Ópera en Chisinau.
Moldavia. Septiembre 2019
En los cursos que la
Universidad de Zaragoza imparte para los abuelos, “Universidad de la
experiencia” la llaman, hubo unas clases sobre ópera. Yo había escuchado
alguna, me había interesado por el tema, había visto varios capítulos de un
programa de televisión “This is opera”, pero nunca había asistido a ninguna
representación en vivo. Tenía en mi agenda ir a alguna este año. La ocasión se
me presentó en Moldavia. Vi un cartel que la anunciaba pero como en España se
suelen agotar las localidades en poco tiempo, descarté ir, ni preguntar, pues
la obra se representaba al día siguiente: “La Traviata” de Verdi.
Para el día
siguiente tenía previsto un viaje. Pero por la noche pensé que costaba bien
poco comprobar si había localidades. Y sí, las había y además baratísimas.
Compré una localidad en un asiento inmejorable por tan sólo 7,50 euros. Anulé,
conmigo mismo, el viaje del día siguiente y me dispuse a ir a la ópera. Aunque
había una entrada aceptable no se llenó. Pensé que sería una representación de
andar por casa. Pero no. Fue magnífica tanto en la puesta en escena, la
iluminación, la coreografía, la interpretación y el canto. Imagino que algún
entendido sería capaz de sacar defectos, pero yo sólo vi elementos de elogio.
Me quedé tan satisfecho que tengo cierto temor de ir a otra representación
operística no vaya a ser que me defraude. Al final, como un moldavo más aplaudí
hasta que me dolieron las manos.
El único problema que tuve
fue el texto que no entendí y los subtítulos en moldavo no me sirvieron de
mucho, pero para subsanarlo me había leído previamente el guión en castellano,
así que me sabía lo que pasaba, lo que iba a pasar y cómo acababa. No me
importó en absoluto destriparme el argumento.
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