lunes, 13 de julio de 2015

De Piñera a Gontán. (19 junio 2015)


Como no había salido apenas con la bici antes de realizar el camino, comienzo a sentir cierta fatiga muscular que no me impiden disfrutar de algunas imágenes espectaculares como la ría del Navia o la impresionante llegada a Ribadeo pasando un largo puente, que a pesar de estar totalmente protegido para los peatones y ciclistas el vértigo me hace disfrutarlo menos. Me he sentido abrumado hasta el punto de ser incapaz de pararme en el medio para hacerme una foto.


He paseado por un Ribadeo que todavía estaba medio dormido y luego me he ido hasta Mondoñedo. Mucha cuesta de bajada, malo. He descansado, callejeado y hablado con la argentina que está al frente de la oficina de turismo jugando con las palabras tango y gotán (en lunfardo) ya que iba camino de Gontán, mi próximo destino.

La subida desde Mondoñedo hasta poco antes de Gontán es para sufrir, por el calor y las rampas que en algún tramo supera el 15% de desnivel.

Me he encontrado a una gallega y le he preguntado por el resto de la carretera. Como buena gallega ni faltaba mucho, ni poco, ni era empinada la carretera, ni no. Cuando le he insistido con la esperanza de que quedara poco y no hubiera mucha pendiente, como si estuviera en su mano me lo ha negociado y me lo ha dejado corto el tramo y mediana la pendiente. Si negocio un poco más me lo deja en unos cientos de metros llanos. La realidad era que no tenía poderes y la cuesta era larga y el final lejano.


En Gontán a la hora de comer, una camarera vestida de negro, con el aspecto de haber dejado las vacas hacía un rato hablaba un spanglis muy meritorio diciendo “no tengo fis”. El menú también muy digno, de primero patatas con carne y de segundo carne con patatas. Era lo que había.  

Avilés - Piñera (18 junio 2015)



Lugares que van apareciendo por el camino. Luarca.
El recorrido es bonito, pero hay que estar preparado para dar pedales. Mucho sube y baja, prácticamente ningún llano, así que cuando bajo una cuesta más que disfrutarla pienso en que luego tendré que sudarla. Eso me pasa en Cudillero, población que me decepciona. También había estado. Es muy pequeña y con poco que ver. Estoy un rato callejeando lo que se puede, que con bicicleta es bien poco y como la cuesta abajo fue de escándalo, la subida que me esperaba para salir del pozo en el que me había metido fue dura.

La soledad del peregrino en un albergue totalmente vacío. Ni
hospitalero había.
La siguiente visita fue a Luarca, población que me resulta muy agradable. Comida de restaurante de menú barato pero bueno y camino de Piñera una población que al estar fuera de las etapas que suelen hacer los peregrinos que hacen el camino a pie, suele tener pocas visitas. Estoy solo en el albergue, hasta que sobre las siete y media llega un compañero que se viene haciendo 50 kilómetros diarios caminando.


Soy de Almadén, me dice, no lo conocerás. Sí, claro que lo conozco. Bueno es que tu estudiarías cuando aún se explotaban las minas de mercurio. Y le digo que sí, que es por eso. Ahora como ya no hay minas no lo conoce nadie.  

Albergue de Avilés


Estando preparando mi comida observo a un coreano que a pleno sol, y hace muchísimo calor, se está preparando la suya. Tiene varias verduras y una docena de huevos. En un bol veo que echa cuatro huevos junto a la verdura troceada y me digo que son muchos huevos, pero me alarmo cuando veo que echa dos más. Se va a comer media docena de huevos. Pero no. Estaba equivocado.
Siguió echando. ¡Cómo es posible que se vaya a comer ocho huevos de una sentada! Volvía a errar. Batió la docena entera y se los comió de una sentada, excepto un poco que me dio a probar cuando le manifesté que me había sorprendido ver la comida que preparaba. Un peregrino que lo conocía le dijo; andar, andas bien, pero comer, joder qué mal comes.

Avilés, que siempre entendía como una ciudad industrial y fea me sorprende como una ciudad hermosa y con un gran parque céntrico y muy concurrido. Nunca hubiera parado si hubiese estado de paso, pero qué gran error hubiera cometido.

Una comida con muchos huevos
En el albergue escucho a lo lejos una conversación en la que un peregrino dice que es panadero, luego al rato le escucho decir a otras personas que es de Alcorcón. En un momento, cuando va a entablar conversación conmigo, es muy conversador, hago como que le conozco y le digo, tú eres el panadero de Alcorcón. El tío casi me abraza de la emoción creyendo que lo había conocido. Sigo con la broma diciéndole que él había sido el que había bajado los precios del pan hace unos años, algo que pasó en casi todas las grandes ciudades, y me dijo que no, que me confundía con otro panadero, pero reafirmaba mi conocimiento sobre él. En un momento le digo, que salude al alcalde. No me jodas, también conoces a David. Así me entero del nombre del alcalde y el panadero sin entender cómo un tipo de la provincia de Teruel tenía un conocimiento tan amplio de Alcorcón.

La tarde aún me reservaba una sorpresa. Entablé relación con el hospitalero, una persona muy sensata, que había viajado mucho, sorprendentemente conocía Alcañiz. Tenemos una conversación sobre lo divino y humano, entretenida, jugosa y con la aportación de sensatez de cada uno, hasta que en un momento determinado introduce en la conversación a los extraterrestres que eran los hermanos protectores de cada uno de nosotros y eran los que le venían a inspirar la conversación que tenían. Eran también los que frustraron la guerra que iba a haber en periodo de la guerra fría haciendo que no funcionaran determinados mandos que iban a suponer la destrucción de la Tierra.


Sebrayo - Avilés por Valdediós (17 junio 2015)


Como los pactos con uno mismo se hacen para incumplirlos cuando se quiera y me había dicho que no iba a ir por caminos, así que he salido por unos caminos difíciles para mi edad, en los que he tenido que bajar de la bicicleta para ir cuesta abajo. Como las posibilidades de disfrute eran nulas, en cuanto he podido me he salido y he pensado que cuánta razón tenía al decidir ir por carretera.

Oviedo
La ruta no pasa por Vadediós, pero merece la pena desviarse para ver la iglesia prerrománica que nos ofrece. Es cierto que está cercada y si nadie te lo abre debes verla a unos treinta metros, pero su imagen y su entorno bien merecen el desvío, aunque luego haya que subir una cuesta infernal, imposible. Imagino que alguien la subirá montando en bici, pero con calor y con el peso de las alforjas se hace para mi imposible. Así que nuevamente pie a tierra y esta vez por ir cuesta arriba.

Como se dice, más o menos, que quien ha estado en Santiago y no ha visitado El Salvador, ha visitado al siervo, pero no a su señor, me he acercado hasta Oviedo para visitar El Salvador. Nuevamente la entrada por la que hay que cotizar. Las iglesias las hicieron obligatoriamente nuestros antepasados. El mantenimiento se hace vía impuestos, además el clero cobra también vía impuestos y encima nos hacen pagar por entrar. Pues no.


Compra de manzanas y callejeo por Oviedo para partir hasta Avilés, donde llego a la hora justa para comprar y hacerme la comida. Cuando unos franceses me ven llegar cargado de manzanas, cuando me hablan de mi lo hacen refiriéndose al tipo que ama las manzanas.

sábado, 11 de julio de 2015

Sebrayo


El albergue de Sebrayo tiene más habitantes que el pueblo. Para comprar se debe estar atento al paso de una furgoneta de ultramarinos que vende lo imprescindible. Ir a un restaurante supone caminar algunos kilómetros. Y no hay mucho más que hacer.


Sebrayo no tiene mar, pero es una buena ilustración a falta de
foto del albergue, que es lo único que se puede fotografiar.
Por la noche,cuando las tertulias parecían acabadas por esa costumbre peregrina de estar durmiendo antes de las diez, que en estos lugares es todavía pleno día, surge una buena conversación con unas aprendices de maestras vascas que entre ellas hablan continuamente en eusquera pero a las que se les oye en medio expresiones como “joder tía”, “hostias, no me digas”, “que bueno” y cosas así. En castellano iniciamos una tertulia que se alargó hasta pasada la media noche y que agradezco porque en todos los albergues me quedo sólo esperando como un lobo la salida de la luna.

viernes, 10 de julio de 2015

José Luis o la otra historia de reencuentros.


Unos kilómetros antes de entrar en Colunga diviso a lo lejos un ciclista con una bicicleta voluminosa que subía despacio una cuesta. Me crezco y voy a por él. Poco antes de alcanzarle se mete por una calle de un pequeño pueblo y coincidimos cuando sale de la calle. Íbamos a un ritmo parejo así que comenzamos a intercambiar nuestras primeras palabras. Su bicicleta es voluminosa porque lleva incorporado un motor eléctrico que le ayuda en las subidas.

En Oviedo con José Luis delante de El Salvador
Cuando el camino va entrando y saliendo d
e la carretera seseando, suelo ir por la carretera sin más desvíos, pero José Luis, que es el ciclista con el que voy me anima a meterme por caminos, voy con él, me lanzo y al poco me doy cuenta de que no me sigue, así que sigo hasta Colunga con intención de comer. En un restaurante en una calle paralela a la carretera me sirve comida asturiana una camarera colombiana guisada por un francés. Cuando estoy dispuesto a hincar el diente llega José Luis y compartimos mesa, mantel y conversación. Me comenta que quiere ir por Gijón (yo voy a ir por Oviedo). Después de comer yo me quedo a sestear en un parque y él sigue camino.

Al día siguiente, dentro de Oviedo, subiendo por una cuesta veo a un ciclista parado hablando con un guardia. Era José Luis que había decidido finalmente ir por Oviedo a visitar a una amiga. Damos juntos una vuelta por la ciudad y nos despedimos, yo me voy a Avilés. A media tarde, estando en mi litera del albergue me saludan. José Luis ha ido a parar, de las 70 camas que hay en el albergue, a la que está junto a la mía. Por la tarde damos una vuelta por Avilés y nos volvemos a despedir.


Cual es mi sorpresa, cuando el día de mi vuelta a casa, al ir a coger el tren en Santiago a las ocho y media de la mañana, en el andén, sentado, vuelve a estar José Luis. Pasamos un rato juntos y en el tren nos hacemos visitas, la mía fue infructuosa pues cuando fui a su vagón no lo encontré y por contra me encontré con un personajillo al que hacía años que no veía y hubiera querido que pasaran siglos sin volver a ver. Así que sólo insistí dos veces en la visita a mi vecino José Luis por no volver a coincidir con el personajillo en cuestión. Al llegar a Zaragoza nos despedimos en el andén, como corresponde, continuando con una buena relación de coincidencias.  

jueves, 9 de julio de 2015

Camino del Norte. San Vicente de la Barquera - Sebrayo

17 junio 2015


Gran parte del camino va por carreteras de todo tipo. Pero hay algún tramo que va por zonas que ya no están hechas para mi edad. Como me siento a gusto rodando por el asfalto tomo la decisión de hacer todo o casi todo por carretera. Como hay autopista la nacional no suele tener tráfico. Son promesas que me hago sin mucho convencimiento, porque también me había dicho que no pasaría bajo ningún concepto de los 75 kilómetros diarios y en esta etapa me he hecho más de cien. Es cierto que voy callejeando en las ciudades que me gustan, que me paro cuanto quiero y no tengo ninguna obsesión por llegar a ningún sitio.


Turismo con la bicicleta por Llanes y luego más tarde por Colunga, donde como. Cuando ya me voy me doy cuenta de que había estado antes en casa de unos familiares de mi amigo Emilio con molino y todo. Todos los caminos conducen al olvido. De vez en cuando alguna recuperación de memoria.

miércoles, 8 de julio de 2015

Los chicos de Getxo en San Vicente de la Barquera.


Sergio, Mikel y Markel a su llegada a Santiago. Unos campeones.
Ya hacía un buen rato que había llegado al albergue de San Vicente de la Barquera cuando llegan tres chicos vascos en torno a los veinte años. Llegaron exhaustos, como derrotados pero con la satisfacción de haber superado el reto de la etapa. Imaginé que había sido una etapa muy larga, pero resulta que habían pedaleado menos kilómetros que yo, que no se habían parado ni a comer, ni a ver nada para no perder tiempo y que llegaron varias horas después. Además eran jugadores de fútbol regional en el País Vasco, procedían de Getxo. Tal era su escasez de fuerzas que no tuvieron valor de bajar desde el albergue al pueblo, una empinada cuesta, para comprar comida. Su única cena fueron unas manzanas que les ofrecí y unos restos de una bolsa de patatas fritas que les dieron unas chicas. Nos despedimos porque dijeron que se levantarían tarde. Pero como el hospitalero encendió las luces pronto y su estómago estaba maltrecho aún nos vimos por la mañana en el desayuno.

El día que llegaba a Santiago pensé en ellos imaginando que aún no habrían llegado a Asturias, pero cuál fue mi sorpresa cuando estando paseando por la tarde junto a la catedral los veo que acababan de llegar. Estaban exultantes, habían superado todas las dificultades y habían llegado el mismo día que yo. Malas, muy malas, mis previsiones. Para hacernos una foto los cuatro juntos buscamos a la chica más guapa que había por allí, pero algo no funcionó porque la foto no quedó impresa en la memoria de la cámara. Nos despedimos nuevamente. Pero sin saberlo era una despedida provisional, por la noche volvemos a estar en el mismo albergue y aún tuvimos un rato de cháchara y hasta de recordar el albergue de San Vicente
antes de acostarnos.


Sin duda nos volveremos a encontrar. Tantas casualidades suelen ser el comienzo de algo más largo. Quizás alguno sea hijo de un amigo. Ya veremos. Esto me suena a un encuentro dentro de unos diez años en un lugar ajeno a las bicis. Lo escribiré.  

martes, 7 de julio de 2015

Los bolos de San Vicente de la Barquera


Hasta hoy creía que esto de los juegos de bolos era un entretenimiento sin más trascendencia. Algo así como la petanca que juegan los jubilados. De paseo por San Vicente de la Barquera vi a unos hombres jugando y me quedé mirando un rato. Al lado estaba el típico ciudadano
Partida de bolos.
dispuesto a enseñarme las normas. Resultó muchísimo más complejo de lo que pensaba. No lo acabé de entender.

Lo que más me sorprendió fue saber que hay ligas de bolos en varias partes de España, que hay campeonatos nacionales, que hay polideportivos de gran capacidad para la práctica de bolos y que hay un grupo de personas que son profesionales de este deporte.


Me dijeron que a las ocho de la tarde comenzaba un partido oficial y acudí a verlo. No había mucho público, era en la calle, era entre semana, hacía bastante frío y el nivel de los jugadores, según me dijeron era de aficionadillos en una localidad donde no hay mucha afición. Sorprendido.  

lunes, 6 de julio de 2015

Güemes - San Vicente de la Barquera (16 junio 2015)

Santillana del Mar
Despedida de la coreana, los catalanes y gente varia que he ido conociendo en el albergue y marcha madrugadora para llegar a Santander,

Hasta Santander se llega por medio de ferry. Debo esperar para coger el primero de la mañana. Dos días, dos rutas en bicicleta por mar. Son las cosas de ir por el norte.

Callejeo un poco por Santander, tampoco mucho. Me hago las fotos correspondientes para dar fe de mi paso por estos lugares y sin más dificultad me voy acercando hasta Santillana del Mar. No sé si iba demasiado rápido o muy despistado, pero lo cierto es que he pasado Santillana sin darme cuenta. He tenido que volver sobre mis rodadas para visitar la población. Hace muchos años que había estado y nuevamente la memoria me había cambiado algunas cosas de sitio y la iglesia la había guardado más grande y en una plaza más amplia.
Detalle de una ventana en Santillana

Población turística en todos los rincones, bien cuidada pero de aspecto artificial con tantas anchoas, chocolates, quesos y quesadas por todas puertas y la misma oferta repetida, veinte euros diez botecillos de anchoas.

Sigo camino y llego a Comillas. También había estado hace muchos años y también acumulaba falsos recuerdos que he actualizado. El Capricho antes era un restaurante, ahora es un lugar de pago obligatorio para entrar y yo no pago y por lo tanto no lo vuelvo a ver. Imagino que allí seguirá Gaudí sentado en un banco inmarcesible.

He decidido que toca comer de bocadillo y litrona. En un parque, rodeado de niños y madres, he desplegado mi arte culinario para abrir una barra en canal y preñarla de sardinas, tomate y queso. Una amiga mía me decía que de vez en cuando hay que comer de bocadillo para saborear lo bien que entra, y qué razón tiene.

He comprobado una vez más la pequeñez del mundo. He visto a lo lejos a una pareja de Alcañiz, pero no iba a ponerme a dar voces. Ya los veré.
Comida con litrona


Siesta en el mismo parque, visita de callejeo para bajar el bocadillo y bicicleta hasta San Vicente de la Barquera.

martes, 30 de junio de 2015

Albergue de Güemes

Albergue de Güemes

A pesar de ir despacio, recreándome en paisajes y arquitecturas, llego temprano al albergue de Güemes que es uno de esos de ambiente guay, con excelentes instalaciones, zona de césped, biblioteca, cocina, ermita, cena y desayuno comunitario y charla ecuménica

Instalaciones del albergue, con la coreanica de piel muy oscura 
primer término.
En la charla ecuménica he disfrutado. La verdad es que en la vida he aprendido a disfrutar de casi todo. Observaba a un chaval con pintas de batasuno aguantando chapa, un traductor que daba forma inglesa a lo que el mosén decía,

inventándose alguna que otra palabra, unos anglófonos que decían que si cuando querían decir yo no me entero de nada. Con mi limitado inglés le he tenido que explicar a una australiana de qué iba la charla, lo que me ha llenado de más orgullo y satisfacción que a todos los borbones juntos.

La cena ha sido un momento de convivencia políglota. Una coreana que aprendía con avidez español, una australiana a la que expliqué lo que había dicho el mosén, una alemana que se mosqueaba porque no aprendía a la misma velocidad que la coreana, un italiano que mantenía conversaciones en todos los idiomas sin hablar ninguno, dos primos catalanes que no eran primos, un vino, que no creo que estuviera muy bueno, pero que servía para brindar cada vez que había una nueva incorporación a la mesa, lo que lo convertía en gran reserva y mi interés en que todos los extranjeros aprendieran español. Muchas risas combinando cuchillos con manzanas con nombres de cada cual.
La hora de la cena en la mesa políglota, (con muchas glotis).

Acabada la cena todos desaparecen como por encanto en unos minutos. Me quedo yo solo en busca de tertulia, pero sólo la bicicleta y la luna están dispuestas a platicar conmigo.

Por la mañana, veo a la coreana y le saludo: “buenos días manzana”, se ríe y me contesta: “buenos días naranja”.


Es la brevedad, la intensidad vivida. Con toda seguridad no nos veremos nunca más. Nos quedan los recuerdos.

lunes, 29 de junio de 2015

Castro Urdiales - Güemes

Primera etapa en serio. Castro Urdiales – Güemes. 15 junio 2015.

Iniciando parte de la etapa anfibia.
Como el teléfono móvil debo llevarlo para atender a mis obligaciones, lo llevo. Pueden pasar días sin que nadie me llame, pero puede haber días en que una llamada siga a otra. Hoy ha sido un día de los segundos. Parando por lo arcenes para ir hablando una y otra vez. Forma parte de la gracia.

Ermita románica de Bareyo
Pero hay más gracias, pues el camino incluye algunas novedades como montar en barco. Mi bicicleta permanece impasible, como si nada, pero es la primera vez que monta en barco. Tuve otra bicicleta con la que fui a Marruecos y esa vivió la experiencia, pero esta no. Como yo sí que supe valorar “su primera vez”, la inmortalicé. Con otros peregrinos pasamos desde Laredo hasta Santoña, un recorrido breve.


Camino de Güemes paro en Castillo para comer. Por 10 euros me doy un banquete. Sin siesta sigo tranquilamente hasta pararme en Bareyo para da unas vueltas a su ermita románica poco antes de llegar a Güemes.

domingo, 28 de junio de 2015

Previo a la primera etapa. 15 junio 2015



Últimas imágenes de Castro Urdiales antes de comenzar a dar 
pedales
La bici tiene sus ventajas, pero como es una máquina puede romperse. En todo el Camino no me falló en ningún momento, pero pensando en lo que le esperaba comenzó a mostrar ciertos achaques nada más salir del coche en el que el amigo de mi hija la trasladó hasta Castro Urdiales. Lo primero que eché en falta fue un tornillo que debería servir para sujetar la rueda al eje. Sin eso no podía dar una pedalada. Lo buscamos en todos los pliegues de la tapicería y no lo encontramos. Normal, doce días después lo encontré en mi casa, se me había caído al ir a montarla en el coche. También tenía un radio roto. Yo que suelo comenzar a pedalear sobre las siete de la mañana, debía retrasar la salida hasta que abrieran una tienda para arreglar las averías, que resultaron ser muchas más. Las zapatas las tenía desgastadas y dos al revés, el cambio no estaba ajustado y alguna cosa más que encontró el mecánico que le echó un vistazo.

Con la bici puesta a punto salía de Castro Urdiales poco antes de las once de la mañana. Como este año me he propuesto no hacer demasiados kilómetros cada día, esta era una buena excusa. Ya llegaría a mi destino que había previsto en Güemes.

Pertrechado con el impermeable y el moquero para que no se
me mojara la nuca.
Como estaba en el norte, correspondía una salida en condiciones y fui acompañado por la lluvia un buen rato. Un amigo me había dejado un gepeese para que no me perdiera, pero pensé que no podía prescindir del aliciente de no saber dónde me encuentro. Así que no le llegué a poner ni las pilas.


Sólo, medio perdido, sobre la bicicleta, sin programa, sin horario y lloviendo era la mejor forma de comenzar. Insuperable. Para que dure más esta sensación voy despacio. Los placeres hay que saber saborearlos.  

Camino de Santiago en bicicleta.

Por qué en bicicleta

Hacer el Camino caminando lleva un ritmo que no se adapta a mi forma de vivir. Es demasiado lento, la capacidad de reacción es escasa. Si no puedes quedarte en un lugar debes caminar al menos durante un par de horas para encontrar otro. Además la gente con la que te comunicas suele ser la misma, porque todos llevan un ritmo semejante. Son demasiados días haciendo lo mismo y yo necesito vivir algo más deprisa.

La bicicleta da un ritmo vivo a las visiones, te permite parar en cada rincón, puedes ir en muchos casos por los mismos lugares que los peatones, puedes ir casi por los mismos que los coches, puedes desviarte de la ruta sin que suponga una penalización en horas. Puedes utilizar la bicicleta para desplazarte por las ciudades en busca de cualquier cosa que necesites, desde un restaurante o supermercado a un museo o una cita.

En estas fechas han sido pocos los que piensan lo mismo, pues en muchos albergues he sido yo el único ciclista y los que me he ido encontrado a lo largo del Camino han sido pocos, pero de ellos hablaré en su momento.


Mi bicicleta es vieja, ya debe estar dentro de los vehículos históricos. He encontrado a otros ciclistas observándola con interés viendo como carecía de los cambios atómicos, de cualquier tipo de amortiguación. Mis frenos son las zapatas de toda la vida, el cuadro pesa lo suyo, las alforjas van sujetas con unos pulpos,... Entre los dos se produce cierta complicidad que a veces me hace confundirla con un animal doméstico. Es lo que tiene la continua convivencia en soledad. Creo que ya he escrito que el precio que hay que pagar por la libertad es la soledad. Pero es un precio que pago muy a gusto, aunque ello me lleve a hablar alguna vez a mi bicicleta


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sábado, 27 de junio de 2015

Camino de Santiago. Camino Norte.

El Camino de Santiago.

Libre
He recorrido varias veces el Camino de Santiago, una desde Jaca, otra desde la puerta de mi casa, otra desde Sevilla y la última desde Castro Urdiales, que no es una salida clásica, pero todo tiene su explicación.

¿Por qué la insistencia de hacer el Camino? Es una bonita experiencia llena de distintas vivencias. Ir a conocer culturas distintas está muy bien, pero cuando muchísimos extranjeros vienen a hacer el Camino, las distintas culturas te vienen a ti.

Lo normal es que haya muchos más extranjeros que españoles. En muchos albergues la lengua franca para comunicarse entre los peregrinos es el inglés. Hablando español te puedes comunicar con cuatro o cinco personas, hablando inglés con una veintena.

Castro Urdiales
En este último camino he compartido vivencias con australianos, rusos, ingleses, coreanos, muchísimos alemanes y franceses, italianos y gente de otras nacionalidades.

El Camino se puede hacer desde cualquier sitio. Las rutas actuales corresponden en muchos casos a intereses turísticos. Quien hacía el Camino de Santiago salía desde la puerta de su casa, algo que hemos hecho algunos, llegaba a Santiago y luego volvía de la misma forma hasta su casa, algo que no hace casi nadie.

Más Castro Urdiales
La ventaja de ir siguiendo las rutas más populares es que te vas encontrando a gente que está haciendo lo mismo que tú y esa es gran parte de la vivencia.

¿Por qué desde Castro Urdiales? Inicialmente iba a salir desde Irún, que es lo que marca la “oficialidad”, pero coincidió que Sancho, un amigo de mi hija, vive en Castro Urdiales y me llevó hasta allí con su coche. Me ofreció una buena conversación en el trayecto (lo sé casi todo sobre reparaciones de aviones), me dejó su casa y compró leche para que pudiera tener un desayuno como en mi casa. No puedo pedir más.

Así que con la oferta de Sancho es fácil entender que una semana antes decidiera cambiar mis fechas y lugar de salida.

domingo, 14 de junio de 2015

El regreso de la aventura con Einstein

Quedaba la vuelta. La tarde anterior me fui corriendo por los caminos para encontrar uno para regresar que no nos hiciera pasar por el puente al que tanto temía Einstein. Lo encontré, así que tracé lo que sería el camino de vuelta.
Añadir leyenda
Nada más abandonar las calles de Samper dejé nuevamente suelto a Einstein y me fue siguiendo a su ritmo, pero sabiendo que si me escondía no tenía que preocuparse que en un momento u otro aparecería. Einstein enseguida asume todas las enseñanzas. Hubo momentos en que se quedó tan atrás que temí que se perdiera.
A mitad de camino dijo que ya no seguía. En esta ocasión no me dio la alternativa del primer día que era volver. Simplemente dijo que no. Aquí me quedo y si quieres vete tú. Durante unos 8 kilómetros estuve tirando de él para hacerle caminar lentamente. Hubo un momento en que se paró y además yo ya no podía más. Tirando de Einstein, caminando kilómetros y aguantando un sol castigador, que no justiciero le dije que  ahí se quedaba y en un pulso psicológico me fui hasta casi perderlo de vista en una larga recta. Nuevamente se dijo que no había quien pudiera conmigo y aceptó seguirme, eso sí a mucha distancia. No le importaba no verme, iba ranqueando, sin nada de ánimo.
En casa, al fin.
Cómo cambió su actitud cuando llegó a Motorland. No es que Einstein sea aficionado al mundo del motor, pero como desde su casa escucha demasiadas veces el ruido de los coches y motos, le resultó familiar el ruido y sabiéndose cerca de casa comenzó a aligerar el paso ilusionado por su pronta llegada a casa. Cuando pasamos a la altura de La Estanca, le dije que íbamos a entrar para ver La Estanca océano. Pero se plantó. Dijo que no debíamos desviarnos del camino. Había que llegar cuanto antes. No fue posible discutir. Para otro día queda la excursión hasta La Estanca.

En su caminar veía que iba sobrado de entusiasmo, pero no de fuerzas, porque corría un trecho y luego disminuía el ritmo, nuevamente un trotecillo y paso lento. Faltando unos dos kilómetros se le acabó el trote, el trotecillo, el paso lento y el paso. Escaso de fuerzas dijo que no caminaba más. Lo solté para que me siguiera, se quedó a la sombra y no hizo mención de seguirme. Los dos últimos kilómetros poco me faltó para tener que llevarlo en brazos. Finalmente llegamos y le dije que mi intención había sido obsequiarle con unas vacaciones, pero no pensaba que se iba a cansar tanto. La próxima excursión será mucho más corta. Einstein está envejeciendo más rápido que yo.

sábado, 13 de junio de 2015

Vuelta araña con mi burro Einstein.

Segunda jornada.
Iniciando la marcha a primera hora de la mañana
Toca vuelta araña. Salimos de Samper continuando por el camino de la vía hasta La Puebla de Híjar. Pasamos un túnel de unos 400 metros sin que Einstein se viera afectado por la oscuridad y llegamos enseguida a La Puebla. Los niños estaban entrando al colegio. Me preguntaron por su nombre y comenzaron a llamarle por todas partes. Seguimos por el medio del pueblo. Es sorprendente lo que alegra a la gente ver un burro. Nos sonreían, nos saludaban, nos preguntaban. Llegamos a la plaza y tocaba fotografía. Nos la hizo una chica de unos treinta años que no cabía en sí de gozo porque era la primera vez en su vida que veía un burro. También se hizo fotografías ella con Einstein que inmediatamente compartió en las redes sociales.
Pasando el túnel








Teníamos pensado seguir por caminos hasta Híjar, pero nos hicieron desistir las personas a las que preguntamos. Por carretera, con muy poco tráfico llegamos hasta la entrada de Híjar. Un hombre, que nos hablaba de su relación con las caballerías como si las llevara todos los días, y hacía 40 años que n
Un burro por un paso de cebra.
o veía ninguna, nos aconsejó un camino para no pasar por el centro de Híjar. Einstein que quería volver a ser protagonista aceptó la alternativa a regañadientes. Empalmamos nuevamente con la carretera y poco a poco, en un trayecto aburrido nos fuimos acercando a Samper. Unos kilómetros antes encontramos un camino y le solté las riendas. El resultado fue fantástico. Einstein iba a la suya, ramoneaba cuanto quería, no me perdía de vista, cuando veía que estaba lejos me alcanzaba al trote para seguir comiendo y caminando a su paso.
En una ocasión me escondí. Como Einstein levantara la cabeza y no me viera, se lanzó a galope tendido hasta que me encontró y me dijo que no se lo volviera a hacer. La entrada en Samper fue triunfal. La gente salía de las tiendas para ver a Einstein. Fotografías y más fotografías, hubo quien se subió a su grupa, le dieron pan. Conseguimos un poco de felicidad para unos pocos.

viernes, 12 de junio de 2015

Con Einstein hasta Samper

Primera etapa
Hasta Puigmoreno aún estaba feliz con la 
caminata.
Sobre las nueve de la mañana salimos Eintein, mi burro, y yo. La preparación de la caminata había sido tan poca, que ni siquiera calculé los kilómetros que nos separaban de Samper de Calanda, que era nuestro destino. No sé por qué en mente tenía unos pocos kilómetros. Fuimos siguiendo las flechas amarillas del Camino de Santiago que en gran parte del trayecto van siguiendo el camino de la vía verde.
Einstein, que cuando hacemos cortos paseos, se para en cada ramo de hierbas para dar inmediata cuenta de ellas, enseguida entendió que se trataba de hacer kilómetros y apenas ramoneó. Las cañas verdes, que le encantan, las iba arrancado sin perder el paso y luego las comía mientras caminaba.
Pasamos La Estanca de largo, pero le dije que a la vuelta entraríamos. No puso objeción.
Cuando llegamos a Puigmoreno, el paso de Einstein aún era vivo. Hacía viento molesto, pero a él no le importaba.
Unos kilómetros después de Puigmoreno, de repente, Einstein dijo que para paseo ya estaba bien. Que no daba un paso más. Así, de repente se plantó en un cruce de caminos. Sólo estaba dispuesto a caminar si era de vuelta a casa.
De nada me valieron mis argumentos, mis buenas palabras, mis explicaciones. Einstein dijo que no daba ni un solo paso. Le tiré de las riendas en todas las direcciones y con todas mis fueras, pocas y muchas. Einstein, que es un burro con principios siguió diciendo que no. Estuvimos unos 20 minutos sin movernos del sitio, hasta que me dije que no me quedaba más opción que volver y acabar así mi proyecto de vacaciones. Le cepillo, le hablo al oído. Agradece el cepillado, escucha con atención, pero “a casa o nada”.
Aquí dijo "aquí me quedo" y se quedó pese a mis sesudos
argumentos.
Si no entiende el comportamiento humano, quizás entienda el asnal. En un último intento me digo, yo seré más burro. Tiro de él con todas mis fuerzas dispuesto a llevarlo a rastras. Mover un animal de cerca de 300 kilos anclado en sus cuatro patas es harto difícil, pero tiro y tiro. Cede un poco. Da un paso, luego otro, sigo tirando, da alguno más, sigo tirando y me mira hasta que cede un poco y me dice “eres más burro que yo”. Sin dejar de tirar va caminando y me arrepiento de haber pensado en ceder. También me pregunto ¿son unas vacaciones para Einstein?
Después de esta prueba de fuerza me vuelvo a acordar de Manolín. No sólo no voy montado en mi burro, sino que he estado a un punto de llevarlo en brazos.
Siguiendo por el camino, encontramos un puente sobre la vía en uso de difícil paso. Dejo a Einstein atado mientras voy a inspeccionar la forma de paso. Einstein, al ver que me voy sin él se desespera, tira de la cuerda y me enseña que la mejor forma para que ande, es dejarlo suelto.
Tenemos que ir campo a través para salvar el paso del puente, vamos por encima de la vía en uso, perdemos las alforjas entre la maleza, luego las encuentro, y encarrilamos el último trecho hasta llegar a la casa que nos espera.
Habiendo llegado a nuestro destino y con el premio del panizo
Einstein ya presentaba otro aspecto más reconfortado. 
La casa que nos espera es de mi cuñada Olga. Me dieron muchas explicaciones de cómo llegar. Curiosamente llegamos justo a la puerta. Después de unos 32 kilómetros nos espera la gratificación del descanso. A Einstein todavía le quedaba la tarea de desbrozar un jardín, pero eso le encanta. Iba desbrozando y abonando a la vez.


Me queda la tarde para ir callejeando por Samper. Aunque había estado muchas veces no había paseado en ningún caso. Me sorprendió la limpieza de sus calles, ni un papel, ni una persona.

domingo, 7 de junio de 2015

Einstein. Segunda salida.

Viaje con Einstein. Segunda edición. (26 al 28 de mayo 2015)





Si Don Quijote fue capaz de realizar tres salidas, creo que Einstein y yo no vamos a pasar de la segunda, entendido como una salida de varios días. A continuación van los hechos.
Como en 2014 hicimos un viaje, le prometí a Einstein que este año también tendría sus vacaciones. No le hizo mucha gracia saber que sus vacaciones consistían en caminar. Prefería otro medio de transporte.
Se lo comenté a mi amigo Manolín y me dio una visión distinta resumida en una pregunta:”¿Vas a ir con el burro los dos andando?”. Se partía de risa sin entender. ¿Cómo decirle a Einstein que según Manolín, el medio de transporte era él?
Preparé las alforjas que unos amigos nos regalaron  el año pasado. Muy bonitas, de domingo, de señorito, aunque con poca capacidad. Después de la experiencia el año pasado, tampoco hacía falta más. Yo llevaba una pequeña mochila y además colgada de las alforjas una bota de vino llena.
Al poco de salir tuve dos grandes pérdidas; la bota y el vino. No sé dónde quedaron en el camino dispuestas a satisfacer otras gargantas y otros espíritus. Gran pérdida. No llegué a tentar la bota ni una sola vez.

Al principio Einstein se mostró reacio a que le pusiera las alforjas, pero enseguida transigió. Lo peiné y cepillé para la ocasión y sin más pérdida de tiempo comenzamos nuestra segunda aventura.

domingo, 1 de febrero de 2015

Cuba. El racismo.



Grupo de estudiantes de medicina muy animados a quienes
aseguré que no me dejaría caer en sus manos si estaba enfermo.
Muy preocupados por la diversión. Normal en la edad de estudiantes.
Me cantaron una canción de despedida, diez minutos después de
conocernos.
Estaba paseando por un mercadillo, en los que sólo cambian las caras porque los productos son los mismo y escucho: “Negro, quita de ahí que no me dejas ver”, ante la expresión me giré buscando el lugar de donde procedía lo que imaginé que iba a ser una bronca. Mi primera sorpresa fue ver que quien se lo decía era otro negro y por supuesto no fue motivo de ninguna bronca. Se llaman blancos, negros o mulatos con toda la naturalidad, sin que haya ninguna connotación ofensiva. Un negro, en un espectáculo de humor decía, “si ves a un blanco sin pelo le llamas el calvo, si es gordo, le llamas el gordo, si tiene las orejas grandes, el orejas,... pero si es negro, ya puede ser calvo, estar gordo o tener las orejas grandes, que siempre será el negro ese”.

Estoy seguro que ser políticamente correcto es una de las formas más insultantes que hay para todos. No se emplea un lenguaje natural y se parte de la creencia de que se va a molestar el otro, modificando el lenguaje y la expresión hipócritamente.

Cuba. La cultura.


Asistir a espectáculos de bastante nivel es baratísimo. Estuve en un espectáculo de humor cubano pagando 35 céntimos de euro y he estado en una representación del ballet hispano de Nueva York, que sin entusiasmarme me gustó, pagando 60 céntimos de euro. El problema siempre es el mismo, las colas. Hay que hacer cola para todo y conseguir una entrada significa estar atento al momento en el que abren las taquillas para lanzarse a la aventura de conseguir una entrada.

No podía faltar la foto junto al malecón. Es mi último día en
Cuba. Hay que cumplir con los deberes de turista. 
Hay que tener en cuenta que los cubanos son muy respetuosos con la indumentaria que llevan cuando acuden a un espectáculo cultural.


Cuando iba a la danza, venía del parque Lenin y no llegaba a tiempo. Quería pasar por casa para cambiarme, pero no me daba tiempo, así que llegué correctamente vestido, pero con pantalones cortos. Me llamaron la atención y me dijeron que fuera la última vez. Temí que no me dejaran entrar después de mi aventura para tener la entrada, pero fueron benévolos y justo un poco antes de levantarse el telón, son muy puntuales, me sentaba junto a Lilleam
, que era quien me había sacado la entrada y con quien estuve hablando sobre cada una parte de las interpretaciones, ella una entendida, yo un neófito. Era la primera vez que asistía a una representación de este tipo.

Cuba. El parque Lenin y el desprecio hacia los cubanos.


Todas las poblaciones suelen tener un gran parque que sea el pulmón de la ciudad y también lugar de desahogo. Como pulmón La Habana necesitaría uno en cada uno de los almendrones, que son esos viejos Chevrolet de los años cincuenta que circulan, no se sabe cómo, llenos de remiendos y capas de pintura por todas partes. Son muy contaminantes, aunque un conductor me dijo que consumían poco. Debe ser así, porque si no es difícil entender que cobren tan poco de una carrera.

Estados Unidos no tiene embajada en Cuba (ahora posiblemente
la abran). Tienen una especie de agregado comercial que funciona
como una seudoembajada. Desde sus ventanas ponían información
y mensajes anticastristas. Para que los cubanos no los vieran, 
construyeron un pequeño monte delante en el pusieron decenas
de mástiles con banderas. Los americanos dejaron de enviar sus
mensajes, pero el monte sigue con sus mástiles en los que izan las
banderas en momentos significativos. Pueden ser de muchos países
o todas cubanas. 
Los parques también son lugares de recreo y esparcimiento. La Habana tiene abundante vegetación por todas calles, en muchas demasiado abundante. Sin embargo carece de una, o mejor de varias zonas, de esparcimiento. El parque Lenin cumple esa función, pero llegar hasta él desde el centro es eterno si se utilizan los autobuses, con al menos un trasbordo y la consiguiente espera, que puede ser fácilmente de una hora. La otra opción es el taxi, que si se comparte no sale excesivamente caro, pero si se va solo es muy cara la visita al parque.

Se puede disfrutar de un día de campo, de comida barata y del espectáculo de las familias cubanas jugando al béisbol, paseando a caballo o haciendo carreras con los caballos y sus hijos montados a la grupa.


Es muy grande, enorme y paseando, mucho, se puede llegar hasta Expo Cuba, que si hay feria puede ser entretenido, para hacerse una idea de con qué comercian y en qué condiciones.  

He paseado, poco, por el parque y he asistido a la feria que se inauguraba hoy. En la entrada había cola de cubanos que querían entrar. No les dejaban. Cuando me han visto a mí los guardias que controlaban el acceso me han preguntado que de dónde era. He dicho que de España y me han franqueado la entrada. A los cubanos no les estaba permitido entrar. Es uno más de los muchos desprecios que sufren los cubanos en su propio país frente al trato de los extranjeros. 

Cuba. Lázara la jinetera.


Entablar conversación es sumamente fácil y como les encanta escuchar el español que hablamos los españoles, porque les resulta muy chocante y españoles que nos salgamos de los circuitos turísticos somos poquísimos, enseguida preguntan y cuentan. 

Lázara con toda la carne que tiene para todo el mes, para ella
y dos personas más.
Un hombre que estaba a la puerta de su casa ha entablado conversación conmigo, me ha invitado a una copa de ron (aquí el ron se bebe en cantidades industriales a todas horas), al poco se ha sumado una mujer de la casa, Lázara, que ha resumido su situación con la siguiente idea: aquí trabajamos para la mierda, todo lo que ganamos es para poder comer y al día siguiente lo convertimos en mierda cuando cagamos y ya no más ná. 

Me ha enseñado la carne que les da el estado para que coman, unos 400 gramos para todo un mes a repartir entre tres personas. En broma le he preguntado que de dónde sacaba el resto de carne que tenía. Jineteando, mi vida, jineteando. 

Su sueño es vender una casa que tiene para pagarse el pasaporte (100 dólares o el equivalente al salario de dos meses y medio de un médico o de once meses de trabajo de una camarera) y el pasaje para irse a cualquier país que le permita entrar. Me quiero ir de Cuba para querer volver a Cuba. Es la continua contradicción en la que viven casi todos los cubanos.


Cuba. Vivir con un poco menos de nada.


Buscaba un lugar donde cenar en Matanzas, un lugar de gentes cubanas, no extranjeros, y entré en uno donde cuatro camareras estaban sentadas en una mesa, sin ningún cliente. La plantilla de ese restaurante de poco éxito, la completaban dos cocineros, que estaban sentados en un parque cercano, una limpiadora que había decidido ser hombre y ahora exigía que le llamasen limpiador y un encargado.
La plantilla de camareras. Con cuarenta euros al mes se paga
el salario de todas y aún sobra dinero.

Tenían ganas de hablar, pero no de trabajar. Su “carta” era exigua, pedí una cosa y me dijeron que no había, como hablamos desenfadadamente hicieron un esfuerzo por mí y llamaron al cocinero, que todavía estaba en el parque para que me lo preparara. Luego entraron otros clientes y les pidieron que encendieran el aire acondicionado, contestaron que no sabían. Yo les dije que cómo no iban a saberlo si trabajaban allí. No lo sabemos, contestaron. Claro que lo sabéis, además lo pagan los hermanos Castro (el restaurante es del estado), les dije. No ellos no lo pagan, lo pagamos nosotras ¿cómo vosotras? El consumo de aire acondicionado se lo descontaban de su sueldo para que gastaran el menos posible, lo que explicaba la respuesta de que no quisieran encenderlo.


Aquí van los datos que explican su actitud: trabajan doce horas diarias, desde las diez de la mañana a las diez de la noche, cobran 225 pesos cubanos, lo que supone unos 8,5 euros. No hay error, ocho euros y cincuenta céntimos, al mes y algún mes les han llegado a descontar, a cada una, hasta 100 pesos de su salario por el uso del aire acondicionado.

domingo, 25 de enero de 2015

Cuba. De Trinidad a Matanzas (31 de octubre 2014)


Lo de la derecha es el arroz extendido en la carretera para que
se seque. Los coches pasan por encima cuando viene otro de
frente.
Resulta bastante cómodo moverse por Cuba con taxis compartidos. Te van a buscar a casa, más o menos a la hora acordada, y te llevan hasta tu destino, si lo sabes. Yo como no sabía dónde me iba a hospedar llegué hasta el centro de la ciudad.

Los desplazamientos también son interesante, por la sucesión de paisajes, la sucesión de pueblos con construcciones similares pero donde se podía apreciar la riqueza por los mejores acabados exteriores.

Pasamos por una zona de abundantes cocodrilos, que huyen de la gente y pasamos por encima de kilómetros de grano de arroz extendido sobre el asfalto. Los agricultores extienden el arroz sobre el asfalto, ocupando la mitad de la calzada, circulando los coches por la parte libre, excepto cuando se cruzan con otro que circulan por encima del arroz extendido.
Son lo secaderos cubanos. Siempre sorprendido.

Con música y ron, ambos generosamente tomados, se hace
corta la espera de la madrugada.
En Matanzas me esperaba la agradable sorpresa de un concierto de música de un grupo de jóvenes que resultaban encantadores por la candidez de su pubertad. La actuación estaba programada para las cinco de la tarde, pero no comenzó hasta que llegó un autobús urbano con unos interesados en verlo, unas treinta personas, pasadas las seis y media. Es el sentido del tiempo, de la espera, de las colas cubanas. Es otro ritmo.

La noche acabó con otro concierto que inició un trovero, Ernesto Pita, que dijo que venía de actuar en España y un dúo acompañado de bajista y percusión, del que no tomé el nombre que fueron muy buenos y de lo más innovadores de lo que he escuchado en música, con una habilidad portentosa a la hora de manejar las guitarras.



Con un ron y la música, pasada la medianoche, acabé la jornada alojándome en casa de Alma, que es un lugar recomendable, de la poca gente profesional que se encuentra en los alojamientos particulares.

Trinidad (Cuba). Subida a Tapones.


Había oído que ir a Tapones era una excursión interesante. He buscado una bicicleta de alquiler, pero al decir que era para subir a Tapones, todos me han dicho que estaba loco y que era imposible. Claro y eso es lo que hace falta que alguien me diga para intentarlo.
Con mis amigos "hidratantes" cubanos. La sudada es evidente.

Me han traído una bicicleta, que se suponía que era lo mejor que tenían para tamaña aventura. Era como la primera bicicleta que tuve a los doce años, pero con toda la carga del tiempo y del óxido pasado. No he querido ni montarme en ella. He estado buscando sin suerte, todas eran parecidas, o las que tenían cierto aspecto saludable no tenían frenos. Me he dado por vencido y me he dispuesto a pasar el día en Trinidad. Pero veo a un chico con una bicicleta más o menos en condiciones, se la he pedido, aquí todo es posible, no era suya y me ha llevado a hablar con el dueño, que se dedicaba a alquilarlas, y me la ha alquilado.

Manglares junto a la playa caribeña.
Era tarde y el sol estaba dando de lleno cuando he comenzado la ascensión, realmente dura. No he llegado hasta el final. Me he parado en una zona denominada “El Mirador” habiendo tenido que ir a pie los últimos metros. Quizás pudiera haber subido hasta el final de haber comenzado a primera hora de la mañana, pero con el calor que hacía y sin agua me ha resultado una misión suicida.

Estando descansando en El Mirador, ha llegado un grupo de cubanos que inmediatamente se han puesto de acuerdo en calificar de locura el haber llegado hasta allí en bicicleta. Uno de ellos llevaba una caja de zumo en la mano y con la otra me ha ofrecido un vaso lleno, que yo creía de zumo, me lo he bebido con cierta avidez y casi reviento era casi todo ron. No lo había hecho para gastarme una broma, sino que era lo que ellos estaban tomando. Luego me han dado zumo sin ron.

Para completar la jornada en bicicleta me he ido hasta una zona de playa con manglares en sus inmediaciones, muy bonita. La llaman

península del Ancón. El guardia de turno me ha pedido un dólar para tener derecho a amarrar la bicicleta a un árbol. Me he echado un baño y me he vuelto a casa. Estaba cansado. He bebido varios litros de líquido y creo que aún me falta alguno más.