Un trabajo penoso.
Moldavia. Septiembre 2019.
Mano del cobrador con el rollo de tiques en un
dedo. Chisinau
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Los transportes públicos en
Moldavia son baratísimos. El trolebús cuesta diez céntimos de euro. Ir a una
población a 60 kilómetros puede costar un euro. En los transportes interurbanos
se le paga al conductor o se saca el billete en una taquilla, pero en los
trolebuses de Chisinau hay un cobrador.
Sufría viendo a los
cobradores porque para mí es uno de los trabajos más penosos que he visto. Van
con un rollo de billetes metido en un dedo y generalmente un fajo de billetes
en la otra mano. Cuando se sube al autobús el viajero no va a pagarle al
cobrador, sino que el cobrador va hasta el viajero para cobrarle. Si hay poca
gente, que no suele ser lo habitual, se mueve de un lado al otro del trolebús.
Cuando sube mucha gente, por las dos puertas, debe moverse a empujones desde
una punta del trolebús hasta la otra cobrando y cortando con la mano el tique
que entrega acordándose generalmente de los viajeros a los que ya había
cobrado. Eso es lo de menos. Lo penoso es ir todo el día andando dentro del
trolebús abriéndose paso entre decenas de personas buscando al que acaba de
subir.
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