moldavia.


Anticomunismo. Rumanía, Moldavia. Septiembre 2019

Monumento en memoria de las víctimas de la
dictadura comunista en Cluj Napoca.
En muchísimos lugares he visto monumentos contra Hitler o recordando la memoria de sus víctimas. En algunos de ellos me he sentido tan solidario que se me han saltado las lágrimas. Nunca podré olvidar la terrible experiencia que me causó ver el museo instalado en el campo de concentración de Auswitch.

Nunca había visto un monumento que pusiera en evidencia los millones de muertos que ha causado el comunismo. En cambio sí que he visto monumentos que lo ensalzan, cerrando los ojos a tanta muerte que ha provocado.

Recuerdo que estando con los niños de la guerra en Moscú me dijeron “Hitler tenía un enemigo que eran los judíos, pero Stalin sus enemigos eran sus trabajadores rusos”.

Los stalinistas se precian de serlo y nadie los persigue a pesar de los millones de muertos que deberían saber que cargan a sus espaldas.

En memoria de las víctimas de la ocupación soviética
y el régimen totalitario comunista en Chisinau, la capital
de Moldvia.
Hoy en Cluj Napoca, casualmente, me he encontrado un memorial a los luchadores anticomunistas. Las víctimas de Ceaucescu y compañía. No es un consuelo, pero sí un pequeño detalle.
Unos días después, en Bucarest, un hombre me pregunta que si soy inglés. Le contesto que español. Mi dice: “Francisco Franco” y yo le contesto: “ y tú Ceaucescu”. Agachó la cabeza y dijo dictators o algo parecido.

Más tarde en Chisinau, la capital de Moldavia, encontré otro monumento en memoria de las víctimas de la dictadura comunista.

Malditas dictaduras de uno u otro signo.

lunes, 7 de octubre de 2019

Las bodas. Rumanía, Moldavia. Septiembre 2019.

Mi boda en Bucarest. Todos contentos.

Las bodas. Rumanía, Moldavia. Septiembre 2019.

Hace muchos años estando en Roma en la Fontana de Trevi, una pareja de recién casados, con su fotógrafo estaban inmortalizando sus primeras horas de matrimonio. En ese entorno me pareció buena la idea de hacerme una foto con ellos.  Les pedí permiso, le cedí mi cámara al fotógrafo de la boda y quedamos inmortalizados. Desde entonces como produjo risas y divertimento por ambas partes, en muchas ocasiones me he ido haciendo fotos, con los mismos procederes, con recién casados en muchas partes del mundo. Siempre compartiendo, primero la extrañeza de los novios y luego las risas de la situación muchas veces cómica.

Mi boda en Constanza junto al mar Negro.
Estando en Bucarest en un poblado étnico, había una boda que desplazaba, además de los fotógrafos, a una buena cantidad de invitados impecablemente vestidos para la ocasión. Tanto llamaban la atención que muchos turistas los fotografiaban. Me dije, esta es mi boda en Bucarest. Les pedí permiso a los novios para posar junto a ellos y parte de los invitados, me lo dieron entre risas. El fotógrafo que estaba pendiente de la cámara, las luces y el encuadre no había visto mi negociación y cuando levantó la vista para hacer la foto me descubre que estoy posando junto a los novios. De forma airada me dice que me vaya. Le dije que me iba a hacer una foto con el permiso de los novios y que además me la iba a hacer él. Y así fue. Entre risas también otros turistas fotografiaron mi ocurrencia. 

Mi boda en Chisinau. Moldavia.
Luego en Constanza, me hice otra foto con una pareja desangelada. Sólo estaban los novios y un niño que deduje era la aportación de uno de ellos al matrimonio. Posé con ellos con el Mar Negro al fondo. Días después en Moldavia me incorporé a la comitiva de otra boda y volví a posar. Siempre las fotos me las hace el fotógrafo de la boda, así que si salen mal es culpa de un profesional. En la boda Moldava quedaron muy sorprendidos de mi petición. Los invitados que estaban alrededor miraban con asombro sin entender mucho lo que pasaba. Después de la foto estallaron en risas y yo me fui dándoles las gracias mientras ellos seguían riendo. Me iba girando y seguían riendo.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Jardín botánico. Cluj Napoca. 15 sep. 19


Jardín botánico. Cluj Napoca. 15 sep. 19

Voy cambiando algunos hábitos. Siempre visitaba los cementerios en las ciudades donde iba y ahora, lo hago pero si me pillan de paso. Ya estoy saturado de tanto muerto. Ya he visto demasiados y distintas formas de tratarlos según las culturas. Ya estoy encontrando pocas cosas nuevas, pero no dejo de visitarlos si veo que me pueden aportar algo más a mi análisis de cómo distintas gentes y culturas tratan a los restos de otras gentes.

Desde hace unos cuantos viajes, si puedo, entro a visitar los jardines botánicos. Ya llevo unos cuantos, aunque no siempre he hablado de ellos. Los jardines botánicos también dicen mucho de la cultura y forma de ser de las ciudades que los tienen.

El jardín botánico de Cluj lo he recorrido primero por fuera, por todo el vallado. Me ha causado una impresión tan penosa que he estado a punto de no entrar. Pero la entrada estaba muy cuidada, y me he animado. He hecho bien. Muy bien. Porque es un jardín maravilloso, donde se puede pasar una tarde entera paseando por todos los rincones, que son muchos, viendo plantas, árboles, con agrupaciones curiosas por senderos algunos adoquinados, otros retorcidos por la ladera de la montaña hasta bajar a un riachuelo, con la impresión de que estaba perdido en un bosque. Me ha gustado mucho la forma de tratarlo, muy distinto a algunos que parecen demasiado artificiales. Recomendable y eso que no suele figurar en ninguna cita turística.

Pensionari. Rumanía Septiembre 2019


Pensionari. Rumanía. Septiembre 2019

Un pensionar en Bucarest
He aprendido a decir pensionari (pensionistas o jubilados) en rumano y es que eso me facilita las entradas más baratas en los lugares donde cuenta la edad. Cuando lo he ido a decir la primera vez me he armado de documentos (el DNI y el carné que expide la DGA) y argumentos (para justificarme si me hacían preguntas), pero no ha sido necesario. Me han mirado y han puesto cara de pensar “pensionari y desde hace años”. Así que con mi cara de viejo entro despacio a botánicos y museos, no vaya a deslucir mi andar garboso con mi condición de anciano.

Cluj Napoca. 15/9/2019


Cluj Napoca. 15/9/2019

Hoy he aterrizado en tierras rumanas. La primera sorpresa que me he llevado es que he visto a tantos rumanos como en Alcañiz, mi pueblo, si no son más. La única diferencia es que no hablan todos español. Pero sí que he encontrado bastantes que lo hacen. Anca, la dueña de la casa donde me hospedo va mejorando su español por momentos y es que tiene pocas oportunidades de practicarlo. Cuando he llegado esta mañana apenas balbuceaba alguna palabra, en cambio por la noche ya ametrallaba frases enteras. ¿Y cómo lo aprendió? Viendo telenovelas hispanoamericanas. Lo entiende casi todo, pero no tiene la soltura de hablarlo.

Estando al mediodía en Cluj he preguntado a unas nativas. Enseguida han descubierto mi acento español y una de ellas, aunque con mucho acento, hablaba perfectamente, con los verbos bien construidos. ¿Cómo lo aprendió? Viendo telenovelas. Lo curioso, le he dicho, que no tiene acento sudamericano.

Más tarde, al querer comprar un billete de autobús y que el expendedor no me atendiera porque no tenía ningún interés en esforzarse, he preguntado ¿alguien habla español? y una chica muy amable me ha hecho de intérprete. También había aprendido con las telenovelas.

Unos días más tarde en Bucarest, en la casa donde he estado viviendo, la chica balbuceaba el español por el mismo motivo.

He llegado a la conclusión, porque también he encontrado en otros países a otras mujeres que hablaban bien el español gracias a las telenovelas, que han hecho por la divulgación del español más las telenovelas que el Instituto Cervantes.

sábado, 31 de agosto de 2019

Israel. Los amigos. Mayo 2019


Los amigos.

Cuando les dije a unos amigos que me iba a Israel me preguntaron que si tenía allí amigos. Les contesté que no. Y no era cierto. Tenía muchos amigos, a lo que aún no conocía. Iba a conocerlos. Son amistades breves, eternas en el recuerdo. Con algunas mantendré algún contacto. Con otras nunca sabré de ellas.

Un buen amigo que he dejado es Avi, más anciano que yo, pero jovial, todavía trabaja porque no sabe estar sin hacer nada. Estuve en su casa. Es de esas personas que dicen que su casa es la tuya y es cierto. Nos fuimos a dar un paseo y cuando cerrábamos la puerta me preguntó que si había cogido las llaves, que él no llevaba.

Compartiendo desayuno con Avi en su terraza.
Otro amigo es Javier, un alicantino que el próximo octubre trabajará como percusionista en la orquesta filarmónica de Tel Aviv. Siendo mucho más joven que yo, teníamos tantas cosas en común que parecía que nos habíamos encontrado por necesidad. Sólo faltó que después de tener lecturas comunes, inquietudes comunes, experiencias comunes, ideas comunes de la vida, al despedirme de él lo hice como el anciano lobo estepario y él inmediatamente reaccionó diciendo que si también era seguidor de Hermann Hess, autor del libro “El lobo estepario”, una lectura de mi juventud, que ahora estaba muy alejada de la suya y que no suele darse en gente de su edad. Fue la última coincidencia.
Avi, mi anfitrión sefardí que hablaba algo de
ladino, se levantaba temprano para prepararme
una tortilla a la francesa antes de irse a trabajar.

Tres amigas fueron dos madrileñas y una palentina, dos estudiaban periodismo y otra biología. Estuve poco rato con ellas, pero es posible que vuelva a contactar.

Otra amiga es Iris que vive en Israel pero que es de Zaragoza y creía recordar a mi hija, Tuve una larga conversación en la que hablamos de todo y coincidimos en casi todo. Cuando le dije que llevaba tiempo preguntándome cómo iba a explicar desde mi postura antisionista cuál era la realidad de los judíos y los palestinos en Israel, ella me dio algunas claves y me dijo que también le pasaba lo mismo, que desde su postura de izquierdas y atea era muy difícil justificar a los israelíes.
Algunos amigos más tuve, como Pior, un polaco que es muy posible que me encuentre en cualquier parte del mundo porque va dando tumbos por albergues, haciendo y deshaciendo continuamente su mochila.

Podría no haber visto nada y el viaje hubiera merecido la pena por ir a conocer estos amigos, que ya lo eran pero que nunca habíamos coincidido.

Disfraces judíos. Mayo 2019.


Los disfraces judíos

La capacidad humana para asimilar situaciones extrañas es sorprendente. A las pocas horas de estar en Jerusalén me parecía normal encontrarme a niños y adultos con sus tirabuzones en las patillas, con sus kipás por todas partes, con sus sombreros que guardaban en un portasombreros, con sus medias blancas y sus trajes satinados, las pelucas de las mujeres para no mostrar su propio cabello o los pañuelos que lo cubrían, por no hablar de la gente que iba vestida de normal o los franciscanos con un hábito que en vez de llegar hasta los pies, se les quedaba en la cintura a modo de chaquetilla o los curas negros con sotanas violetas. En algún momento piensas ¿no seré yo el raro? No. Todo es normal.

Las circunstancias son capaces de sorprenderte y estuve contemplando un partido de futbito en un campo que estaba dentro de un barrio judío, que parecía otro mundo, junto a la arteria más comercial de Jerusalén. Todos los jugadores llevaban el kipá. No me fijé en la calidad de sus jugadas, sino en la destreza que tenían para rematar de cabeza mientras con la punta de los dedos se sujetaban el kipá. En los quince minutos que debí estar viéndolos, en ningún momento perdió su gorrito. Una habilidad sorprendente.


Murallas de Jerusalén. Mayo 2019


Paseo por las murallas de Jerusalén

Había leído en algún lugar que había un paseo para ver Jerusalén desde los tejados. Incluso ponía el lugar por donde se accedía, pero lo había olvidado. Observé que una persona estaba paseando por encima de las murallas y llegué a la conclusión de que ese era el paseo que estaba buscando. Busqué un acceso y encontré una puerta giratoria que no permitía acceder, sólo giraba para salir. Pensé que se había bloqueado por algún motivo y a le pregunté a un anciano palestino que estaba por allí. Me dijo que sí, que me podía meter por allí. Vino a ayudarme y no entendió que la puerta sólo girara en una dirección. Con su ayuda conseguí meterme entre un estrecho hueco que dejaban los barrotes de hierro y comencé mi andadura por encima de la muralla contemplando Jerusalén antiguo desde una perspectiva distinta y extraña, pues iba descubriendo campos de futbito, gente ajetreada en calles que permanecían ajenas a mí, tejados con basura olvidada, un mundo ignorado por los que compraban vituallas o recuerdos. Después de un buen rato en el que me encontré a muy poca gente que hiciera el mismo recorrido, llegué a un lugar por donde tenía que bajar obligatoriamente de la muralla o volver hacia atrás. Bajé por una puerta giratoria igual a la que había accedido y que sólo giraba para salir. Enfrente estaban las taquillas en donde debería haber sacado el tique que me hubiera dado derecho a caminar legalmente por encima de las murallas. La culpa de mi incorrección la tuvo la generosidad del anciano hombre palestino. Es la ayuda generacional.

La Cúpula de la Roca. Mayo 2019.


La Cúpula de la Roca

Un lugar emblemático,porque lo estudié cuando era estudiante, porque aparece en reportajes y noticias continuamente y porque forma parte de una historia personal de mi hija Violeta, es la Cúpula de la Roca en Jerusalén. Entré por un callejón lleno de puestos de venta pero sin apenas clientes, viendo al fondo la Cúpula de la Roca. Con paso decidido voy a llegar a la explanada de las mezquitas y dos soldados armados hasta los dientes me lo impiden. ¿Qué pasará? Sólo me contestan rápidamente que es Ramadán, mientras el que me ha contestado ha hecho un gesto a su compañero, entendiendo yo, que se acerca alguien más sospechoso que yo.

Me informo y por ser Ramadán sólo puede visitarse la explanada entre las siete y media y las once de la mañana. Fui otro día y después de pasar no sé cuántos controles de seguridad, seguro que pasé de más porque alguno lo pasé dos veces por equivocarme, llegué a la explanada de las mezquitas, sin poder tener acceso al interior de la Cúpula de la Roca lugar desde donde Mahoma ascendió a los cielos y previamente Abraham, justo en el mismo lugar fue a matar a su hijo Isaac porque Dios le quiso gastar una broma y unos años antes, en este mismo lugar los judíos sitúan el lugar donde Dios creó el mundo. No tuve más remedio que dar unas vueltas a lugar tan importante, dando con un jienense y unos madrileños con los que departí un buen y amigable rato.

Ein Kerem. Mayo 2019.


Ein Kerem

Y llegó el sabat en Jerusalén. Todo cerrado, nada que hacer, sin transporte, todo cerrado. Un día que iba a pasar leyendo y sin comer. Pero he aquí que Avi, que me acogía en su casa de Jerusalén, sin decirme nada me propuso la solución para que un día intrascendente resultara magnífico. Me llevó con su coche hasta Ein Kerem, una población que está a pocos kilómetros de Jerusalén de paseos muy agradables. Me enseñó alguna cosa, se fatigaba y me dejó diciéndome por dónde podía volver caminando, no había transporte público.

En Ein Kerem pasé una mañana entretenida. Allí había restaurantes abiertos, por lo que tenía solución para comer. Sólo tenía dos plátanos. Pero el magnífico Avi se adelantó y sin saber mi precariedad alimenticia me invitó a la comida del final del sabat en su casa con sus hijos. Sobre las tres estaba de vuelta y a las cuatro, con ceremonia y kipá incluido estaba a la mesa compartiendo alimentos y religión con conversación en hebreo incluida sobre la circuncisión.

Belén. Mayo 2019.


Belén

Para llegar a Belén es necesario tomar un autobús gestionado por palestinos, cerca de las murallas de Jerusalén que te lleva hasta el paso fronterizo.

Parte palestina del vergonzoso muro lleno de murales que
divide Israel de Cisjordania.
En el autobús conocí a dos chicas madrileñas y una palentina con las que compartí una agradable conversación durante un buen rato, hasta que decidieron irse a ver unos campos de refugiados. Tuvimos una agradable charla e hicimos un recorrido por la parte palestina del muro de cemento que separa Israel de los territorios palestinos. Allí buscamos los diseños de Bansky, dudando si eran originales o reproducciones, todos en cualquier caso con pintadas superpuestas.

Belén fue la única población palestina de Cisjordania donde estuve. Creo que fue suficiente para hacerme una idea de la realidad. Por la tarde encontré a un palestino que me dio a entender que vivía en un campo de refugiados en Belén, le seguí durante un buen rato, me llevó por sendas, por cementerios y temiendo perderme a la vuelta me volví sin llegar al campo.

Entrada de la Iglesia que conserva el lugar
de nacimiento de Cristo. Hay que agacharse para
entrar. Así evitaban que entraran caballeros (a caballo)
Los palestinos llevan su vida diaria intentando vivir de los turistas que los visitan e implorando por pasar diariamente a Jerusalén, sin demasiado retraso para trabajar.

Cuando regresaba a Israel por la tarde tuve un doble trato humillante. Alrededor de un centenar de palestinos gritaban y mostraban documentos con el brazo en alto, ignorados por los soldados israelís que les debían dejar pasar. Otros turistas, y yo, levantamos el brazo con el pasaporte y nos permitieron pasar. La otra humillación fue cuando un palestino, al ver nuestro trato de privilegio, que viven todos los días y que no es culpa mía, me empujó hacia los soldados con desprecio.

En Belén pude ver cómo cientos de personas apretujadas hacían cola para ver el pesebre donde nació Cristo. Me fui a dar una vuelta para ver si la cola se aliviaba, y mi sorpresa fue ver que después de un cuarto de hora estaban las mismas caras en el mismo lugar. No habían avanzado. El pesebre se quedó sin verme. Así que me fui a la iglesia que se edificó sobre el lugar donde cayó una gota de leche de la Virgen, que tenía menos clientela.

Cementerio judío y Monte de los Olivos. Mayo 2019

Cada lapidica al menos un judío enterrado.
Olivo del Monte de los Olivos de los tiempos de Cristo.

Cementerio judío y Monte de los Olivos.

Si en mis viajes suelo visitar los cementerios, en Jerusalén no hizo falta, se me mostró enteramente a mí. Desde Jerusalén, mirando al Monte de los Olivos las lápidas del cementerio judío te miran e inquietan.

Me acerqué hasta el cementerio y subí caminando hasta la cima del Monte de los Olivos, pasando por el olivo en el que rezó Cristo en el huerto de Getsemaní, por la tumba de María, por las tumbas de los profetas hasta alcanzar la cima donde estaba la huella que Cristo dejó cuando ascendió a los cielos. Estaba custodiada por un palestino que me pidió un euro por verla, le dije que me daba igual verla y me di media vuelta. Me llamó para que pasara gratis. Le dije que me daba igual. Insistió y pasé a ver la huella que dejó al impulsarse para subir a los cielos. Allí había unos turistas que señalaban con devoción el contorno del pie de Cristo.

Estoy seguro que con el impuso hoy no podría ni saltar el muro de cemento que aísla a la ciudad de Belén, que se puede contemplar desde el mismo monte.