jueves, 8 de agosto de 2019

La aventura de entrar en Jordania


Jordania. Mayo 2019

La aventura de entrar en Jordania.

Pasé a Jordania desde la frontera de Eilot, que está al sur junto al mar Rojo. Es la única frontera en la que ponen menos pegas y además es la más cercana a Petra. No se puede pasar en ningún tipo de vehículo, sólo caminando. Llegar al control de aduana de Jordania ya dice mucho del país. Hay diversas puertas y ventanillas numeradas. Cuando yo pasaba, sólo había cuatro personas más. Me dirigen a la puerta diez. Me piden un papel, que no tengo. Me envían a la ventanilla ocho. Allí no hay nadie. Al fondo hay otra persona aparentemente ocupada. Sigo esperando y mirando una y otra vez a ver si la ventanilla es la ocho. Al cabo de un buen rato viene un funcionario, me pide otro papel, le digo que no lo tengo, me envía a la ventanilla cuatro. Allí hay un funcionario hablando por teléfono tumbado de medio lado hablando por teléfono. Cuando le parece bien me dice que qué quiero, le digo que me envían de la ventanilla ocho, me dice que si tengo visado, le digo que no y me da un papel para que lo rellene y se vuelve a tumbar y a hablar por teléfono. Lo único que tenía que rellenar era mi nombre y el número de pasaporte, lo hago, se lo entrego, me pone un sello y me envía a la ventanilla ocho. En la ventanilla ocho me dan autorización para poder entrar. Y me digo por fin. Vana ilusión. Los problemas acababan de comenzar. Los otros cuatro que estaban pasando el control tenían toda la documentación que me pedían a mí en las ventanillas, estaban antes que yo y salieron bastante más tarde. Les dije si no les importaría compartir taxi conmigo, si era posible. Me dijeron que sí.

Como se entra a pie, sólo puedes llegar a la población más cercana, que es Áqaba en taxi o autobús. Como salí antes fui a la parada del taxi para negociar el precio y preguntar si era posible ir los cinco en un taxi. Me dicen que el precio es de 50 dinares, pero que no podíamos ir cinco porque si nos cogía la policía nos multaría e íbamos a tener muchos problemas. Entonces decido esperar a otra gente para compartir el taxi. Al poco se acerca un taxista y me dice que nos puede llevar a los cinco, pero pagando 60 dinares, por 10 dinares desaparecían los problemas con la policía. Cuando llegan los cuatro, me dicen que no nos llevan a los cinco, que cojamos dos taxis. Dejo que ellos vayan en un taxi y me quedo a esperar otro grupo, a los cuatro les dicen que los llevan por 55 dinares. Se van.
Me quedo esperando a ver si viene más gente que vaya a Petra para compartir taxi. Se acerca un taxista y se ofrece a llevarme por 35 dinares. Los otros taxistas se enteran y montan una bronca. Hacen todos piña y me dicen que sólo por 55 dinares. En la explanada hay un autobús y pregunto que a dónde va. Me dicen que a Áqaba y pienso que es una opción y de Áqaba me voy en otro autobús hasta Petra. Voy a subir y me dicen que no subo, que no me dejan subir. Pregunto que por qué y un tipo gritando me dice porque el autobús es suyo y monta el que el quiere y yo no voy a subir. Hago intención de subir y me lo impiden. Se habían puesto de acuerdo con los taxistas para que cogiera un taxi. Vuelvo a la zona de taxis, puesto que es mi única salida. Al poco llegan dos chicos que iban a ePetra, les pregunto si podemos ir juntos, me dicen que sí, vamos los tres a un taxi y entonces los taxistas me dicen que yo no puedo montar, que el taxi sólo es para los otros dos. Si quiero ir a Petra debo coger un taxi yo sólo. Viendo que me quedaba atrapado les ofrezco más dinero por el taxi compartido y me dicen que no. Un taxi para mí solo. Se van los dos chicos y me quedo a merced de los taxistas. Les miro, miro en dirección a Áqaba que está a unos diez kilómetros y me digo que me voy caminando. Con paso ligero voy abandonando taxis y autobuses, no llevaba ni cien metros cuando comienzo a escuchar voces y gritos de los que dejaba atrás. Ya no me giré y seguí andando, pensando que aunque era una solución menos mala, era la solución y sobre todo para mi orgullo. Cuando llevaba unos tres kilómetros caminando se acerca hasta mí un Jeep del ejército. Me dicen que no podía ir andando por esa zona con unas explicaciones de unas cámaras y no sé qué más que no logré entender. Los taxistas habían llamado a los soldados para que tuviera que pasar por el aro. Les dije a los soldados que iba a Áqaba. Me dijeron que no podía caminar en esa zona, que tenía que volver. Les dije que no volvía, porque no se podía caminar por esa zona. Ellos insistiendo en que volviera. Yo les di la solución; me monto en el Jeep y me llevan ellos a Áqaba. Se miraban entre ellos y no entendían que este viejo maño tuviera los cojoncicos que tenía, pequeños pero prietos. Ellos seguían en que tenía que volver y yo en que me llevaran. Al final hicieron un gesto para que subiera. 

No las tenía todas conmigo y pensé que me iban a devolver a la frontera así que decidí que si hacían eso yo haría intención de tirarme del Jeep (sólo intención). Salieron muy despacio y yo pensando ahora dan la vuelta, pasaba un coche y no pudieron darla, luego siguieron hacia Áqaba y yo los imaginaba discutiendo qué hacían. Tomaron la decisión correcta y me llevaron hacia Áqaba. El Jeep tipo pikup, sin asientos detrás y con barras antivuelcos me obligaba a ir de pie muy ufano mirando por encima a los taxis y autobuses que nos adelantaban. Antes de llegar a Áqaba había un control de pasaportes y me hicieron bajar. Bajé y continué caminando hacia Áqaba. A esas alturas toda Jordania conocía mi postura. Vino un taxista a ofrecerse para llevarme a la estación. Lo ignoré. Me dijo que me llevaba por tres dinares, seguí caminando y sin saber si era bueno o malo el precio le dije orgulloso que no. Se quedó mirándome el hombre pensando que no tenía solución, me giré y por decir algo le dije que por dos dinares. Me dijo que sí. Estaba al tanto de toda mi historia. Sin decirle que iba a Petra me dice que si quería me llevaba a Petra por 35 dinares. Le contesté que no, que iba a la estación de autobuses. Comenzó a darme argumentos de que no podía por menos de 35, que era Ramadán y cosas así. Le dije que me llevara a la estación de autobuses. Bajó a 30 dinares. Le dije que no. Le ofrecí 25. Por 25 era imposible. Me dijo que ya no había autobuses que él sabía los horarios, que 30 era un buen precio (y realmente lo era), pero ante todo lo que él decía (llego a parar el taxi en medio de la carretera para discutir conmigo) yo sólo le decía que si quería 25 podíamos continuar a Petra. Él me dijo que no continuó con el coche y discutiendo conmigo y hablando por teléfono. Vuelve a parar y baja del coche y se va hacia atrás a hablar con el conductor de otro taxi. Vuelve y me dice que 25, pero que me iba a llevar el otro taxi. Había localizado a un taxi de Petra que se tenía que regresar de vacío y era el que me llevaba por 25 dinares.
La aventura que podía haber acabado conmigo sólo en el desierto, detenido por el ejército, apaleado por los taxistas, acabó unas tres horas y media después en Wadi Musa, que es la ciudad que está a las puertas de Petra.

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