Belén
Para llegar a Belén es
necesario tomar un autobús gestionado por palestinos, cerca de las
murallas de Jerusalén que te lleva hasta el paso fronterizo.
Parte palestina del vergonzoso muro lleno de murales que
divide Israel de Cisjordania.
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En el autobús conocí a
dos chicas madrileñas y una palentina con las que compartí una
agradable conversación durante un buen rato, hasta que decidieron
irse a ver unos campos de refugiados. Tuvimos una agradable charla e
hicimos un recorrido por la parte palestina del muro de cemento que
separa Israel de los territorios palestinos. Allí buscamos los
diseños de Bansky, dudando si eran originales o reproducciones,
todos en cualquier caso con pintadas superpuestas.
Belén fue la única
población palestina de Cisjordania donde estuve. Creo que fue
suficiente para hacerme una idea de la realidad. Por la tarde
encontré a un palestino que me dio a entender que vivía en un campo
de refugiados en Belén, le seguí durante un buen rato, me llevó
por sendas, por cementerios y temiendo perderme a la vuelta me volví
sin llegar al campo.
Entrada de la Iglesia que conserva el lugar
de nacimiento de Cristo. Hay que agacharse para
entrar. Así evitaban que entraran caballeros (a caballo)
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Los palestinos llevan su
vida diaria intentando vivir de los turistas que los visitan e
implorando por pasar diariamente a Jerusalén, sin demasiado retraso
para trabajar.
Cuando regresaba a Israel
por la tarde tuve un doble trato humillante. Alrededor de un centenar
de palestinos gritaban y mostraban documentos con el brazo en alto,
ignorados por los soldados israelís que les debían dejar pasar.
Otros turistas, y yo, levantamos el brazo con el pasaporte y nos
permitieron pasar. La otra humillación fue cuando un palestino, al
ver nuestro trato de privilegio, que viven todos los días y que no
es culpa mía, me empujó hacia los soldados con desprecio.
En Belén pude ver cómo
cientos de personas apretujadas hacían cola para ver el pesebre
donde nació Cristo. Me fui a dar una vuelta para ver si la cola se
aliviaba, y mi sorpresa fue ver que después de un cuarto de hora
estaban las mismas caras en el mismo lugar. No habían avanzado. El
pesebre se quedó sin verme. Así que me fui a la iglesia que se
edificó sobre el lugar donde cayó una gota de leche de la Virgen,
que tenía menos clientela.
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