Jordania. Mayo 2019
La aventura de entrar en
Jordania.
Pasé a Jordania desde la
frontera de Eilot, que está al sur junto al mar Rojo. Es la única
frontera en la que ponen menos pegas y además es la más cercana a
Petra. No se puede pasar en ningún tipo de vehículo, sólo
caminando. Llegar al control de aduana de Jordania ya dice mucho del
país. Hay diversas puertas y ventanillas numeradas. Cuando yo
pasaba, sólo había cuatro personas más. Me dirigen a la puerta
diez. Me piden un papel, que no tengo. Me envían a la ventanilla
ocho. Allí no hay nadie. Al fondo hay otra persona aparentemente
ocupada. Sigo esperando y mirando una y otra vez a ver si la
ventanilla es la ocho. Al cabo de un buen rato viene un funcionario,
me pide otro papel, le digo que no lo tengo, me envía a la
ventanilla cuatro. Allí hay un funcionario hablando por teléfono
tumbado de medio lado hablando por teléfono. Cuando le parece bien
me dice que qué quiero, le digo que me envían de la ventanilla
ocho, me dice que si tengo visado, le digo que no y me da un papel
para que lo rellene y se vuelve a tumbar y a hablar por teléfono. Lo
único que tenía que rellenar era mi nombre y el número de
pasaporte, lo hago, se lo entrego, me pone un sello y me envía a la
ventanilla ocho. En la ventanilla ocho me dan autorización para
poder entrar. Y me digo por fin. Vana ilusión. Los problemas
acababan de comenzar. Los otros cuatro que estaban pasando el control
tenían toda la documentación que me pedían a mí en las
ventanillas, estaban antes que yo y salieron bastante más tarde. Les
dije si no les importaría compartir taxi conmigo, si era posible. Me
dijeron que sí.
Como se entra a pie, sólo
puedes llegar a la población más cercana, que es Áqaba en taxi o
autobús. Como salí antes fui a la parada del taxi para negociar el
precio y preguntar si era posible ir los cinco en un taxi. Me dicen
que el precio es de 50 dinares, pero que no podíamos ir cinco porque
si nos cogía la policía nos multaría e íbamos a tener muchos
problemas. Entonces decido esperar a otra gente para compartir el
taxi. Al poco se acerca un taxista y me dice que nos puede llevar a
los cinco, pero pagando 60 dinares, por 10 dinares desaparecían los
problemas con la policía. Cuando llegan los cuatro, me dicen que no
nos llevan a los cinco, que cojamos dos taxis. Dejo que ellos vayan
en un taxi y me quedo a esperar otro grupo, a los cuatro les dicen
que los llevan por 55 dinares. Se van.
Me quedo esperando a
ver si viene más gente que vaya a Petra para compartir taxi. Se
acerca un taxista y se ofrece a llevarme por 35 dinares. Los otros
taxistas se enteran y montan una bronca. Hacen todos piña y me dicen
que sólo por 55 dinares. En la explanada hay un autobús y pregunto
que a dónde va. Me dicen que a Áqaba y pienso que es una opción y
de Áqaba me voy en otro autobús hasta Petra. Voy a subir y me dicen
que no subo, que no me dejan subir. Pregunto que por qué y un tipo
gritando me dice porque el autobús es suyo y monta el que el quiere
y yo no voy a subir. Hago intención de subir y me lo impiden. Se
habían puesto de acuerdo con los taxistas para que cogiera un taxi.
Vuelvo a la zona de taxis, puesto que es mi única salida. Al poco
llegan dos chicos que iban a ePetra, les pregunto si podemos ir
juntos, me dicen que sí, vamos los tres a un taxi y entonces los
taxistas me dicen que yo no puedo montar, que el taxi sólo es para
los otros dos. Si quiero ir a Petra debo coger un taxi yo sólo.
Viendo que me quedaba atrapado les ofrezco más dinero por el taxi
compartido y me dicen que no. Un taxi para mí solo. Se van los dos
chicos y me quedo a merced de los taxistas. Les miro, miro en
dirección a Áqaba que está a unos diez kilómetros y me digo que
me voy caminando. Con paso ligero voy abandonando taxis y autobuses,
no llevaba ni cien metros cuando comienzo a escuchar voces y gritos
de los que dejaba atrás. Ya no me giré y seguí andando, pensando
que aunque era una solución menos mala, era la solución y sobre
todo para mi orgullo. Cuando llevaba unos tres kilómetros caminando
se acerca hasta mí un Jeep del ejército. Me dicen que no podía ir
andando por esa zona con unas explicaciones de unas cámaras y no sé
qué más que no logré entender. Los taxistas habían llamado a los
soldados para que tuviera que pasar por el aro. Les dije a los
soldados que iba a Áqaba. Me dijeron que no podía caminar en esa
zona, que tenía que volver. Les dije que no volvía, porque no se
podía caminar por esa zona. Ellos insistiendo en que volviera. Yo
les di la solución; me monto en el Jeep y me llevan ellos a Áqaba.
Se miraban entre ellos y no entendían que este viejo maño tuviera
los cojoncicos que tenía, pequeños pero prietos. Ellos seguían en
que tenía que volver y yo en que me llevaran. Al final hicieron un
gesto para que subiera.
No las tenía todas conmigo y pensé que me
iban a devolver a la frontera así que decidí que si hacían eso yo
haría intención de tirarme del Jeep (sólo intención). Salieron
muy despacio y yo pensando ahora dan la vuelta, pasaba un coche y no
pudieron darla, luego siguieron hacia Áqaba y yo los imaginaba
discutiendo qué hacían. Tomaron la decisión correcta y me llevaron
hacia Áqaba. El Jeep tipo pikup, sin asientos detrás y con barras
antivuelcos me obligaba a ir de pie muy ufano mirando por encima a
los taxis y autobuses que nos adelantaban. Antes de llegar a Áqaba
había un control de pasaportes y me hicieron bajar. Bajé y continué
caminando hacia Áqaba. A esas alturas toda Jordania conocía mi
postura. Vino un taxista a ofrecerse para llevarme a la estación. Lo
ignoré. Me dijo que me llevaba por tres dinares, seguí caminando y
sin saber si era bueno o malo el precio le dije orgulloso que no. Se
quedó mirándome el hombre pensando que no tenía solución, me giré
y por decir algo le dije que por dos dinares. Me dijo que sí. Estaba
al tanto de toda mi historia. Sin decirle que iba a Petra me dice que
si quería me llevaba a Petra por 35 dinares. Le contesté que no,
que iba a la estación de autobuses. Comenzó a darme argumentos de
que no podía por menos de 35, que era Ramadán y cosas así. Le dije
que me llevara a la estación de autobuses. Bajó a 30 dinares. Le
dije que no. Le ofrecí 25. Por 25 era imposible. Me dijo que ya no
había autobuses que él sabía los horarios, que 30 era un buen
precio (y realmente lo era), pero ante todo lo que él decía (llego
a parar el taxi en medio de la carretera para discutir conmigo) yo
sólo le decía que si quería 25 podíamos continuar a Petra. Él me
dijo que no continuó con el coche y discutiendo conmigo y hablando
por teléfono. Vuelve a parar y baja del coche y se va hacia atrás a
hablar con el conductor de otro taxi. Vuelve y me dice que 25, pero
que me iba a llevar el otro taxi. Había localizado a un taxi de
Petra que se tenía que regresar de vacío y era el que me llevaba
por 25 dinares.
La aventura que podía
haber acabado conmigo sólo en el desierto, detenido por el ejército,
apaleado por los taxistas, acabó unas tres horas y media después en
Wadi Musa, que es la ciudad que está a las puertas de Petra.
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