sábado, 31 de agosto de 2019

Israel. Los amigos. Mayo 2019


Los amigos.

Cuando les dije a unos amigos que me iba a Israel me preguntaron que si tenía allí amigos. Les contesté que no. Y no era cierto. Tenía muchos amigos, a lo que aún no conocía. Iba a conocerlos. Son amistades breves, eternas en el recuerdo. Con algunas mantendré algún contacto. Con otras nunca sabré de ellas.

Un buen amigo que he dejado es Avi, más anciano que yo, pero jovial, todavía trabaja porque no sabe estar sin hacer nada. Estuve en su casa. Es de esas personas que dicen que su casa es la tuya y es cierto. Nos fuimos a dar un paseo y cuando cerrábamos la puerta me preguntó que si había cogido las llaves, que él no llevaba.

Compartiendo desayuno con Avi en su terraza.
Otro amigo es Javier, un alicantino que el próximo octubre trabajará como percusionista en la orquesta filarmónica de Tel Aviv. Siendo mucho más joven que yo, teníamos tantas cosas en común que parecía que nos habíamos encontrado por necesidad. Sólo faltó que después de tener lecturas comunes, inquietudes comunes, experiencias comunes, ideas comunes de la vida, al despedirme de él lo hice como el anciano lobo estepario y él inmediatamente reaccionó diciendo que si también era seguidor de Hermann Hess, autor del libro “El lobo estepario”, una lectura de mi juventud, que ahora estaba muy alejada de la suya y que no suele darse en gente de su edad. Fue la última coincidencia.
Avi, mi anfitrión sefardí que hablaba algo de
ladino, se levantaba temprano para prepararme
una tortilla a la francesa antes de irse a trabajar.

Tres amigas fueron dos madrileñas y una palentina, dos estudiaban periodismo y otra biología. Estuve poco rato con ellas, pero es posible que vuelva a contactar.

Otra amiga es Iris que vive en Israel pero que es de Zaragoza y creía recordar a mi hija, Tuve una larga conversación en la que hablamos de todo y coincidimos en casi todo. Cuando le dije que llevaba tiempo preguntándome cómo iba a explicar desde mi postura antisionista cuál era la realidad de los judíos y los palestinos en Israel, ella me dio algunas claves y me dijo que también le pasaba lo mismo, que desde su postura de izquierdas y atea era muy difícil justificar a los israelíes.
Algunos amigos más tuve, como Pior, un polaco que es muy posible que me encuentre en cualquier parte del mundo porque va dando tumbos por albergues, haciendo y deshaciendo continuamente su mochila.

Podría no haber visto nada y el viaje hubiera merecido la pena por ir a conocer estos amigos, que ya lo eran pero que nunca habíamos coincidido.

Disfraces judíos. Mayo 2019.


Los disfraces judíos

La capacidad humana para asimilar situaciones extrañas es sorprendente. A las pocas horas de estar en Jerusalén me parecía normal encontrarme a niños y adultos con sus tirabuzones en las patillas, con sus kipás por todas partes, con sus sombreros que guardaban en un portasombreros, con sus medias blancas y sus trajes satinados, las pelucas de las mujeres para no mostrar su propio cabello o los pañuelos que lo cubrían, por no hablar de la gente que iba vestida de normal o los franciscanos con un hábito que en vez de llegar hasta los pies, se les quedaba en la cintura a modo de chaquetilla o los curas negros con sotanas violetas. En algún momento piensas ¿no seré yo el raro? No. Todo es normal.

Las circunstancias son capaces de sorprenderte y estuve contemplando un partido de futbito en un campo que estaba dentro de un barrio judío, que parecía otro mundo, junto a la arteria más comercial de Jerusalén. Todos los jugadores llevaban el kipá. No me fijé en la calidad de sus jugadas, sino en la destreza que tenían para rematar de cabeza mientras con la punta de los dedos se sujetaban el kipá. En los quince minutos que debí estar viéndolos, en ningún momento perdió su gorrito. Una habilidad sorprendente.


Murallas de Jerusalén. Mayo 2019


Paseo por las murallas de Jerusalén

Había leído en algún lugar que había un paseo para ver Jerusalén desde los tejados. Incluso ponía el lugar por donde se accedía, pero lo había olvidado. Observé que una persona estaba paseando por encima de las murallas y llegué a la conclusión de que ese era el paseo que estaba buscando. Busqué un acceso y encontré una puerta giratoria que no permitía acceder, sólo giraba para salir. Pensé que se había bloqueado por algún motivo y a le pregunté a un anciano palestino que estaba por allí. Me dijo que sí, que me podía meter por allí. Vino a ayudarme y no entendió que la puerta sólo girara en una dirección. Con su ayuda conseguí meterme entre un estrecho hueco que dejaban los barrotes de hierro y comencé mi andadura por encima de la muralla contemplando Jerusalén antiguo desde una perspectiva distinta y extraña, pues iba descubriendo campos de futbito, gente ajetreada en calles que permanecían ajenas a mí, tejados con basura olvidada, un mundo ignorado por los que compraban vituallas o recuerdos. Después de un buen rato en el que me encontré a muy poca gente que hiciera el mismo recorrido, llegué a un lugar por donde tenía que bajar obligatoriamente de la muralla o volver hacia atrás. Bajé por una puerta giratoria igual a la que había accedido y que sólo giraba para salir. Enfrente estaban las taquillas en donde debería haber sacado el tique que me hubiera dado derecho a caminar legalmente por encima de las murallas. La culpa de mi incorrección la tuvo la generosidad del anciano hombre palestino. Es la ayuda generacional.

La Cúpula de la Roca. Mayo 2019.


La Cúpula de la Roca

Un lugar emblemático,porque lo estudié cuando era estudiante, porque aparece en reportajes y noticias continuamente y porque forma parte de una historia personal de mi hija Violeta, es la Cúpula de la Roca en Jerusalén. Entré por un callejón lleno de puestos de venta pero sin apenas clientes, viendo al fondo la Cúpula de la Roca. Con paso decidido voy a llegar a la explanada de las mezquitas y dos soldados armados hasta los dientes me lo impiden. ¿Qué pasará? Sólo me contestan rápidamente que es Ramadán, mientras el que me ha contestado ha hecho un gesto a su compañero, entendiendo yo, que se acerca alguien más sospechoso que yo.

Me informo y por ser Ramadán sólo puede visitarse la explanada entre las siete y media y las once de la mañana. Fui otro día y después de pasar no sé cuántos controles de seguridad, seguro que pasé de más porque alguno lo pasé dos veces por equivocarme, llegué a la explanada de las mezquitas, sin poder tener acceso al interior de la Cúpula de la Roca lugar desde donde Mahoma ascendió a los cielos y previamente Abraham, justo en el mismo lugar fue a matar a su hijo Isaac porque Dios le quiso gastar una broma y unos años antes, en este mismo lugar los judíos sitúan el lugar donde Dios creó el mundo. No tuve más remedio que dar unas vueltas a lugar tan importante, dando con un jienense y unos madrileños con los que departí un buen y amigable rato.

Ein Kerem. Mayo 2019.


Ein Kerem

Y llegó el sabat en Jerusalén. Todo cerrado, nada que hacer, sin transporte, todo cerrado. Un día que iba a pasar leyendo y sin comer. Pero he aquí que Avi, que me acogía en su casa de Jerusalén, sin decirme nada me propuso la solución para que un día intrascendente resultara magnífico. Me llevó con su coche hasta Ein Kerem, una población que está a pocos kilómetros de Jerusalén de paseos muy agradables. Me enseñó alguna cosa, se fatigaba y me dejó diciéndome por dónde podía volver caminando, no había transporte público.

En Ein Kerem pasé una mañana entretenida. Allí había restaurantes abiertos, por lo que tenía solución para comer. Sólo tenía dos plátanos. Pero el magnífico Avi se adelantó y sin saber mi precariedad alimenticia me invitó a la comida del final del sabat en su casa con sus hijos. Sobre las tres estaba de vuelta y a las cuatro, con ceremonia y kipá incluido estaba a la mesa compartiendo alimentos y religión con conversación en hebreo incluida sobre la circuncisión.

Belén. Mayo 2019.


Belén

Para llegar a Belén es necesario tomar un autobús gestionado por palestinos, cerca de las murallas de Jerusalén que te lleva hasta el paso fronterizo.

Parte palestina del vergonzoso muro lleno de murales que
divide Israel de Cisjordania.
En el autobús conocí a dos chicas madrileñas y una palentina con las que compartí una agradable conversación durante un buen rato, hasta que decidieron irse a ver unos campos de refugiados. Tuvimos una agradable charla e hicimos un recorrido por la parte palestina del muro de cemento que separa Israel de los territorios palestinos. Allí buscamos los diseños de Bansky, dudando si eran originales o reproducciones, todos en cualquier caso con pintadas superpuestas.

Belén fue la única población palestina de Cisjordania donde estuve. Creo que fue suficiente para hacerme una idea de la realidad. Por la tarde encontré a un palestino que me dio a entender que vivía en un campo de refugiados en Belén, le seguí durante un buen rato, me llevó por sendas, por cementerios y temiendo perderme a la vuelta me volví sin llegar al campo.

Entrada de la Iglesia que conserva el lugar
de nacimiento de Cristo. Hay que agacharse para
entrar. Así evitaban que entraran caballeros (a caballo)
Los palestinos llevan su vida diaria intentando vivir de los turistas que los visitan e implorando por pasar diariamente a Jerusalén, sin demasiado retraso para trabajar.

Cuando regresaba a Israel por la tarde tuve un doble trato humillante. Alrededor de un centenar de palestinos gritaban y mostraban documentos con el brazo en alto, ignorados por los soldados israelís que les debían dejar pasar. Otros turistas, y yo, levantamos el brazo con el pasaporte y nos permitieron pasar. La otra humillación fue cuando un palestino, al ver nuestro trato de privilegio, que viven todos los días y que no es culpa mía, me empujó hacia los soldados con desprecio.

En Belén pude ver cómo cientos de personas apretujadas hacían cola para ver el pesebre donde nació Cristo. Me fui a dar una vuelta para ver si la cola se aliviaba, y mi sorpresa fue ver que después de un cuarto de hora estaban las mismas caras en el mismo lugar. No habían avanzado. El pesebre se quedó sin verme. Así que me fui a la iglesia que se edificó sobre el lugar donde cayó una gota de leche de la Virgen, que tenía menos clientela.

Cementerio judío y Monte de los Olivos. Mayo 2019

Cada lapidica al menos un judío enterrado.
Olivo del Monte de los Olivos de los tiempos de Cristo.

Cementerio judío y Monte de los Olivos.

Si en mis viajes suelo visitar los cementerios, en Jerusalén no hizo falta, se me mostró enteramente a mí. Desde Jerusalén, mirando al Monte de los Olivos las lápidas del cementerio judío te miran e inquietan.

Me acerqué hasta el cementerio y subí caminando hasta la cima del Monte de los Olivos, pasando por el olivo en el que rezó Cristo en el huerto de Getsemaní, por la tumba de María, por las tumbas de los profetas hasta alcanzar la cima donde estaba la huella que Cristo dejó cuando ascendió a los cielos. Estaba custodiada por un palestino que me pidió un euro por verla, le dije que me daba igual verla y me di media vuelta. Me llamó para que pasara gratis. Le dije que me daba igual. Insistió y pasé a ver la huella que dejó al impulsarse para subir a los cielos. Allí había unos turistas que señalaban con devoción el contorno del pie de Cristo.

Estoy seguro que con el impuso hoy no podría ni saltar el muro de cemento que aísla a la ciudad de Belén, que se puede contemplar desde el mismo monte.

El Muro de las Lamentaciones. Mayo 2019.


El Muro de las Lamentaciones

Las mujeres sólo pueden aguaitar en el Muro de las Lamentaciones. Están al otro lado, tanto judías como turistas viendo cómo evolucionan los actos religiosos de los hombres judíos. Para entrar hace falta pasar por continuos controles de seguridad. Seguramente yo pasé más de la cuenta porque me resultó tan enrevesado que fui de un lugar a otro buscando el lugar correcto y me encontraba con otro control que quizás no fuera necesario y volvía a salir. Finalmente pude entrar. Debería haberme puesto el gorrito judío (kipá) pero por ignorancia no lo hice. Estuve dos días. El segundo es cuando al salir vi que había unos para los turistas y yo lo cogí de recuerdo.

El muro es todo un espectáculo, viendo a gentes distintas acudir con sus papelitos de deseos que introducían en las grietas de las rocas, subiéndose hasta donde nadie antes había llegado para que el deseo permaneciera por más tiempo. Soldados con sus armas, judíos con sus tirabuzones, turistas como yo, todo el mundo tenía una cita con el muro. Delante actos religiosos, ceremonias y cánticos y a un lado un lugar de estudio donde los turistas nos mezclábamos con aprendices de los textos rabínicos que estaban aprendiendo de memoria mientras se golpeaban con un banco.


Jerusalén viejo. Mayo 2019.


Jerusalén viejo.

Llegar a las murallas de Jerusalén supone disponerse a entrar en otro mundo, el de la historia religiosa que estudié en mi juventud y el de muchas referencias históricas que continuamente han ido mencionando a Tierra Santa. Son más de cuatro kilómetros de muralla que dan cabida a unos barrios muy definidos de cristianos, árabes, judíos y armenios. Entré por la puerta de Jaffa y no hizo falta que nadie me dijera en qué barrio estaba y cuándo cambiaba de barrio, a pesar de lo abigarrado de las calles, los comercios, el continuo caminar de las gentes que viven en él y que mezcladas con los turistas salen a realizar sus compras diarias. La excepción es el barrio armenio que después de estar en él se identifica por la poca vida comercial y la tranquilidad de sus calles.

Un amigo que hice en Tel Aviv me dijo que Jerusalén se podía ver en unas pocas horas. Cierto que se puede ver en pocas horas y cierto que todas las horas son pocas. Cada rincón está tan lleno de historia, de referencias religiosas y de arquitectura que uno podría pasarse un día entero en cada edificio intentando conocer su estilo arquitectónico, sus cambios religiosos a lo largo de la historia, su relación con los colindantes, sus guardianes en el pasado y los actuales, su por qué y el origen de sus piedras que seguramente procederán de otros demolidos. Y así sería necesario estar un mínimo de cinco horas en cada esquina. Como es imposible se puede estar cinco horas en toda la ciudad. Demasiado denso. Demasiados detalles que se pierden. Delante de una lugar emblemático puede comprar la kipá (el gorro judío), un crucifijo, cerámica armenia, una bandera palestina o hacerse un tatuaje con la cara de Cristo.

Donde más a gusto estuve fue en el barrio armenio. Se podía disfrutar de él sin la pátina de los vendedores, sólo unos pocos y algún restaurante. Sus calles, con poquísimos turistas son de agradable paseo y escuchar a los niños recitar la lección en armenio resulta evocador.
Después de un par de horas por Jerusalén los edificios se mezclan en el recuerdo y es difícil separar cada uno de ellos, incluso viendo las fotografías y sabiendo el orden en que los vi resulta difícil poner cada cosa en su lugar.

Jesulalén. Sanz Briz. Mayo 2019.

Uno de los muchísimos monumentos y recuerdos del horror
del holocausto.

En busca de Sanz Briz

En la Universidad de los abuelos, llamada eufemísticamente de la experiencia, un día nos hablaron de Sanz Briz un aragonés que ayudó a los judíos perseguidos por Hitler salvando muchas vidas. Lo primero que hice en Jerusalén fue visitar un monte Herzl, que estaba a poca distancia de donde estaba viviendo. Todo el monte está concebido como memoria a los sufrimientos del holocausto y como memoria a las personas que ayudaron a los judíos y a los benefactores que contribuyeron a construir este lugar de memoria. Entre todos los árboles, entre todos los nombres, entre todas las placas fui buscando el nombre de Sanz Briz para rendirle mi modesto homenaje. No lo encontré. Era difícil. Lo intenté y eso también me sirve. Me tuvo que servir.

En el monte Herzl, que fue mi primer contacto con Jerusalén, vi las grandes diferencias entre Tel Aviv, una ciudad muy abierta y la Jerusalén nueva, una ciudad en la que en muchos rincones se encuentran estelas, carteles, información que forma parte del adoctrinamiento israelita. Muchas menciones a guerras, a soldados muertos, a enfrentamientos con palestinos, a heroicidades, a primeros colonos,... También lo había en Tel Aviv, pero desde mi percepción en menor medida.


Áqaba. Peluquería Paqui. Mayo 2019


Áqaba. Peluquería Paqui y tejas Borja.

Entre cientos de carteles, señales y mensajes en árabe y alguno en inglés, me quedé perplejo cuando leí: “Peluquería Paqui”. Especulé sobre el motivo de ese nombre escrito en español. Era un anuncio. Unos metros más adelante encontré la peluquería de la que iba a pasar de largo, pero escuché una televisión en español, así que entré para obtener una explicación a mi curiosidad. Allí estaba la Paqui dispuesta a dármela. Paqui es una granadina que se casó con un jordano y vive allí desde hace un porrón de años. Sus hijos también son jordanos y ahora los tiene repartidos por el mundo. Ya no volverá a vivir ni a morir a España, pero todos los días pone por la tarde un programa de cotilleos para distraerse ella y sus clientas jordanas mientras les hace la permanente.


De Áqaba volví a pasar la frontera con Israel para ir a Jerusalén y en la frontera, donde hacía unos días había tenido mi extraña relación con los taxistas, veo unos palets de tejas “tejas Borja”. No encontré a nadie de Borja para que me diera una explicación. Pasé la frontera y camino a Jerusalén en autobús.

Áqaba. Mayo 2019


Áqaba

Pasé sólo un día en Áqaba, al sur de Jordania junto al Mar Rojo. Es una ciudad turística semejante a cualquiera española. Los precios están indicados en los productos y restaurantes, lo que supone una gran ventaja y no tener que pasar por el continuo regateo y la sensación de que te han engañado. Es una ciudad muy barata, sobre todos comparándola con Israel o con los continuos timos a los que somos sometidos los turistas en Wadi Musa, la población que está junto a Petra. Comí como un general en un restaurante sirio con un camarero impecable en el trato y servicio. Luego cené por dos o tres euros hasta dejarme comida y eso que yo soy de la generación que antes de dejarme comida en el plato debo pensar en los negritos que no pueden comer.
Tienda donde venden ropa (se supone)

Siempre suelo llevarme a los viajes parte de la ropa más vieja que tengo, por si hay que soltar lastre. En Áqaba unos pantalones que me habían acompañado en muchos viajes comenzaron a hacerse trozos, cómo sólo llevo los puestos y dos más, ante el temor de quedarme en calzoncillos en un día de lluvia, por ejemplo, me compré otros pantalones (sólo me he comprado dos pares de pantalones en los últimos diez años) para asegurarme un repuesto. Los compré por cuatro euros y contento con mi adquisición cuando llegué a casa me di cuenta de que eran tan baratos porque les faltaba un bolsillo que estaba arrancado.

Mar Rojo. Mayo 2019.


Al mar Rojo en calzoncillos.

Autorretrato
Áqaba es una ciudad jordana situada al sur junto al mar Rojo, desde la que estando en Jordania se ve Egipo, Israel y Arabia Saudita. Cuando llegué a mi alojamiento estaba la puerta abierta y no había nadie. Luego vino un chico a limpiar. Dejé mi exiguo equipaje en una habitación y me fui a ver la ciudad con intención de volver al cabo de un rato. Pero paseé más de la cuenta y llegué hasta el Mar Rojo que estaba bastante alejado de mi habitación. Volver a por mi equipaje suponía caminar más de una hora y como no podía dejar pasar la oportunidad de bañarme en el Mar Rojo, con los calzoncillos que llevaba puestos me introduje en el mar y luego me puse a secar. Ese fue el último servicio que me prestaron. Estaban tan apurados que cuando llegué a la habitación los tiré.

Los burros. Petra. Mayo 2019


Los burros.

Yo tengo un burro muy inteligente que responde, cuando quiere, al nombre de Einstein. El de la teoría de la relatividad estaría orgulloso de tener un tocayo así. No hace mucho se salió de la cerca donde lo tengo, de vez en cuando se va a dar una vuelta por el mundo, y lo recogió un hombre que cuando fui a buscarlo me dijo que era un burro gordo, bien alimentado y poco trabajado, lo que me llenó de orgullo, aunque lo de poco trabajado era una expresión, la verdad es que todo el trabajo que ha hecho ha sido acompañarme en alguna excursión.

Ya la tenía, pero la convivencia con Einstein me ha hecho especialmente sensible con los burros, a los que he visto maltratar en el trabajo.

En Petra, sin una brizna de hierba, viven muchos burros que utilizan para llevar a los turistas a todos los lugares, subiendo y bajando por escaleras, recorriendo distancias largas cargados de turistas grasientos, llegando varias veces al día hasta los lugares donde los turistas quieren llegar pero sin dar un paso, con temperaturas propias del desierto.

Lo único que pude hacer es dar a dos o tres burros las peladuras de los plátanos que comía, era mi comida, que devoraban con avidez. Comerán, pero en las muchas horas que estuve en Petra mis peladuras es lo único que les vi comer.
Einstein en un día ve más hierba fresca que lo que estos burros han visto y verán en toda su vida.

Último día en Tel Aviv. Mayo 2019.


Último día en Tel Aviv

Diariamente me hago muchos kilómetros paseando, observando, a veces sentándome para ver cómo pasean los demás y cómo se comportan. Así conozco, me conozco, deduzco, unas veces me engaño y otras me desengaño de una realidad distinta a la que imaginaba.

No había escuchado, ni leído nada sobre el norte de Tel Aviv. Sólo había visto en el google maps que había un río en una zona verde. El descubrimiento fue espectacular. Otra ciudad totalmente distinta se abría a mis ojos y a mis sentidos. Aunque Tel Aviv vive de cara al mar y es una ciudad mediterránea, en el parque Yarkon descubrí una ciudad recién pintada por Soroya, viva, luminosa, en movimiento. Durante horas fui paseando primero por una zona llena de esculturas, de referencias culturales, de mercadillos, de gente bulliciosa y luego por toda la rivera hasta la hora de comer, donde en un restaurante vegetariano me clavaron, como en todas partes, porque Israel es carísimo.

Por la tarde seguí deambulando, tanto que me salí de Tel Aviv sin saberlo y tanto, que me desorienté. Pregunté para volver a la avenida Ben Yehuda, que era donde vivía y me respondieron ¿Ben Yehuda de Tel Aviv?, entonces supe que aquello no era Tel Aviv. Cuando lo confirmé se negaron a decirme donde estaba porque estaba tan lejos que no podía ir caminando. Debía coger un autobús. Mi alternativa fue preguntar por dónde quedaba la playa para orientarme. Y siguiendo el rastro del mar llegué hasta mi casa en esos días.
En esa casa, un hostel, he conocido a gente muy interesante. Una pareja de chilenos que me hicieron un apaño en el teléfono móvil para que no me volviera a perder, una finlandesa que alquilaba su casa para viajar con el importe del alquiler, Aldo, un mexicano que quiere hacerse israelí sin hacerse judío, Piot, un polaco que habla perfectamente español y que va de un sitio a otro sin saber dónde va a dormir al día siguiente, un brasileño con el que me tomé más cervezas que una economía con un poco de sentido no hubiera gastado, un italiano que tenía claro que su único objetivo era ligar bailando ritmos latinos. Todos hablaban español y el idioma vehícular, que era el inglés, pasaba a ser el español en cuanto me veían.

Charlas en Nazaret. Mayo 2019.


Mis charlas en Nazaret

Con todo aquel que puedo entenderme un poco, allí que me pongo a hablar. He hablado en todos los idiomas, aunque me he entendido en pocos.

Mural en las calles de Nazaret.
En Nazaret di con un palestino cristiano que hablaba español. La combinación perfecta y necesaria para mí. Hablamos sobre la situación palestina. Me dijo que ellos estaban peor considerados que los palestinos musulmanes, pero aunque insistí no supo decirme ningún motivo. ¿Y con respecto a los judíos? Me dijo que también estaban discriminados, pero tampoco supo decirme nada concreto. Después de mucho insistir me dijo que los palestinos no podían hacer el servicio militar y eso era discriminatorio y que las viviendas eran más baratas para los judíos.

Que los palestinos no pueden hacer el servicio militar es cierto, que sea discriminatorio ya es una apreciación personal que yo consideraría un privilegio y en cuanto a las viviendas más baratas, estuve en inmobiliarias y allí el precio de las viviendas era para quien las pagara, ya fuera palestino, judío, cristiano o ateo.

Hablamos también sobre educación, derecho a voto, sanidad y me dijo que sí, que en eso todos eran iguales. Por las calles de Nazaret pude ver carteles de propaganda electoral de partidos palestinos que se habían presentado a las elecciones que se habían celebrado recientemente, así como dibujos en muros antiisraelís.

Nazaret. Mayo 2019


Nazaret

Escuchando misa en la cueva donde se produjo la Anunciación.
Estando en Israel, quiérase o no, se tiene la necesidad de visitar todos aquellos lugares que forman parte del acervo cultural de nuestra comunidad educados en una cultura cristiana. Nazaret es una referencia necesaria. Nada más llegar me dí cuenta de dos cosas, que mi apreciado sombrero que llevaba conmigo a todas partes para soportar el inmenso calor que hace, a pesar de ser mediados de mayo, lo había olvidado para siempre en el autobús que me había llevado hasta Nazaret y que en la carretera donde me dejó, a unos metros había un Zara, que fue mi primera visita, para aliviar mi vejiga, antes de llegar siguiendo a muchos curas, beatos y creyentes a la horrible iglesia de la Anunciación.

Parece ser que en aquellos tiempos todo pasaba en las cuevas. Ya estuve en la cueva del monte Carmelo y ahora veo que la anunciación del arcángel Gabriel de que María iba a quedarse preñada de Dios también se produjo en una cueva donde estaban oficiando una misa cuando yo llegué.
No lo sabía, o no lo recordaba, que antes de que Gabriel anunciara a María su próxima maternidad, otro ángel le había dicho que se acicalara, que iba a ser visitada por Gabriel. En Nazaret existe otra cueva, sobre la que se ha edificado otra iglesia, creo que de ortodoxos griegos, donde se conmemora la anunciación de la anunciación.
En esta sinagoga iba Jesucristo a la escuela.
Entonces las sillas no eran de plástico. Pero Jesús ya las
preveía.

Y aunque parece que la Biblia no dice nada del asunto, en Nazaret también se puede visitar la sinagoga donde Jesús iba de niño a aprender, porque fue un Dios que tuvo que aprender como todo humano.


En Nazaret aprendí en parte cómo funcionan estas cosas de los días festivos en Israel. Los judíos tienen fiesta desde la tarde del viernes hasta la noche del sábado, es el sabbat. Los cristianos el domingo y los musulmanes el viernes. Como yo estuve en viernes los establecimientos de los judíos, por la mañana, y los de los cristianos estaban abiertos, pero no así los de los musulmanes.

En los puestos del mercado, además de los objetos religiosos que vendían todos, ya fueran cristianos, judíos o musulmanes, también se podían comprar pañuelos, banderas y fotografías palestinas.

La siesta. Israel. Mayo 2019.


La siesta.

Si la siesta es española, alguien debería registrarla porque la ha adoptado todo el mundo. En Tel Aviv se pueden encontrar en los paseos más populosos zonas habilitadas con hamacas para que cualquier viandante pueda echar una cabezada, a la hora de la siesta, o cuando le apetezca. También se pueden ver zonas, en los bulevares más importantes con mantas en el suelo para que las familias con sus niños coman en medio de la calle, estén recostados y jueguen mientras los paseantes, trabajadores, gente en bicicleta o en patinete circulan a su alrededor.

miércoles, 28 de agosto de 2019

Israel. Mayo 2019. Haifa


Haifa. Monte Carmelo.

Monte Carmelo
Jardines Bahaí
En Haifa, que está al norte de Jerusalén hay dos lugares que visitar, una el monte Carmelo para quienes tenga un interés religioso. Se puede subir en teleférico o caminando. Por supuesto subí caminando, algo que no me recomendaba nadie, pero vaya con quién han ido a parar, pero que es una agradable caminata por el monte y nada pesada, aunque como es un monte cuesta arriba.

En la cima del monte Carmelo hay un monasterio construido sobre la cueva donde el profeta Elías demostró que Yavéh era el auténtico Dios. En este mismo monte se fundó la orden de los carmelitas que da origen a la veneración de la virgen del Carmen.

El otro lugar para visitar en Haifa son los jardines Bahaí que son impresionantes. Merece la pena ir a la ciudad por visitarlos, aunque el resto de la población tiene un aspecto industrial y mercantil poco atractivo.

Los jardines están abiertos al público en una pequeña parte, trabajan como jardineos y guardas alrededor de 150 personas y resulta placentero pasearse por ellos donde no deja de estar minuciosamente cuidada una piedra o una florecilla.

El bahaísmo es una religión surgida en el siglo XIX que pretende representar la unidad de todas las religiones monoteístas y cuyos principios escribió Bahá'u'lláh al dictado de Dios. Tiene unos seis millones de seguidores.

Israel Mayo 2019. Akko.


Akko o Acre

Son dos formas de denominar a la misma ciudad que está al norte de Tel Aviv. Es una ciudad costera, semejante a Jaffo, aunque menos cuidada. La antigua población está habitada casi exclusivamente por palestinos. La población nueva, mucho más extensa está habitada por los judíos. Es una prueba más de convivencia. No sé hasta qué punto se mezclan las poblaciones en sus relaciones sociales y comerciales. A los niños se les ve venir del colegio con sus uniformes unos judíos otros árabes.

En casi todo Israel la información suele estar en hebreo, árabe e inglés, salvo en los barrios que son sólo judíos donde está en hebreo sólo o los sólo árabes donde está sólo en árabe. Ahora bien, la religión lo impregna todo pero con un sentido de la convivencia y transigencia total. Es común encontrar sinagogas junto a mezquitas o iglesias cristianas y grupos de árabes junto a decenas de mujeres judías con el cabello cubierto por pelucas o pañuelos.

Para llegar hasta Akko lo hice en tren. Me resultó llamativo ver desde el tren ciudades con sus rascacielos que surgían de la nada. No había una zona de transición. Era como toparse con los edificios altos de repente y delante el campo desnudo.

Las calles de Akko, luego también lo vi en otras poblaciones antiguas, a veces por recovecos te conducen hasta el interior de las casas como si no hubiera discontinuidad entre lo público y lo privado.


martes, 27 de agosto de 2019

Israel. Mayo 2019. Jaffa.


Jaffa.

Tel Aviv, a pesar de ser una ciudad de reciente creación tiene un urbanismo caótico. Da la impresión de que cada uno ha ido construyendo allí donde ha visto un hueco y luego esquivando casas se han ido trazando calles o avenidas donde cabían. Nada más llegar a Tel Aviv me fui a conocerlo y paseando por la playa hacia el sur, después de unos cuantos kilómetros llegué a Jaffa, que está conectada urbanísticamente con Tel Aviv, aunque es una entidad distinta habitada fundamentalmente por palestinos. Jaffa es un remanso de tranquilidad a pesar de los muchos turistas que la transitan. Supuso el primer contacto con un Israel que es muchísimo más complejo de lo que pensaba. Las iglesias armenias, las sinagogas y las mezquitas compiten pacíficamente en un espacio reducido. Allí los musulmanes me invitaron a celebrar con ellos la comida al final de un día de Ramadán. Por sus calles me encontré con una comunidad de etíopes cristianos que habían sido acogidos como refugiados por los israelíes y que conformaban un colorido, por sus ropas y sus caras, extraño a mis prejuicios sobre Israel.

El Israel que llevaba en mi cabeza, y el instalado en muchas otras cabezas de quienes no lo han visitado, no tenía nada que ver con el que veía.
Lo que podía pasar como una tontería en otra ciudad, una especie de escenario con sillas que reproducían sonidos musicales de instrumentos distintos cuando te sentabas sobre una de ellas, me resultó esclarecedor de lo que me esperaba. Personas que no nos conocíamos, de distintos orígenes, nos íbamos sentando y entre todos conformábamos una orquesta internacional que dirigía cualquier niño que se ponía al frente.

Israel. Mayo 2019. Festival de música


Festival musical.

Es muy raro que en alguno de los viajes que hago no haya alguna actuación musical popular a la que casualmente asista. En Tel Aviv asistí a un concierto pop que no me gustó nada y que no acabé de ver ni escuchar, pero del que quedé encandilado por una persona.

El concierto tenía en un lateral del escenario a una mujer que traducía en lenguaje de signos, para los sordos, las canciones que se iban interpretando. Nunca había asistido a un espectáculo semejante. La mujer lo hacía tan bien, movía su cuerpo y sus manos con tanta delicadeza, comunicación y soltura que con los oídos tapados entendías la musicalidad y la letra de las canciones. Quizás en el segundo tema ya me hubiera ido, pero si aguanté diez o doce fue por contemplarla a ella. Me encandiló.

Las banderas


Las banderas.

Suelo ejercer de español, como una identidad, antinacionalista. Suelo llevar una bandera de España en mis viajes por si fuera necesario sacarla para defender la paz. En este viaje llevaba una bandera que quería entregársela a los ladinos, si los hubiera encontrado, como un acto de no aceptar su expulsión en nombre de los españoles que no lo aceptamos. No hubo posibilidad.

Lo de los israelíes con las banderas es insufrible. Los miles de banderas que he visto estos días superan todas las vistas durante toda mi vida de todos los países. Los coches llevaban una bandera en cada ventanilla y otra forrando los retrovisores, los edificios estaban llenos de banderas, los chupetes y los sonajeros de los niños eran de los colores blanco y azul, la gente se lanzaba espuma con sprays con los colores blanco y azul.

Me dijeron que esto solía durar un mes al año, hasta que se deshilachaban las banderas, porque yo coincidí con la celebración del recuerdo del holocausto y la independencia. Pero me dio de lleno.

El milagro de los idiomas en el aeropuerto


El milagro de los idiomas del aeropuerto.

Desde hace algunos viajes vengo observando un fenómeno que soy incapaz de explicarme. Al estar en un aeropuerto español, en este caso el de Barcelona, la gente que te rodea suele hablar en español. Si te diriges a una persona, si no lo habla, lo habla la de al lado, también se oyen conversaciones en otros idiomas. Al estar en la cola de embarque sigue pasando lo mismo. En el avión se produce una extraña transformación y cuando llegas al aeropuerto de destino, a pesar que llegas con la misma gente con la que embarcaste, ya no escuchas una palabra en español y todo el mundo habla en lenguajes extraños. Comienza una parte de la incomunicación.

domingo, 18 de agosto de 2019

Baño en el Mar Muerto.


Baño en el Mar Muerto.  Israel. Mayo 2019.

No se puede bañar uno en cualquier parte del Mar Muerto. Hay zonas por las que es prácticamente imposible acceder y otras que dicen que pueden presentar un peligro. Además es necesario disponer de agua para ducharte, sino se corre el riesgo de acabar con quemaduras. Conocí a una pareja que habían ido por su cuenta y se habían lavado con unas botellas de agua que se llevaron. Después de mi experiencia, no es aconsejable. Lo recomendable es acudir a alguna de las playas que disponen de servicios, como agua para beber y para ducharse. Eso supone pasar por taquilla. Tiene un coste de entre 10 y 15 euros, pero sin duda vale la pena pagarlos.
Nadie me hizo foto bañándome. 
Todos tenían las manos muy saladas. 
Temía quedarme con la cámara en el mismo estado.

El ir bajando con el autobús por debajo del nivel del mar, el tener la impresión de que me estaba sumergiendo en un mar de aire junto a burbujas de peces inexistentes en una zona desértica que conserva el relieve de un antiguo mar, me impactó más que el Mar Muerto. Un mar de aguas muy tranquilas en el que tu cuerpo resulta sorprendido al no hundirse, más en el caso del mío que es el de un pésimo nadador, pero poco más. Después de diez minutos de baño, con el cuello dolorido para no meter la cabeza en el agua, el cuerpo se hace a la idea y la experiencia está superada. Que no se mojen los ojos lo advierten por todas partes. Hay que tener realmente toda la precaución necesaria, pues con el calor que hacía me mojé la frente y un par de gotas entraron en mis ojos. Qué mal lo pasé. Pensé que ese era el comienzo de una larga carrera en la ONCE. Me picaban y no podía restregarlos porque las manos las tenía mojadas, además que posiblemente los hubiera dañado más por los granos de sal que debía tener bajo los párpados. Salí precipitadamente dispuesto a buscar la ayuda de algún médico. Al poco fue remitiendo el escozor, vi que el dolor lo iba controlando, me duché para limpiar los ojos y finalmente sobreviví dejando para otro momento el aprendizaje del braille.

Ir al Mar Muerto

Mi pequeña aventura para ir al Mar Muerto. Mayo 2019.

A 413 metros por debajo del nivel del mar (Mediterráneo), 
en el bar más bajo del mundo


Para ir al Mar Muerto fui a comprar un billete en un autobús de línea regular. Me preguntan que cuál era mi destino. Contesté que el primer lugar donde pudiera bañarme en el Mar Muerto. El vendedor le supo mal y me dijo que el destino lo debía decidir yo, no él. Le insistí. Me dijo que él no decidía por mí. Volví a insistir y entonces de malas formas me dio un billete que pagué. El billete escrito en hebreo pondría dónde iba, pero yo lo ignoraba. Cuando subí al autobús el conductor me preguntó que si iba a En Gedi (que era lo que figuraba en el billete) y curiosamente era el nombre que yo sabía que era un lugar donde no se podía uno bañar. El vendedor me había dado justo lo contrario de lo que yo le había pedido. Al conductor le dije que no, que yo quería bajarme en el primer lugar donde me pudiera bañar. Me dijo que pasara. El autobús iba lleno. Yo iba maquinando qué hacer sabiendo que después de Ben Gedi había un lugar de baño y que me iba a pasar más allá de lo que ponía en mi billete. Algo pasaría. El autobús hace una parada, bajan varias personas y yo sigo agazapado. El conductor me busca con la mirada hasta que me encuentra y me dice: “¿no querías bañarte?, pues aquí podrás hacerlo, baja”. Allí me bajé y allí me bañé, en las playas de Kalya.

Jerusalén. La Vía Dolorosa.

Si no lo entendí mal, por aquí celebró 
Cristo su última cena

Jerusalén. La Vía Dolorosa. Mayo 2019.

Hace años tuve la ocasión de mantener una larga conversación con el filósofo Gustavo Bueno. Me dijo que en España todos éramos cristianos y marxistas. Independientemente de las creencias religiosas y políticas de cada uno todos nos habíamos educado en la cultura cristiana y habíamos estados influidos para bien o mal por la cultura marxista. Estoy de acuerdo. Yo que no tengo religión, pero que conozco mucho a la cristiana he visitado casi todos los lugares de Israel vinculados al cristianismo. Me había propuesto, incluso, realizar el recorrido de la Vía Dolorosa, que se supone que es el recorrido original del Vía Crucis. Sabía que los franciscanos hacían todos los viernes el recorrido y tuve intención de ir, pero no pude. La fui a hacer por mi cuenta, pero me pareció excesivo. Me encontré con la quinta estación y el Cirineo y allí comencé sin mucho convencimiento mi recorrido que no llegué a acabar.

Gastar dinero


Gastar dinero. Israel . Jordania. Mayo 2019

No pido mucho, poder hablar sin cambiar la voz, 
caminar sin muletas, hacer el amor sin que haya que pedir 
permiso, escribir en un papel sin rayas. (Kiko Veneno).
Soy un anticonsumista, a veces exagerado. Curiosamente me he encontrado en este viaje con otras dos personas que son parecidos, Javier un músico que vive en China y que pronto va a comenzar a trabajar en la orquesta de Tel Aviv e Iris una zaragozana que vive en Israel desde hace años. Iris, que tiene una situación económica acomodada, me dijo esta ropa que llevo puesta me la han dado mis vecinos. Como saben que no consume, antes de tirar ropa usada se la dan ella.






Si en Israel estuve en mercados y mercadillos fue por conocer cómo se mueve la gente, qué compra, qué se vende y cómo, cuáles son los hábitos. Suelo pasar mucho tiempo en estos lugares, incluso en grandes superficies. Sólo de observador, no de consumidor. A estas alturas no sé consumir. Tengo problemas cuando debo gastar dinero por necesidad.


En Jordania tuve que sacar dinero de un cajero para pagar a un taxista. Al final, después de comer y demás me sobraban 45 dinares que debería gastar antes de volver a Israel. Comí sin ganas por ir gastando, bebí más refrescos que en todo lo que llevaba de viaje, compré los regalos con los que obsequio a mi familia cuando vuelvo, me compré unos pantalones porque se me rompieron los que llevaba y aún me quedaban 20 dinares, de los cuales 10 deberían ser para el taxista que me llevaría hasta la frontera. Después de tantos excesos aún me quedaban 10 dinares que fui incapaz de gastar. Cuando llegué a Israel debía coger un taxi hasta la estación de autobuses. El taxista me dio la opción de pagar en dinares y le entregué los 10 que me quedaban suponiendo para mí una liberación al haber consumido todo lo que tenía.

Interrogatorios en Israel.


Interrogatorios. Israel. Mayo 2019.

Las medidas de seguridad en Israel son escandalosas. A los dos días de estar ya estás acostumbrado y ves normal pasar por un arco de seguridad y un registro para entrar en un supermercado o para coger un autobús, por ejemplo. En los controles fronterizos también. Cuando entré de Jordania a Israel debía reunir todas las condiciones de sospechoso porque entre la gente que pasaba sólo a un árabe y a mí nos interrogaron.

Me preguntan que si viajo conmigo mismo (yourself), refiriéndose a solo. Contesté que sí, aunque la verdad es que querría haberle explicado la realidad de mi soledad, pero me faltaba mucho vocabulario para explicarle que a veces ni yo mismo me acompaño y el José Alberto pensante y el José Alberto viajero van cada uno por caminos distintos y en ocasiones irreconciliables.
Luego me pidió que le explicara por qué viajaba conmigo mismo. ¿Cómo explicarle que es el precio que tengo que pagar para sentirme libre (y no siempre)?, así que me encogí de hombros para darle a entender que no lo tenía claro.

¿Dónde va? A Jerusalén, respondí. ¿Tiene amigos allí? No ¿Tiene familia allí? ¿Para qué va?
Las respuestas en estos interrogatorios siempre son falsas. Se acomodan a lo que quiere escuchar el interrogador. La verdad es que tenía amigos en Jerusalén, lo que aún no los conocía. Iba a conocerlos. 
Sinagoga sefardí donde fui a conocer posibles hablantes
de ladino, porque me dijeron que era la que más vínculos
con España tenía. Quien estaba entonces no supo darme ninguna
razón de quién pudiera hablar ladino.

Para un ciudadano del mundo como yo que tiene por familia a la humanidad ¿cómo decirle que sí tenía familia? Me preguntarían por el nombre de todo y yo los desconocía porque no importaban los nombres, sino las personas. Eran familia mía, algunos parientes lejanos, muy lejanos y otros familiares con los que no me llevaba bien, pero para mí todos formábamos parte de la misma familia. La respuesta, ya lo he dicho, fue que no tenía familia. Si hubiera dicho la verdad igual no me dejan pasar. ¿Cómo iba a entender que palestinos y judíos son parte de mi familia?

¿Para qué va? Pues para conocerlos, debería haberle respondido. Me encogí de hombros. Debió pensar “este abuelo no sabe ni dónde va ni lo que quiere” y me dejó pasar la frontera del estado de Israel.

El ladino. Israel. Mayo 2019.


El ladino. Israel. Mayo 2019.

La comunidad etíope es muy numerosa en Tel Aviv. Hay un
barrio próximo a la estación de autobuses donde es difícil ver
a un blanco. Ellos no hablan ladino.
Los judíos españoles fueron expulsados de España en 1492. Desde entonces prácticamente no ha habido judíos en España. Por si quedaba alguno Franco los tenía en su punto de mira con aquello de la conspiración judeomasónica. Pero los judíos españoles expulsados en 1492 siguieron conservando su idioma, el español y en algunos casos la llave de su casa por si alguna vez conseguían volver. Uno de los objetivos que tenía en mi viaje era contactar con estos judíos para conocerlos de primera mano, ver su realidad y el recuerdo que generación tras generación se habían transmitido. En Tel Aviv me dijeron que allí no encontraría ninguno. Estuve en un sinagoga que era la más importante de los sefardíes, (los sefardíes son en su mayoría descendientes de españoles) a la que me remitieron, y me dijeron que no conocían a nadie. También estuve en Jerusalén en el barrio Ohe Moshe donde me dijeron que vivían los ladinos. Pregunté a casi todos los vecinos del barrio, pero no pude dar con ninguno. Sólo con unas mexicanas judías que estaban de turismo y que ellas conocían algunas canciones en ladino que me cantaron. Avi, mi amigo israelí en cuya casa me alojé, era sefardí. Sus abuelos hablaban ladino y él recordaba algunas palabras que había oído a su abuela y alguna canción que me cantó varias veces.

La única persona que hablaba ladino la encontré por casualidad en Tel Aviv. Le fui a preguntar por una dirección y por mi mal inglés y mi acento enseguida dedujo que era español y se puso a hablar un español torpe, pero entendible conmigo. Hablaba ladino. Sus padres, descendientes de españoles, vivían en Turquía, hablaban entre ellos en turco, pero con sus hijos en español medieval y así lo aprendió. Llevaba muchos años sin hablar con nadie en ladino y de ahí su torpeza al hablar. Él ya no lo hablaba con su familia y se podía dar por perdido en lo que a su rama se refería.
Lo que he podido constatar es que en Israel es difícil encontrar a alguien que lo hable y los pocos que lo hacen son los últimos que conservan este legado cultural. Creo que algún ministerio o el Instituto Cervantes deberían hacer algo porque será una gran pérdida.

Hablando español. Tel Aviv. Mayo 2019.


Hablando español. Tel Aviv. Mayo 2019.

Hace unos años me encontré en Moscú a una pareja de abueletes de Zaragoza que me daba la impresión de que iban un poco perdidos. Viajaban solos. No estaban perdidos, se defendían preguntando todo, volviendo hacia atrás si les decían que por allí no y volviendo a intentarlo de otra forma. Pensé que sin querer se habían metido en un viaje a Rusia. Hablé con ellos y mi sorpresa fue escucharles que ya era el séptimo viaje que hacían a Rusia y que iban ellos solos, por su cuenta, algún año habían ido con otra pareja. Les pregunté si hablaban ruso. No hablaban ni ruso, ni inglés. ¿Cómo hacéis para entenderos? Me dijeron que en todas partes había alguien que sabía español. Me quedé sorprendido porque no creía que fuera así.

No sé si será una experiencia que conlleva la edad, pero me está pasando algo semejante. En casi todo momento que estoy en apuros sale alguien hablando español, que sabe de qué va la cosa y me echa una mano.

Playa de Tel Aviv con el moquero mojado al cuello para refrescarme.
En Tel Aviv debía coger un autobús el sábado, fiesta total para los judíos. Todos con los que me relacionaba me habían dicho que no había autobús el sábado. En internet quetodolosabe ponía que no había autobús el sábado. Fui a la estación y me dijeron que sí, que salía uno a las once. Como era una situación confusa para mí porque en ninguna parte ponía que hubiera autobús, hacía preguntas y expresiones absurdas en mi limitadísimo inglés. La informadora me lo dijo bien claro en español. Ante una situación de apuro allí estaba el hada de los abueletes.

El sábado cuando fui a tomar el autobús la estación estaba cerrada. Daba vueltas por uno y otro lado (una estación enorme) y todo cerrado. Pregunté en alguno de los comercios que estaban abiertos en los bajos de la estación y todos me decían lo mismo, que la estación no se abría hasta por la tarde porque era sabat. Yo decía que tenía un autobús a las once. Me decían que era imposible. Seguía caminando por ver si por alguna rendija podía meterme a la estación. Entonces acudió en mi ayuda una chica sudamericana que me dijo que no me preocupara, que la estación la abrirían a las diez y media y debía estar en determinada puerta. Así fue.

La torre de Babel de Petra


La torre de Babel e Petra. Mayo 2019.

Para entrar en Petra tienes que pasar por taquilla. Unos sesenta euros la entrada de un día. Por lo tanto Petra es una ciudad museo en la que sólo hay turistas. Los únicos lugareños son los que trabajan para los turistas. La mayoría de turistas van en grupos organizados con su guía con su bandera que se va abriendo paso por entre la gente. Para quien va de verso libre como yo resulta interesante ir escuchando explicaciones en todas las lenguas, aquí coreanos, al otro lado chinos, muy cerca un grupo de argentinos, unos pasos más adelante ingleses, detrás unos alemanes y así un montón de lenguajes distintos.

Edificio denominado Monasterio de Petra, a donde no todo el mundo llega.
La de veces que me he acordado de la mala leche de Dios que porque unos hombres intentaron hacer una torre que no llegaba a la décima parte de cualquier rascacielos actual confundió a todos haciéndoles hablar lenguas distintas. Con lo cómodo que hubiera resultado dejar el español para todo el mundo, con lo fácil que es de entender y hablar.

Yendo por Petra una pareja iba unos metros detrás de mí hablando en inglés. En un momento la chica dijo en español: “ya no puedo más, déjame hablar en español”. Su compañero se quedó callado y mirándola sin contestar, yo que me había girado al escuchar la expresión que me sorprendió y vi la expresión callada del compañero, le dije: “yo te dejo”. Nos reímos y me explicó que hablaba perfectamente inglés porque vivía desde hace tiempo en Londres, pero con el calor que hacía en Petra le suponía un esfuerzo añadido hablar en inglés y aún sudaba más. Necesitaba hablar en español para relajarse y durante un paseo estuvimos hablando de vida y milagros de cada uno en la torre de Babel de Petra.


Petra. Mayo 2019.

No sé por qué cuando alguna vez veía alguna información sobre Petra me parecía que yo nunca iba a estar allí. Son esos bloqueos a los que uno está condenado. He estado dos días en Petra. La mayoría de los turistas que van con un viaje organizado suelen estar un día y creen que lo han visto todo. Yo en dos días y andando ligero he dejado muchas cosas por ver. Es cierto que puede llegar un momento en el que tantas piedras llegan a empalagar y ya te da igual ver una más que otra. En algún momento tuve esa sensación el primer día, pero no el segundo que me ha permitido saborearlo todo lo que he visto con mayor placer.

No imaginaba que la ciudad antigua de Petra fuera tan extensa, pensaba que sería poco más de las imágenes que habitualmente vemos en revistas. Tiene un teatro cavado en la tierra, que según tenía capacidad para 8.000 y otros dicen que para 4.000. Es fácil contar los que caben, a no ser que uno los ponga muy pretetes. Se considera que habría unos 20.000 habitantes. Una barbaridad para la época y para la situación en medio de un desierto.

El moquero resulta imprescindible para cualquier viaje
Aplaca el calor, sirve para hacer algún atraco, tapar una herida,
incluso para limpiarse los mocos entre otras muchísimas
aplicaciones.
El mayor problema es el aire acondicionado de la ciudad. Como está en el desierto para darle ambiente lo ponen a una temperatura altísima y resulta muy molesto, sobre todo subiendo las eternas escalinatas que llevan hasta un punto denominado Monasterio, que es precioso y al que la mayoría de los turistas que van en grupo no suelen llegar.

Por el medio de Petra en todos lados hay niños pequeños vendiendo y gente alquilando burros para llevarte hasta el punto que quieras incluyendo los que tienen una acceso difícil por escalinatas difíciles para algunos humanos y de peldaños incontables. En el papel que te entregan junto al plano y en el documental que proyectan antes de la entrada en Petra te da una serie de consejos entre los que dice que debes denunciar si se maltrata a los animales, si se les hace subir por escaleras y si hay niños trabajando. Hay cientos de niños, de ocho o diez años, trabajando y centenares de burros subiendo por las escaleras llevando en sus lomos a rollizos turistas. Por supuesto delante de otros cientos de policías de todo tipo.

jueves, 8 de agosto de 2019

Precios en Jordania e Israel


Mayo 2019.


Jafa al sur de Tel Aviv.
Es muy común en países poco desarrollados que los precios de todas las cosas sean distintos para los locales y los turistas. En Jordania es escandaloso. No es que tengan dos listas de precios, sino que al turista le cobran según la cara que le vean, tres, cuatro, cinco o seis veces más que al local. Fui a comprar pan de pita a una panadería y al jordano que estaba delante le cobraron cuarenta céntimos y a mí un dinar. El dueño del hotel me advirtió que tuviera cuidado con los precios porque a los turistas nos aplicaban otro. Que si tenía alguna duda que confiara en él. Me lo dijo nada más llegar. Le pregunté si tenía agua para venderme, porque el agua de aquí para los occidentales nos puede producir cagaleras, me dijo que sí y me vendió una botella por un dinar. En las tiendas, en las que venden más caro a los turistas, sólo valía medio dinar. Así que la primera en la frente.
En Israel no te engañan. Los precios son los mismos para todos. Sólo en algún barrio palestino es necesario regatear. No hace falta el engaño. Excepto el transporte, todo es carísimo. Estaba hablando con un alicantino de la caro que era todo y me dijo que se había encontrado a un sueco y se había asombrado de lo caro que estaba todo. No es necesaria más explicación.

Ramadán en Jordania.


Jordania. Mayo 2019.

Ramadán en Jordania.

En Wadi Musa, que es la ciudad que está a las puertas de Petra, imagino que casi todos sus habitantes son musulmanes. Lo palizas que son estos días del Ramadán es inimaginable. Cada poco están lanzando cánticos, oraciones, plegarias o yo qué sé desde la mezquita con unos altavoces tan potentes que se escuchan en toda la población, que aunque no debe tener muchos habitantes es muy extensa. Mi habitación, que está bien aislada, no puede parar el grito del muecín. Y no es una llamada a la oración, sino que se puede pasar más de veinte minutos con un hablar cantarín que se mete en los sentidos (cuando esto escribo ya lleva cerca de una hora y aún sigue, una hora después para no aburrir se ha dirigido a los musulmanes y a mí la voz de un niño, llevamos con el salmo o lo que sea más de hora y cuarto y la cosa parece no tener fin). De vez en cuando carraspea y también se oye en todo el pueblo sus carraspeos. No sólo durante el día, también durante la noche. La primera noche me despertaron sus oraciones primero sobre la una de la mañana y luego sobre las tres. En los dos casos veinte minutos de plegarias.

Deben tener algún remordimiento porque me invitaron a tomar dátiles, dulces, un vaso de agua y otro de una especie de yogur tan líquido como la leche y muy salado. De vuelta al hotelillo donde estoy alojado, el dueño estaba en la recepción haciendo sus oraciones mirando a la Meca sobre una alfombra. Cuando acabó dejó la alfombra y cogió el móvil.