El Muro de las
Lamentaciones
Las mujeres sólo pueden
aguaitar en el Muro de las Lamentaciones. Están al otro lado, tanto
judías como turistas viendo cómo evolucionan los actos religiosos
de los hombres judíos. Para entrar hace falta pasar por continuos
controles de seguridad. Seguramente yo pasé más de la cuenta porque
me resultó tan enrevesado que fui de un lugar a otro buscando el
lugar correcto y me encontraba con otro control que quizás no fuera
necesario y volvía a salir. Finalmente pude entrar. Debería haberme
puesto el gorrito judío (kipá) pero por ignorancia no lo hice.
Estuve dos días. El segundo es cuando al salir vi que había unos
para los turistas y yo lo cogí de recuerdo.
El muro es todo un
espectáculo, viendo a gentes distintas acudir con sus papelitos de
deseos que introducían en las grietas de las rocas, subiéndose
hasta donde nadie antes había llegado para que el deseo
permaneciera por más tiempo. Soldados con sus armas, judíos con sus
tirabuzones, turistas como yo, todo el mundo tenía una cita con el
muro. Delante actos religiosos, ceremonias y cánticos y a un lado un
lugar de estudio donde los turistas nos mezclábamos con aprendices
de los textos rabínicos que estaban aprendiendo de memoria mientras
se golpeaban con un banco.
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