Moldavia turística.
Septiembre 2019
Como no reciben turistas,
no están preparados para el turismo y como no están preparados difícilmente
reciben turistas.
Yo me lo he pasado bien,
muy bien. He disfrutado de todos los días que he estado en Moldavia. He visto
muy pocos, poquísimos turistas y con unos polacos con los que tuve la ocasión
de hablar estaban hartos de Moldavia y deseaban que se acabaran los días que
tenían contratados allí para irse a otra parte.
Por lo tanto, para ir a
Moldavia, recomiendo ir con mi espíritu, dispuesto a conocer más gente que
lugares, a hablar aunque no haya ni una palabra en común, salvo vino y poco
más, a aprender inmediatamente las dos palabras imprescindibles para sobrevivir
en cualquier país; bere (cerveza) y toaleta (váter para evacuar las cervezas) y
estar abierto a todo tipo de experiencias sabiendo que no va a servirte de nada
cabrearte si algo te sale mal o alguien te trata mal.
Símbolo de Chisinau, la capital moldava |
En algunos lugares ponen
como zona turística Orhei Vechi. Allí que me fui con una mashrutka, que es un
minibús en el que caben 19 pasajeros, pero que pueden entrar perfectamente 50.
En el lugar donde acababa la ruta de la mashrutka había un templo y al lado un
panel informativo de las rutas que se podían hacer. La cosa prometía. Pero eso
fue todo. Ninguna indicación más, ningún cartel, ninguna señal. Menos mal que
vi un pueblo al fondo (Trebujeni, del que más adelante hablaré) y me encaminé
hacia él. En el pueblo no había ni un solo lugar donde comer. El otro pueblo
cercano era Butuceni, donde para comer tuve que hablar con un hombre que fue a
llamar a una mujer que me abrió una especie de cantina tienda donde pude comer
algo. Y las cuevas que anunciaban como algo magnífico no eran más que unas
oberturas artificiales en la roca sin absolutamente ningún interés. No sólo es
mi opinión, sino la de otra gente que encontré.
Volvería a Moldavia, aunque
no sé si debo recomendarlo. Depende del espíritu.
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