miércoles, 14 de noviembre de 2018

Vuelta a casa. Serbia.


Vuelta a casa. Serbia 2 octubre 2018

El aeropuerto de Belgrado no dispone de la posibilidad de hacer el registro por medio de internet. Ya hacía tanto tiempo que no lo hacía manualmente que tenía ciertas dudas de si subiría al avión presentando sólo el carné de identidad. Esperé al lado de una chica española y descubrí que su duda era la misma. No hubo problema. El DNI fue suficiente.

La chica, muy maja de carácter y joven de edad, y yo tuvimos una conversación amena y agradable, hasta que se manifestó como nacionalista gallega y siendo estudiantes del último año de economía me justificó su nacionalismo diciendo que los de Teruel nos llevábamos el dinero de los gallegos para mantener nuestros naranjos y que Galicia mantenía el suministro eléctrico de España gracias a sus dos centrales nucleares.

No discutí, hablamos de cosas más importantes para seguir manteniendo nuestra amistad efímera. Así que desde entonces estoy buscando los naranjos turolenses y consumiendo energía nuclear gallega cada vez que le doy al interruptor.

Nuevo Belgrado. Serbia


Nuevo Belgrado. Serbia 1 de octubre 2018.

Junto al río Sava se levanta Nuevo Belgrado, que forma parte del área metropolitana de Belgrado. Nadie suele recomendar su visita. Un paseo por esta ciudad va descubriendo muchas cosas con gustos y disgustos. Las zonas verdes son amplias. Los edificios están agrupados en manzanas que en su interior albergan en grandes zonas abiertas diversos servicios, desde pistas de tenis a restaurantes y bares o tiendas.

Surgió en el periodo comunista y es que estos comunistas no sabían hacer las cosas bien, ni aun partiendo de cero. Los edificios se ven decrépitos. Parece que olvidaron que en un futuro los trabajadores podrían llegar a tener vehículos y no hay garajes. Las partes interiores de los patios resultan tristes. Las distancias entre los bloques es grande. Los espacios abiertos son muy generosos.
Mi conclusión es que podía haber sido mucho mejor y no debe dejar de visitarse entrando en los patios interiores para descubrir distintas funciones a las que se han destinado.

Oficios. Serbia


Oficios. Serbia 29 septiembre 2018
Paseando por las calles de Belgrado descubres muchos comercios donde se prestan servicios que en otros países están desaparecidos, o casi. Algunas de las farmacias tienen el encanto de parecer estar preparando continuamente recetas magistrales.
Pasé por una perfumería, donde no vendían perfumes de marca anunciados en televisión, sino que elaboraban tu propio perfume como en la obra “El perfume” del alemán Patrick Süskind. Es otra opción que presenta hoy Belgrado, ir descubriendo establecimientos únicos.

La mezquita y otras hierbas. Serbia


La mezquita y otras yerbas. Serbia 29 septiembre 2018.

Toledo se vende como la ciudad de las tres culturas (cristiana, musulmana y judía). Novi Sad va más allá y se anuncia como la ciudad de las siete religiones. En Belgrado, hay templos para ortodoxos serbios, para ortodoxos ortodoxos, para católicos, sinagogas y mezquitas. Imagino que aún habrá más porque esto de las religiones prolifera como los puestos de palomitas de maíz.

La ventaja que tienen las religiones, es que como realizar templos les salía muy barato, hay algunos realmente hermosos. Hoy, sin buscarlo, me he encontrado con una mezquita realmente bonita. Coqueta, construida en piedra, acogedora. Tanto que me ha entrado el punto místico y he estado a punto de recitar el Corán. No figuraba en ninguna referencia turística como lugar de interés. Para mí ha sido un agradable descubrimiento.

Serbia y Europa.


Serbia y Europa. Serbia 28 de septiembre de 2018

Imagino que los serbios querrán formar parte de la Unión Europea. Me he fijado en las matrículas de los vehículos serbios, y también de otras repúblicas de la antigua Yugoslavia. Son iguales que las de España, con la misma distribución, pero en la parte azul de la matrícula, donde está el nombre del país, en la parte de abajo pone, como es lógico SRB, que corresponde a Serbia. Encima de las iniciales continúa el azul a la espera de que un día ingresen en la Unión Europea y puedan imprimir su círculo de estrellas.


Los semáforos. Serbia.


Los semáforos. Serbia. 27 septiembre 2018

En una ocasión, en Nueva York, había un semáforo en rojo para los peatones. Una policía estaba a mi lado y no crucé la calzada por temor a que me dijera algo a pesar de que no pasaba ningún coche. La policía me miró y me preguntó que por qué no pasaba. Le dije, que porque el semáforo estaba en rojo. Me preguntó, ¿pero pasa algún coche? No. Entonces qué coño haces esperando. Creo que esa ha sido la única vez en mi vida que he esperado en un semáforo pudiendo pasar y tuve la suerte que una policía me pusiera en mi sitio.

Creo que es genético. No puedo esperar, a cruzar la calle aunque me juegue la vida. Es genético. Mi padre hacía lo mismo.
En Belgrado todavía me he aventurado más y es que los semáforos en rojo para los peatones van marcando los segundos que quedan para que se tornen verdes. Me desespera que me diga: “te quedan 90 segundos hasta que puedas pasar y mientras lo único que puedes hacer es contemplar cómo pasa tu vida, segundo a segundo delante de mí”. Pues no. Me lanzo al ataque y cruzo en cuanto puedo y le digo al semáforo: “ahí te quedas con tus segundos, adminístralos como puedas, pero yo ya estoy al otro lado disfrutándolos”.

Aquí estuvo el anciano lobo estepario. Serbia.


El lobo estepario estuvo aquí. Serbia. Septiembre 2018

Siendo un adolescente leí “El lobo estepario” de Hermann Hess. Es de los libros que dejan huella en los adolescentes. Luego lo he releído varias veces y tengo dudas de si hemos llevado vidas paralelas o soy producto de la lectura del libro. Lo cierto es que soy un lobo estepario. Si alguna variación hay es en que cada vez soy un poco menos lobo, por la edad, pero más estepario. Viajo solo y no sé viajar en compañía y me cuesta trabajo permanecer al lado de las compañías ocasionales. La soledad, mi continua soledad es el precio que debo pagar a mi libertad.

Disfruto con esa sensación de libertad cuando estoy corriendo por lugares solitarios sin que nadie en el mundo sepa dónde estoy, saludando a las personas que desconozco y me encuentro, dándolas a entender que pertenezco a su mismo grupo de animales, pero poco más. A veces entablo conversaciones, que pueden ser breves o largas, pero con final definido, sin continuidad ni dependencia.

En ocasiones me gusta dejar una huella. Una huella diminuta en lugares que posiblemente no vea nadie. Pongo una pegatina de las que me hizo mi hermano Kike en las que con una caricatura que me hizo mi hija Violeta pone “aquí estuvo el anciano lobo estepario”. Las pongo en lugares donde no molesten, no ensucien y posiblemente nadie las vea. Es la pequeña ilusión, ilusa, pensando que el lobo dejó una huella en el barro en Belgrado, como si la lluvia y el viento no fuera a borrar esa huella a las pocas horas.

Aquí estuvo el anciano lobo estepario. (En el planeta Tierra).

domingo, 11 de noviembre de 2018


Medio maratón. Serbia 30 septiembre 2018

No había ido a Serbia a correr medio maratón, pero casualmente, durante mi estancia había programado uno, así que me apunté.

Generalmente cuando me voy a alguna carrera nadie me dice nada. Salgo de casa, corro y vuelvo. Entonces mi hija me pregunta ¿Y? y es cuando le cuento cómo me ha ido y lo que me he cansado.

En la casa donde vivo, además de los dueños, que ahora se han ido a casa de los padres de ella, hay un norteamericano y una alemana. Los dueños, el norteamericano y la alemana me han deseado suerte en mi carrera. Incluso el americano, cuando ha escuchado que me había levantado para irme a correr, se ha levantado para desearme suerte. Es todo un acontecimiento sentimental en mi vida de lobo estepario.

Los serbios no corren mucho, porque haciendo un mal tiempo he quedado el 71 de entre unos 800 corredores y en mi categoría de anciano el primero. 

De la carrera guardo dos detalles. Uno es que siendo yo que soy antinacionalista, en las carreras saco de mi bolsillo la bandera de España y la levanto en el último o dos últimos kilómetros. He sido jaleado, por el poco público que había y he escuchado gritos a favor de España. Soy patriota en oposición a nacionalista. 

El otro detalle es que a mitad de carrera, más o menos, que discurría por el Nuevo Belgrado, había tres abuelas que posiblemente estaban esperando a que pasáramos los corredores para cruzar la avenida y al verme han gritado entusiasmadas “Bravo (luego algo que no he entendido) generacie”. Me ha quedado claro que se alegraban de que hubiera un corredor de su generación. Me han seguido aplaudiendo y jaleando entusiasmadas hasta que me han perdido de vista. Yo les he correspondido con sonrisas y saludos. El anciano lobo estepario corriendo.


Las palomitas. Serbia.


Las palomitas. Serbia. 26 septiembre 20018

Si se tiene en cuenta el número de puestos callejeros que venden palomitas de maíz y helados, llegamos fácilmente a la conclusión que para que estos negocios sobrevivan es necesario que cada serbio se coma media docena de bolsas de palomitas cada día y cinco helados.

Cada pocos pasos hay un puesto. Es economía de subsistencia. No puede dar mucho de sí. Es obvio. A veces veo a una chica en su puesto de palomitas, detrás de una montaña de copos de maíz y que se lleva un puñado de su mercancía a la boca. Tiene que ser el hastío porque pasarse ocho o diez horas diarias detrás de un montón de palomitas un día sí y otro también tiene que ser motivo suficiente para aborrecerlas.

Me ha llamado la atención la forma correcta de vestir de los vendedores. No tenía por qué ser incorrecta, por supuesto, pero algunos parecen trabajar para el Corte Inglés, con su traje y su compostura de dandi esperando que alguien compre un cucurucho de palomitas o un helado con el mismo sabor que el del puesto que está a ciento cincuenta metros.

Es la economía de supervivencia.

El Danubio y la isla de Ada. Serbia.


El Danubio y la isla de Ada. Serbia. 25 de septiembre 2018

Al proceder de una tierra donde el agua es escasa, donde el Guadalope es un pequeño aprendiz de río, contemplar el Danubio me produce un placer que cada día se va renovando. 

Me he pasado mucho tiempo contemplándolo. Imaginando qué se podía hacer con tanta agua en mi pueblo. Calculando con qué tramo del Danubio se puede llenar uno de los pantanos que regulan el Guadalope en unos segundos. 

Me fascina la vida que se desarrolla en torno al río. Pescadores, barcos con pasajeros, incluso barcos militares, viviendas y restaurantes flotantes y sobre todo mucha vegetación, muchos peces y muchas aves. Mucha vida de todo tipo.

Casi todas las mañanas he ido corriendo por su ribera en un paseo peatonal y para bicicletas que es magnífico. Lo he disfrutado corriendo. Hoy lo he querido disfrutar caminando.

Me he ido desde casa hasta la isla de Ada, que está en el río Sava, un afluente del Danubio que desemboca en Belgrado. Como no es temporada turística, hay poca gente y muchos establecimientos están cerrados. Me ha hecho un día espléndido, con el sol justo. Aunque no suelo comer cadáveres, no tenía muchas opciones y me he comido una pljeskavica que es una hamburguesa serbia, con mis patatas fritas y todo. Me ha sentado estupendamente sentado junto al río.

Un brazo del río Sava a su paso por la isla de Ada está cerrado en sus extremos y forma un lago artificial al que he dado la vuelta, unos ocho kilómetros disfrutando de cada paso. A veces el placer está en cosas tan sencillas que desearíamos que nos cobraran para saber su precio, que no su valor.

Cuando abandonaba la isla y el lago iba volviendo la cabeza a cada instante para asegurarme de que iba a mantener en el recuerdo todas las gratas sensaciones que había sentido.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Novi Sad. Serbia


Novi Sad. Serbia 24 septiembre 2018

Entrar en la plaza del Ayuntamiento de Novi Sad impresiona gratamente. Más en mi caso que accedí a través de algunas callejuelas. Llegar a una plaza abierta, con proporciones muy humanas, colorida pero lo justo y con un ambiente, el que yo vi, ameno pero no agobiante es un lujo.

Novi Sad es la segunda población en tamaño de Serbia. La zona central es la más bonita. A mí me satisfizo pasear una y otra vez por las mismas calles y meterme por unos callejones que pasan por entremedio de las casas con algunas tiendas o rincones sorprendentes. Estuve toda una mañana andando y desandando.

Por la tarde fui, también caminando, está muy cerca, a ver la fortaleza de Petrovaradin. Es una fortaleza inmensa que según cuentan no pudo ser nunca conquistada. Para hacerse una idea de las dimensiones sólo hay que tener en cuenta que su interior sobrepasa las 100 hectáreas (200 campos de fútbol y no cien como dicen muchos periodistas).
Desde la cima, la imagen del Danubio, del que me he enamorado, vuelve a ser espectacular.
Antes de volver a casa, para guardar una buena imagen en la retina me he vuelto a pasar por la plaza del Ayuntamiento. Me he sentado un rato y he escuchado a un anciano que vestido con ropas tradicionales cantaba música serbia.

domingo, 4 de noviembre de 2018

El muerto. Belgrado.


El muerto. Serbia 23 septiembre 2018
La calle Mihaila de Belgrado es peatonal. Viene a ser como Las Ramblas de Barcelona, donde se dan cita todos los turistas. Muchos de los días que he estado en Belgrado, antes de volver a casa me daba un paseo de extremo a extremo de la calle donde hay algún espectáculo callejero (muy pocos), y un buen ambiente.

Toda Serbia está lleno de dos tipos de puestos callejeros; los de helados y los que venden palomitas.

En la calle Mihaila, al final había un puesto de helados. Paseando llegué hasta el final, vi a dos policías y dos paisanos, que no llamaban la atención, la gente paseaba tranquilamente, como todos los días, pero a mí me llamó la atención que a sus pies había una persona a la que habían puesto un plástico para cubrirla. Era un hombre muerto. 

Debía haber fallecido hacía muy poco porque no había ni servicios sanitarios, ni juez ni nadie.
Es uno de esos momentos de meditación obligada. Un hombre que había salido de su casa con las ilusiones de todos los días y que sin imaginarlo había encontrado el final junto a un puesto callejero de venta de helados. Supuse que había sido una muerte fulminante.

Al día siguiente, cuando pasé por el mismo lugar, el puesto de helados estaba cerrado y también al siguiente, por lo que deduje que el muerto era el hombre que tenía el puesto. Al cuarto día el puesto estaba abierto. Ignoro si sería el mismo hombre o ya tenía un sustituto siguiendo la máxima de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”.

sábado, 3 de noviembre de 2018

Moto GP en Belgrado


Moto GP en Serbia. Serbia 23/09/2018

Si hay un deportista que abre las puertas en cualquier parte de Serbia y también en gran parte del mundo es Rafa Nadal, que aquí llaman Rafael Nadal. Es un deportista muy estimado y respetado y eso que un serbio es uno de sus rivales más directos.

Si no sabes ni una palabra de serbio, dices Rafael Nadal y ya comienza a haber comunicación. Luego puede encaminarse o desviarse un poco cuando te obligan a que te definas si eres del Madrid o del Barcelona. Yo iba respondiendo que del Partizán, con el riesgo de que el interlocutor fuera del Red Star (son los dos equipos de fútbol de Belgrado). Tuve suerte y siempre di con aficionados del Partizán.

Paseando, sin preverlo fui a dar con el pabellón del Red Star, donde iba a comenzar un partido de baloncesto contra un equipo croata. Tuve la duda de entrar a verlo, por disfrutar del ambiente. Luego pensé que igual me sentaba con la afición equivocada y podía tener problemas. La idea de ver el partido la rechacé definitivamente cuando en la entrada al pabellón había una señal que prohibía entrar con armas de fuego.
También paseando en una calle veo una pantalla de televisión con una carrera de motos y un piloto saltando por lo aires. Me llamó la atención, me paré, vi la repetición y las imágenes que siguieron. Reconocí el lugar, era la carrera de moto GP que se estaba celebrando en Alcañiz, mi pueblo. Estaba puesta en tres pantallas en otros tantos bares que me encontré en la misma calle. Lástima que no había nadie mirando para decirles que ese era mi pueblo (y de otros muchos más).