Nazaret
Escuchando misa en la cueva donde se produjo la Anunciación. |
Estando en Israel, quiérase o no, se
tiene la necesidad de visitar todos aquellos lugares que forman parte
del acervo cultural de nuestra comunidad educados en una cultura
cristiana. Nazaret es una referencia necesaria. Nada más llegar me
dí cuenta de dos cosas, que mi apreciado sombrero que llevaba
conmigo a todas partes para soportar el inmenso calor que hace, a
pesar de ser mediados de mayo, lo había olvidado para siempre en el
autobús que me había llevado hasta Nazaret y que en la carretera
donde me dejó, a unos metros había un Zara, que fue mi primera
visita, para aliviar mi vejiga, antes de llegar siguiendo a muchos
curas, beatos y creyentes a la horrible iglesia de la Anunciación.
Parece ser que en aquellos tiempos todo
pasaba en las cuevas. Ya estuve en la cueva del monte Carmelo y ahora
veo que la anunciación del arcángel Gabriel de que María iba a
quedarse preñada de Dios también se produjo en una cueva donde
estaban oficiando una misa cuando yo llegué.
No lo sabía, o no lo recordaba, que
antes de que Gabriel anunciara a María su próxima maternidad, otro
ángel le había dicho que se acicalara, que iba a ser visitada por
Gabriel. En Nazaret existe otra cueva, sobre la que se ha edificado
otra iglesia, creo que de ortodoxos griegos, donde se conmemora la
anunciación de la anunciación.
En esta sinagoga iba Jesucristo a la escuela.
Entonces las sillas no eran de plástico. Pero Jesús ya las
preveía.
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Y aunque parece que la Biblia no dice
nada del asunto, en Nazaret también se puede visitar la sinagoga
donde Jesús iba de niño a aprender, porque fue un Dios que tuvo que
aprender como todo humano.
En Nazaret aprendí en parte cómo
funcionan estas cosas de los días festivos en Israel. Los judíos
tienen fiesta desde la tarde del viernes hasta la noche del sábado,
es el sabbat. Los cristianos el domingo y los musulmanes el viernes.
Como yo estuve en viernes los establecimientos de los judíos, por la
mañana, y los de los cristianos estaban abiertos, pero no así los
de los musulmanes.
En los puestos del mercado, además de
los objetos religiosos que vendían todos, ya fueran cristianos,
judíos o musulmanes, también se podían comprar pañuelos, banderas
y fotografías palestinas.
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