Constanza en bici.
Mi ritmo de ver el mundo es en bicicleta, pero casi nunca la
tengo disponible en otros países. Algunas veces la alquilo. En Constanza me han
dejado una en el hostel y me he sentido en mi medio, a mi ritmo. Me he ido
hasta el mar Negro, a mojarme los pies porque el frío y el viento no permitían
muchas aventuras, pero necesitaba decir, y escribir, que me he metido en el mar
Negro.
Constanza (Rumanía), en bici con el mar Negro al fondo. |
Como había boda y los pobres novios estaban muy solos -sólo
los acompañaba un niño, que debía ser suyo o de alguno de ellos y dos
fotógrafos para inmortalizar la unión-, he querido que ese momento fuera
inolvidable para ellos y para mí. Les he pedido poder hacerme una foto con
ellos, les ha parecido muy bien y su fotógrafa es la que cambió su cámara por
mi móvil para dejar constancia del encuentro.
He ido con la bicicleta por todas partes hasta que se ha
hecho de noche. Sin luces, sin casco y sin orientación me he perdido. Tan
perdido que en vez de ir en dirección al hostel lo estaba haciendo en dirección
contraria. Estaba recorriendo una larga avenida que servía de referencia hasta
el otro extremo de donde debía ir y allí no había ninguna calle que se
pareciera a la que debía tomar para ir a mi residencia. Así que a deshacer lo
andado preocupado por el peligro que suponía para el mucho tráfico que había,
no por mí sino porque ellos se toparan con un viejo en bici dispuesto a morir
por una aventura inútil. Mi forma de orientarme era el teléfono móvil, pero por
un error mío se había colgado y no me daba ninguna orden adecuada. Llegué
tarde, pero llegué a mi hogar de Constanza. Demasiada dependencia del móvil.
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