lunes, 19 de marzo de 2012

Otra de cementerios

Placa en la sinagoga que recuerda el año en que llegaron a
Marrakech los españoles expulsados por no ser cristianos.
Quien me haya leído sabrá mi costumbre de visitar cementerios. Ningún vicio, nada macabro ni escatológico. Sólo que me gusta saber cómo tratan los diversos pueblos donde estoy a sus muertos. Ya estuve hace unos días en un cementerio musulmán. Mucho más cuidado que otros que había visto, aunque nada que ver con los cristianos. Allí de conserjes tenían a sus gatos buscando huesecillos y sus pobres de solemnidad a la entrada diciendo a todo el que se acercaba (sólo turistas) que no se podían hacer fotos y de paso pedían unos dirham.

Hoy he visitado un cementerio judío. La comunidad judía de Marrakech fue muy numerosa, con decenas de miles de miembros, todos ellos procedentes de España cuando fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492. Gente que todavía guarda la llave de su casa en España porque siempre tuvieron la esperanza de volver a su país. Una casa que se habrá llevado la especulación y la crisis, pero de la que mantienen la llave pese a todas las inmobiliarias que a lo largo de los siglos la hayan enseñado. Tan españoles como cualquiera de nosotros. En la actualidad apenas quedan unos cientos. Se han ido dispersando y muchos han ido a Israel.
 
Tumbas ocupadas. Otras gentes abrirán la tierra para
reservarnos un sitio. La tierra espera. No tiene prisa.
Hace un tiempo escribí un libro, una novela histórica, sobre unos judíos alcañizanos que finalmente tuvieron que abandonar su tierra ante la presión de los cristianos. Son los padres de los que luego serían expulsados. 

Esta mañana, entre las tumbas he ido buscando el nombre del judío alcañizano Sahi Nahor, intentando encontrar ese lazo que me uniera a gente que sufrió persecución por no profesar la religión oficial. Allí estaba, sin duda, pero eran tantas las tumbas, eran tantos los muertos que me decían yo también sufrí persecución, que sé que allí estaba, aunque no he podido descifrar entre la grafía hebrea el nombre de mis paisanos.

Otras tumbas estaban abiertas, nos están esperando. La tierra no se sacia. Estamos llamados a ser víctimas del sacrificio continuo.