Los burros.
Yo tengo un burro muy
inteligente que responde, cuando quiere, al nombre de Einstein. El de
la teoría de la relatividad estaría orgulloso de tener un tocayo
así. No hace mucho se salió de la cerca donde lo tengo, de vez en
cuando se va a dar una vuelta por el mundo, y lo recogió un hombre
que cuando fui a buscarlo me dijo que era un burro gordo, bien
alimentado y poco trabajado, lo que me llenó de orgullo, aunque lo
de poco trabajado era una expresión, la verdad es que todo el
trabajo que ha hecho ha sido acompañarme en alguna excursión.
Ya la tenía, pero la
convivencia con Einstein me ha hecho especialmente sensible con los
burros, a los que he visto maltratar en el trabajo.
En Petra, sin una brizna
de hierba, viven muchos burros que utilizan para llevar a los
turistas a todos los lugares, subiendo y bajando por escaleras,
recorriendo distancias largas cargados de turistas grasientos,
llegando varias veces al día hasta los lugares donde los turistas
quieren llegar pero sin dar un paso, con temperaturas propias del
desierto.
Lo único que pude hacer
es dar a dos o tres burros las peladuras de los plátanos que comía,
era mi comida, que devoraban con avidez. Comerán, pero en las muchas
horas que estuve en Petra mis peladuras es lo único que les vi
comer.
Einstein en un día ve más
hierba fresca que lo que estos burros han visto y verán en toda su
vida.
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