martes, 30 de junio de 2015

Albergue de Güemes

Albergue de Güemes

A pesar de ir despacio, recreándome en paisajes y arquitecturas, llego temprano al albergue de Güemes que es uno de esos de ambiente guay, con excelentes instalaciones, zona de césped, biblioteca, cocina, ermita, cena y desayuno comunitario y charla ecuménica

Instalaciones del albergue, con la coreanica de piel muy oscura 
primer término.
En la charla ecuménica he disfrutado. La verdad es que en la vida he aprendido a disfrutar de casi todo. Observaba a un chaval con pintas de batasuno aguantando chapa, un traductor que daba forma inglesa a lo que el mosén decía,

inventándose alguna que otra palabra, unos anglófonos que decían que si cuando querían decir yo no me entero de nada. Con mi limitado inglés le he tenido que explicar a una australiana de qué iba la charla, lo que me ha llenado de más orgullo y satisfacción que a todos los borbones juntos.

La cena ha sido un momento de convivencia políglota. Una coreana que aprendía con avidez español, una australiana a la que expliqué lo que había dicho el mosén, una alemana que se mosqueaba porque no aprendía a la misma velocidad que la coreana, un italiano que mantenía conversaciones en todos los idiomas sin hablar ninguno, dos primos catalanes que no eran primos, un vino, que no creo que estuviera muy bueno, pero que servía para brindar cada vez que había una nueva incorporación a la mesa, lo que lo convertía en gran reserva y mi interés en que todos los extranjeros aprendieran español. Muchas risas combinando cuchillos con manzanas con nombres de cada cual.
La hora de la cena en la mesa políglota, (con muchas glotis).

Acabada la cena todos desaparecen como por encanto en unos minutos. Me quedo yo solo en busca de tertulia, pero sólo la bicicleta y la luna están dispuestas a platicar conmigo.

Por la mañana, veo a la coreana y le saludo: “buenos días manzana”, se ríe y me contesta: “buenos días naranja”.


Es la brevedad, la intensidad vivida. Con toda seguridad no nos veremos nunca más. Nos quedan los recuerdos.

lunes, 29 de junio de 2015

Castro Urdiales - Güemes

Primera etapa en serio. Castro Urdiales – Güemes. 15 junio 2015.

Iniciando parte de la etapa anfibia.
Como el teléfono móvil debo llevarlo para atender a mis obligaciones, lo llevo. Pueden pasar días sin que nadie me llame, pero puede haber días en que una llamada siga a otra. Hoy ha sido un día de los segundos. Parando por lo arcenes para ir hablando una y otra vez. Forma parte de la gracia.

Ermita románica de Bareyo
Pero hay más gracias, pues el camino incluye algunas novedades como montar en barco. Mi bicicleta permanece impasible, como si nada, pero es la primera vez que monta en barco. Tuve otra bicicleta con la que fui a Marruecos y esa vivió la experiencia, pero esta no. Como yo sí que supe valorar “su primera vez”, la inmortalicé. Con otros peregrinos pasamos desde Laredo hasta Santoña, un recorrido breve.


Camino de Güemes paro en Castillo para comer. Por 10 euros me doy un banquete. Sin siesta sigo tranquilamente hasta pararme en Bareyo para da unas vueltas a su ermita románica poco antes de llegar a Güemes.

domingo, 28 de junio de 2015

Previo a la primera etapa. 15 junio 2015



Últimas imágenes de Castro Urdiales antes de comenzar a dar 
pedales
La bici tiene sus ventajas, pero como es una máquina puede romperse. En todo el Camino no me falló en ningún momento, pero pensando en lo que le esperaba comenzó a mostrar ciertos achaques nada más salir del coche en el que el amigo de mi hija la trasladó hasta Castro Urdiales. Lo primero que eché en falta fue un tornillo que debería servir para sujetar la rueda al eje. Sin eso no podía dar una pedalada. Lo buscamos en todos los pliegues de la tapicería y no lo encontramos. Normal, doce días después lo encontré en mi casa, se me había caído al ir a montarla en el coche. También tenía un radio roto. Yo que suelo comenzar a pedalear sobre las siete de la mañana, debía retrasar la salida hasta que abrieran una tienda para arreglar las averías, que resultaron ser muchas más. Las zapatas las tenía desgastadas y dos al revés, el cambio no estaba ajustado y alguna cosa más que encontró el mecánico que le echó un vistazo.

Con la bici puesta a punto salía de Castro Urdiales poco antes de las once de la mañana. Como este año me he propuesto no hacer demasiados kilómetros cada día, esta era una buena excusa. Ya llegaría a mi destino que había previsto en Güemes.

Pertrechado con el impermeable y el moquero para que no se
me mojara la nuca.
Como estaba en el norte, correspondía una salida en condiciones y fui acompañado por la lluvia un buen rato. Un amigo me había dejado un gepeese para que no me perdiera, pero pensé que no podía prescindir del aliciente de no saber dónde me encuentro. Así que no le llegué a poner ni las pilas.


Sólo, medio perdido, sobre la bicicleta, sin programa, sin horario y lloviendo era la mejor forma de comenzar. Insuperable. Para que dure más esta sensación voy despacio. Los placeres hay que saber saborearlos.  

Camino de Santiago en bicicleta.

Por qué en bicicleta

Hacer el Camino caminando lleva un ritmo que no se adapta a mi forma de vivir. Es demasiado lento, la capacidad de reacción es escasa. Si no puedes quedarte en un lugar debes caminar al menos durante un par de horas para encontrar otro. Además la gente con la que te comunicas suele ser la misma, porque todos llevan un ritmo semejante. Son demasiados días haciendo lo mismo y yo necesito vivir algo más deprisa.

La bicicleta da un ritmo vivo a las visiones, te permite parar en cada rincón, puedes ir en muchos casos por los mismos lugares que los peatones, puedes ir casi por los mismos que los coches, puedes desviarte de la ruta sin que suponga una penalización en horas. Puedes utilizar la bicicleta para desplazarte por las ciudades en busca de cualquier cosa que necesites, desde un restaurante o supermercado a un museo o una cita.

En estas fechas han sido pocos los que piensan lo mismo, pues en muchos albergues he sido yo el único ciclista y los que me he ido encontrado a lo largo del Camino han sido pocos, pero de ellos hablaré en su momento.


Mi bicicleta es vieja, ya debe estar dentro de los vehículos históricos. He encontrado a otros ciclistas observándola con interés viendo como carecía de los cambios atómicos, de cualquier tipo de amortiguación. Mis frenos son las zapatas de toda la vida, el cuadro pesa lo suyo, las alforjas van sujetas con unos pulpos,... Entre los dos se produce cierta complicidad que a veces me hace confundirla con un animal doméstico. Es lo que tiene la continua convivencia en soledad. Creo que ya he escrito que el precio que hay que pagar por la libertad es la soledad. Pero es un precio que pago muy a gusto, aunque ello me lleve a hablar alguna vez a mi bicicleta


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sábado, 27 de junio de 2015

Camino de Santiago. Camino Norte.

El Camino de Santiago.

Libre
He recorrido varias veces el Camino de Santiago, una desde Jaca, otra desde la puerta de mi casa, otra desde Sevilla y la última desde Castro Urdiales, que no es una salida clásica, pero todo tiene su explicación.

¿Por qué la insistencia de hacer el Camino? Es una bonita experiencia llena de distintas vivencias. Ir a conocer culturas distintas está muy bien, pero cuando muchísimos extranjeros vienen a hacer el Camino, las distintas culturas te vienen a ti.

Lo normal es que haya muchos más extranjeros que españoles. En muchos albergues la lengua franca para comunicarse entre los peregrinos es el inglés. Hablando español te puedes comunicar con cuatro o cinco personas, hablando inglés con una veintena.

Castro Urdiales
En este último camino he compartido vivencias con australianos, rusos, ingleses, coreanos, muchísimos alemanes y franceses, italianos y gente de otras nacionalidades.

El Camino se puede hacer desde cualquier sitio. Las rutas actuales corresponden en muchos casos a intereses turísticos. Quien hacía el Camino de Santiago salía desde la puerta de su casa, algo que hemos hecho algunos, llegaba a Santiago y luego volvía de la misma forma hasta su casa, algo que no hace casi nadie.

Más Castro Urdiales
La ventaja de ir siguiendo las rutas más populares es que te vas encontrando a gente que está haciendo lo mismo que tú y esa es gran parte de la vivencia.

¿Por qué desde Castro Urdiales? Inicialmente iba a salir desde Irún, que es lo que marca la “oficialidad”, pero coincidió que Sancho, un amigo de mi hija, vive en Castro Urdiales y me llevó hasta allí con su coche. Me ofreció una buena conversación en el trayecto (lo sé casi todo sobre reparaciones de aviones), me dejó su casa y compró leche para que pudiera tener un desayuno como en mi casa. No puedo pedir más.

Así que con la oferta de Sancho es fácil entender que una semana antes decidiera cambiar mis fechas y lugar de salida.

domingo, 14 de junio de 2015

El regreso de la aventura con Einstein

Quedaba la vuelta. La tarde anterior me fui corriendo por los caminos para encontrar uno para regresar que no nos hiciera pasar por el puente al que tanto temía Einstein. Lo encontré, así que tracé lo que sería el camino de vuelta.
Añadir leyenda
Nada más abandonar las calles de Samper dejé nuevamente suelto a Einstein y me fue siguiendo a su ritmo, pero sabiendo que si me escondía no tenía que preocuparse que en un momento u otro aparecería. Einstein enseguida asume todas las enseñanzas. Hubo momentos en que se quedó tan atrás que temí que se perdiera.
A mitad de camino dijo que ya no seguía. En esta ocasión no me dio la alternativa del primer día que era volver. Simplemente dijo que no. Aquí me quedo y si quieres vete tú. Durante unos 8 kilómetros estuve tirando de él para hacerle caminar lentamente. Hubo un momento en que se paró y además yo ya no podía más. Tirando de Einstein, caminando kilómetros y aguantando un sol castigador, que no justiciero le dije que  ahí se quedaba y en un pulso psicológico me fui hasta casi perderlo de vista en una larga recta. Nuevamente se dijo que no había quien pudiera conmigo y aceptó seguirme, eso sí a mucha distancia. No le importaba no verme, iba ranqueando, sin nada de ánimo.
En casa, al fin.
Cómo cambió su actitud cuando llegó a Motorland. No es que Einstein sea aficionado al mundo del motor, pero como desde su casa escucha demasiadas veces el ruido de los coches y motos, le resultó familiar el ruido y sabiéndose cerca de casa comenzó a aligerar el paso ilusionado por su pronta llegada a casa. Cuando pasamos a la altura de La Estanca, le dije que íbamos a entrar para ver La Estanca océano. Pero se plantó. Dijo que no debíamos desviarnos del camino. Había que llegar cuanto antes. No fue posible discutir. Para otro día queda la excursión hasta La Estanca.

En su caminar veía que iba sobrado de entusiasmo, pero no de fuerzas, porque corría un trecho y luego disminuía el ritmo, nuevamente un trotecillo y paso lento. Faltando unos dos kilómetros se le acabó el trote, el trotecillo, el paso lento y el paso. Escaso de fuerzas dijo que no caminaba más. Lo solté para que me siguiera, se quedó a la sombra y no hizo mención de seguirme. Los dos últimos kilómetros poco me faltó para tener que llevarlo en brazos. Finalmente llegamos y le dije que mi intención había sido obsequiarle con unas vacaciones, pero no pensaba que se iba a cansar tanto. La próxima excursión será mucho más corta. Einstein está envejeciendo más rápido que yo.

sábado, 13 de junio de 2015

Vuelta araña con mi burro Einstein.

Segunda jornada.
Iniciando la marcha a primera hora de la mañana
Toca vuelta araña. Salimos de Samper continuando por el camino de la vía hasta La Puebla de Híjar. Pasamos un túnel de unos 400 metros sin que Einstein se viera afectado por la oscuridad y llegamos enseguida a La Puebla. Los niños estaban entrando al colegio. Me preguntaron por su nombre y comenzaron a llamarle por todas partes. Seguimos por el medio del pueblo. Es sorprendente lo que alegra a la gente ver un burro. Nos sonreían, nos saludaban, nos preguntaban. Llegamos a la plaza y tocaba fotografía. Nos la hizo una chica de unos treinta años que no cabía en sí de gozo porque era la primera vez en su vida que veía un burro. También se hizo fotografías ella con Einstein que inmediatamente compartió en las redes sociales.
Pasando el túnel








Teníamos pensado seguir por caminos hasta Híjar, pero nos hicieron desistir las personas a las que preguntamos. Por carretera, con muy poco tráfico llegamos hasta la entrada de Híjar. Un hombre, que nos hablaba de su relación con las caballerías como si las llevara todos los días, y hacía 40 años que n
Un burro por un paso de cebra.
o veía ninguna, nos aconsejó un camino para no pasar por el centro de Híjar. Einstein que quería volver a ser protagonista aceptó la alternativa a regañadientes. Empalmamos nuevamente con la carretera y poco a poco, en un trayecto aburrido nos fuimos acercando a Samper. Unos kilómetros antes encontramos un camino y le solté las riendas. El resultado fue fantástico. Einstein iba a la suya, ramoneaba cuanto quería, no me perdía de vista, cuando veía que estaba lejos me alcanzaba al trote para seguir comiendo y caminando a su paso.
En una ocasión me escondí. Como Einstein levantara la cabeza y no me viera, se lanzó a galope tendido hasta que me encontró y me dijo que no se lo volviera a hacer. La entrada en Samper fue triunfal. La gente salía de las tiendas para ver a Einstein. Fotografías y más fotografías, hubo quien se subió a su grupa, le dieron pan. Conseguimos un poco de felicidad para unos pocos.

viernes, 12 de junio de 2015

Con Einstein hasta Samper

Primera etapa
Hasta Puigmoreno aún estaba feliz con la 
caminata.
Sobre las nueve de la mañana salimos Eintein, mi burro, y yo. La preparación de la caminata había sido tan poca, que ni siquiera calculé los kilómetros que nos separaban de Samper de Calanda, que era nuestro destino. No sé por qué en mente tenía unos pocos kilómetros. Fuimos siguiendo las flechas amarillas del Camino de Santiago que en gran parte del trayecto van siguiendo el camino de la vía verde.
Einstein, que cuando hacemos cortos paseos, se para en cada ramo de hierbas para dar inmediata cuenta de ellas, enseguida entendió que se trataba de hacer kilómetros y apenas ramoneó. Las cañas verdes, que le encantan, las iba arrancado sin perder el paso y luego las comía mientras caminaba.
Pasamos La Estanca de largo, pero le dije que a la vuelta entraríamos. No puso objeción.
Cuando llegamos a Puigmoreno, el paso de Einstein aún era vivo. Hacía viento molesto, pero a él no le importaba.
Unos kilómetros después de Puigmoreno, de repente, Einstein dijo que para paseo ya estaba bien. Que no daba un paso más. Así, de repente se plantó en un cruce de caminos. Sólo estaba dispuesto a caminar si era de vuelta a casa.
De nada me valieron mis argumentos, mis buenas palabras, mis explicaciones. Einstein dijo que no daba ni un solo paso. Le tiré de las riendas en todas las direcciones y con todas mis fueras, pocas y muchas. Einstein, que es un burro con principios siguió diciendo que no. Estuvimos unos 20 minutos sin movernos del sitio, hasta que me dije que no me quedaba más opción que volver y acabar así mi proyecto de vacaciones. Le cepillo, le hablo al oído. Agradece el cepillado, escucha con atención, pero “a casa o nada”.
Aquí dijo "aquí me quedo" y se quedó pese a mis sesudos
argumentos.
Si no entiende el comportamiento humano, quizás entienda el asnal. En un último intento me digo, yo seré más burro. Tiro de él con todas mis fuerzas dispuesto a llevarlo a rastras. Mover un animal de cerca de 300 kilos anclado en sus cuatro patas es harto difícil, pero tiro y tiro. Cede un poco. Da un paso, luego otro, sigo tirando, da alguno más, sigo tirando y me mira hasta que cede un poco y me dice “eres más burro que yo”. Sin dejar de tirar va caminando y me arrepiento de haber pensado en ceder. También me pregunto ¿son unas vacaciones para Einstein?
Después de esta prueba de fuerza me vuelvo a acordar de Manolín. No sólo no voy montado en mi burro, sino que he estado a un punto de llevarlo en brazos.
Siguiendo por el camino, encontramos un puente sobre la vía en uso de difícil paso. Dejo a Einstein atado mientras voy a inspeccionar la forma de paso. Einstein, al ver que me voy sin él se desespera, tira de la cuerda y me enseña que la mejor forma para que ande, es dejarlo suelto.
Tenemos que ir campo a través para salvar el paso del puente, vamos por encima de la vía en uso, perdemos las alforjas entre la maleza, luego las encuentro, y encarrilamos el último trecho hasta llegar a la casa que nos espera.
Habiendo llegado a nuestro destino y con el premio del panizo
Einstein ya presentaba otro aspecto más reconfortado. 
La casa que nos espera es de mi cuñada Olga. Me dieron muchas explicaciones de cómo llegar. Curiosamente llegamos justo a la puerta. Después de unos 32 kilómetros nos espera la gratificación del descanso. A Einstein todavía le quedaba la tarea de desbrozar un jardín, pero eso le encanta. Iba desbrozando y abonando a la vez.


Me queda la tarde para ir callejeando por Samper. Aunque había estado muchas veces no había paseado en ningún caso. Me sorprendió la limpieza de sus calles, ni un papel, ni una persona.

domingo, 7 de junio de 2015

Einstein. Segunda salida.

Viaje con Einstein. Segunda edición. (26 al 28 de mayo 2015)





Si Don Quijote fue capaz de realizar tres salidas, creo que Einstein y yo no vamos a pasar de la segunda, entendido como una salida de varios días. A continuación van los hechos.
Como en 2014 hicimos un viaje, le prometí a Einstein que este año también tendría sus vacaciones. No le hizo mucha gracia saber que sus vacaciones consistían en caminar. Prefería otro medio de transporte.
Se lo comenté a mi amigo Manolín y me dio una visión distinta resumida en una pregunta:”¿Vas a ir con el burro los dos andando?”. Se partía de risa sin entender. ¿Cómo decirle a Einstein que según Manolín, el medio de transporte era él?
Preparé las alforjas que unos amigos nos regalaron  el año pasado. Muy bonitas, de domingo, de señorito, aunque con poca capacidad. Después de la experiencia el año pasado, tampoco hacía falta más. Yo llevaba una pequeña mochila y además colgada de las alforjas una bota de vino llena.
Al poco de salir tuve dos grandes pérdidas; la bota y el vino. No sé dónde quedaron en el camino dispuestas a satisfacer otras gargantas y otros espíritus. Gran pérdida. No llegué a tentar la bota ni una sola vez.

Al principio Einstein se mostró reacio a que le pusiera las alforjas, pero enseguida transigió. Lo peiné y cepillé para la ocasión y sin más pérdida de tiempo comenzamos nuestra segunda aventura.