domingo, 30 de noviembre de 2014

Cuba. La educación que he percibido.




Escolares haciendo puntería en una caseta.
Uno de los logros de la revolución castrista es la educación para todos. Y es cierto que todo el mundo tiene acceso a la educación. Pero profundizando un poco se ve que la formación educativa deja bastante que desear. Hace unos años los estudiantes tenían el ruso como segundo idioma, ahora es el inglés. Pues bien, ni saben nada de ruso, ni saben nada de inglés. Los que saben inglés son los que se buscan la vida con los turistas para poderse comunicar y ofrecerles sus servicios o mercancías.
Algunos que me han escrito algún dato, en español y justo les venía para escribir. 

Muchas calles de La Habana tienen como nombre letras o números que van correlativas, es decir la calle A, la calle B,… Yo vivo en la calle D, pues un enfermero que me acompañó hasta mi casa iba preguntando en cada calle cuál era la siguiente porque no sabía que después de la C venía la D. En un par de ocasiones más me ha pasado algo parecido, preguntando por la guagua que debía tomar (no el bus que debo coger) me decían que me dejaba en la calle G y que tendría que caminar (entonces comenzaban a repasar el alfabeto para arriba y para abajo con una torpeza increíble) ocho cuadras (manzanas) ¿cómo ocho? Serán tres o cuatro. Y volvían a contar letras para arriba y para abajo.

Estudiantes que tenían fiesta revolucionaria y estaban hasta
el culo de ron a las diez de la mañana. Todos los estudiantes, 
incluidos los universitarios van con su uniforme.
Como hasta hace poco más de un siglo España ha sido la metrópoli de los cubanos, es lógico que en el colegio estudien algo de geografía e historia de España (es una deducción mía) A muy pocos los sacas del conocimiento de que existen Madrid y Barcelona. Una mujer me decía que su abuelo era español de Galicia que había nacido en Asturias en un pueblo junto a Italia.


Puede dar la impresión que son cultos en algunos casos porque si hablan de temas relacionados directa o indirectamente con la revolución, como están todo el día recibiendo consignas políticas, en la televisión, en la radio, en la calle, en las paredes,… pues te asombra que citen frases de los Castro, de José Martí, de Céspedes,… en sus conversaciones. Si rascas, hay poco más. También puede dar una imagen equivocada el que utilizan palabras o expresiones que en España se han perdido, pero que para ellos siguen siendo habituales y da una falsa pátina de cultura.

Cuba. Me voy pa Viñales


Existen multitud de formas para viajar en Cuba. Si eres turista todo el mundo te dice que vayas en Vía Azul, que es una compañía de autobuses de lujo, donde te cuidan y miman. Hay otra compañía de autobuses cubana, que es muy barata, pero en la que no dejan subir a los extranjeros, aunque alguno cuenta que ha subido. 

Camino de Viñales, en un descanso del autobús, unos cubanos
ya se había preparado para tocar música para los que bajábamos
de la guagua. El corte de pelo del de la primera fila también es
un espectáculo.
Parecía que si no iba en Vía Azul estaba cometiendo alguna imprudencia. Sin meditarlo mucho opté por esa opción para desplazarme hasta Viñales. Fue la única vez, porque aunque los cubanos te insistan en que es la mejor forma, existen otras que suelen resultar más interesantes, en algún caso más barata y en otros casos más cómoda. Ya iré hablando de ellas. 

Viñales es una visita obligada para los turistas, porque así lo dice el manual de turista en Cuba. Muchos se lo deben tomar en serio porque Viñales, que prácticamente es una sola calle está lleno de restaurantes (paladares) y antes de bajar del autobús una marabunta de mujeres te asedian ofreciéndote sus alojamientos. Discusiones, regateos en medio de todos, con mezcla de idiomas volando los dólares por las bocas que van subiendo y bajando la cotización de los apartamentos, con desayunos de regalo, con precios imposibles y al cabo de un rato la paz. Todos estamos colocados y casi todas se han llevado a sus clientes.
Llama la atención nada más llegar a Viñales, que te has trasladado
a los pueblos agrícolas de Aragón de hace unos cincuenta años.
Los carros tirados por caballos son lo habitual y algún tractor
de la época soviética, viejísimo, es la excepción.

Es temporada baja y los precios también son bajos.

A mí me cogió Tamara. Yo me llamo Tamara, me decía mientras íbamos a su casa, y soy propietaria. Doce pasos más y me volvía a repetir que se llamaba Tamara y era propietaria y así hasta que le tuve que decir que me había quedado claro su nombre y su propiedad.

Tamara es profesora de niños y ahora se dedica a alojar turistas, quizás por lo de haber tratado con niños es por lo que no cesa de repetir lo mismo. Está repitiendo continuamente todo y se está cambiando de ropa a todas horas.

La casa ha resultado confortable, es una pequeña estancia para mí sólo, con su porche y sus mecedoras, que me ha resultado esencial para mi estancia. ¿Por qué esencial? Pues porque desde que he llegado no ha parado de llover y prácticamente no puedo salir a la calle, así que paso las horas en el porche, sentado en la mecedora escribiendo, leyendo y charlando con su marido que tiene una granja.



Hoy los chicos no han ido a la escuela ¿por qué? Porque la han suspendido porque llueve. Que en un país tropical suspendan las clases por la lluvia es algo así como si las suspendieran en Alcañiz cuando sopla el cierzo. 

viernes, 28 de noviembre de 2014

Cuba. La fotografía que define.


Hablando con unos cubanos, compartiendo ron y cerveza, es difícil salir del tema de su situación, sus trampas para sobrevivir. Es una conversación que repiten una y otra vez, que escuchas entre ellos porque saben que en un lugar los huevos están un poco más baratos y cosas así. Es la conversación de la supervivencia.

Las fotografías siempre suelen ser más limpias que la realidad
el edificio de la derecha es la escuela, de puertas y ventanas rotas
de aspecto de abandono y dejadez.
Entre trago y trago me han señalado dos edificios contiguos, uno elegante, bien cuidado y el de al lado sucio, abandonado, con las puertas rotas y me han dicho, el de la izquierda es de un propietario particular, el de la derecha un colegio estatal. Patético.


Cuando autorizaron a las empresas extranjeras construir hoteles, edificaciones complejas las construían en buenas condiciones en 18 meses. Algunos hospitales públicos llevan treinta años construyéndose y no están ni a la mitad y parte de los materiales se los han ido llevando los cubanos para arreglar o mantener sus propias viviendas. De cada saco de cemento llega a la obra un cuarto, el resto se va perdiendo entre los bolsillos de los trabajadores que lo necesitan para sus arreglos.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Cuba. Conversaciones


Muchas mujeres se sacan unos pesos vendiendo "jabitas", que son 
las bolsas de plástico, a un peso. Cuando escuchaba "jabitas a
peso", entendía que las pesaban y las vendían.
Si tuviera que andar escribiendo las conversaciones más interesantes que voy teniendo, tendría que estar bastante menos tiempo en la calle y más sobre el ordenador, con lo que disminuirían las conversaciones interesantes.





Esta es la terraza de la casa donde vivía. El mobiliario está atado
con una cadena y candado para que no se lo lleven.
Esta tarde he estado con uno que tiene a su mujer en la cárcel por haber forcejeado con un policía. Me ha dicho que le han caído 6 años. Si es una técnica de venta resulta extraño porque no había forma por donde sacarme el dinero, además que no me lo ha pedido en ningún momento. La situación de los cubanos es realmente sorprendente. Represión, falta de alimentos, falta absoluta de igualdad,…





Ventana aireada de una casa. 
Está prohibido comer carne de vaca y no saben por qué. Cosas del gobierno, dicen. Peso esas cosas del gobierno pueden suponer diez años de cárcel. Cuando en alguna retransmisión deportiva con voz en directo van a decir lo que cobran los jugadores o algún dato por el estilo que pueda poner en evidencia la situación en Cuba, cortan el sonido. El himno norteamericano lo cambian por otra música cuando suena en alguna película o retransmisión de algún tipo.

¡Cómo se preocupan los Castro por sus ciudadanitos!

martes, 25 de noviembre de 2014

La Habana. El Paseo del Prado


Pasear por el Paseo del Prado un domingo es
recomendable. El ambiente, con jineteras 
incluidas, con puestos artesanos distintos a
los que suelen verse en todas partes y con alguna
sorpresa como los bailadores de tango que 
aparecen en la fotografía, mezclan en un paseo 
una gran parte de la fauna habanera. 
El Paseo del Prado de La Habana es una zona muy transitada, con profesores de arte que muestran sus productos los domingos en la calle. A pocos metros de mí escucho un estrépito, me giro y veo cómo ha caído la rama de un árbol en pleno paseo lleno de gente, sin que haya lastimado a nadie. Silencio. Si ocurre en España portada en algunos medios de comunicación. Es la ventaja que tiene tener plantados en el país árboles revolucionarios.

En el Paseo del Prado algunos profesores venden sus productos. Alguno puede considerarse un buen trabajo, pero otros son sólo artesanía como cortinas con la figura del Che (que está presente en todas las partes). A uno le pregunto cómo es que siendo profesores se ven obligados a vender artesanía para completar sus ingresos. Justifican su situación diciendo que así enseñan a los niños lo que ellos hacen realizando talleres (parece que los talleres son una estúpida moda universal) y tienen el privilegio del gobierno de vender sus obras sin tener que pagar el impuesto de venta ambulante.

Conozco a algún comunista español que si le mandase Rajoy salir a un mercadillo los domingos (todo el día) para completar sus ingresos y tuviera que dar clases (talleres) gratuitos, seguramente que no se lo agradecería como se lo agradecen en nombre de la Revolución.



lunes, 24 de noviembre de 2014

Cuba. Extrañas visitas. (20 octubre 2014)


Cuando he dicho a mi casero que me iba a Regla y Guanabacoa, me ha dicho que no sabía de nadie que hubiera querido ir allí. Pero allá yo. 

A Regla se llega por medio de un barco que cobra unos 30 céntimos
de euro. Lo mejor es la vista que ofrece La Habana.
La visita a estos dos municipios de La Habana no merece la atención ni de cinco minutos de un turista. No hay casi nada que ver. Pero yo quería ir por otros motivos.

Son poblaciones industriales que viven totalmente al margen del turismo, por lo que es muy difícil para ellos obtener unos ingresos extraordinarios. Es decir que viven con sus 15 o 20 euros mensuales más lo que logran robar de la empresa en la que trabajan.

En Regla se pueden ver abundantes santeros, puestos donde 
vender productos para la santería y abundante pobreza.
Enseguida comprendes la diferencia. Si la miseria en la que viven los trabajadores en La Habana es vergonzante, todavía hay un grado más bajo, la de la gente trabajadora que vive en Regla. Casas de pocos metros cuadrados donde vive una familia, lo más parecido a una chabola y a decenas por todas partes. Poco más que un paseo para ver miseria, borrachos y pobres de solemnidad es lo que he podido ver.

Para trasladarme hasta Guanabacoa he empleado otro de los incontables sistemas de transporte que tienen aquí. Se trata de un camión en el que subes en la caja con otros pasajeros. Guanabacoa tenía un aspecto algo más digno. Había un gran mercado con numerosos puestos en los que todos vendían lo mismo, que es lo mismo que se vende en todos los mercados de los cubanos (los extranjeros tienen acceso a todo tipo de productos).

Casas de extrema pobreza
El aguacate, la frutabomba (papaya), los plátanos, un par de tubérculos, pepinos y naranjas es prácticamente todo lo que ofrecen todos los puestos. Alguno tiene carne en la que se apoyan los fumadores, sin absolutamente ninguna higiene y otros tienen además legumbres a un precio superior al que se compra en España. Y salvo un par de productos que pueda olvidarme, eso es todo lo que hay en todos los mercados cubiertos, descubiertos y a mediocubrir de La Habana. La escasez de productos es la norma.

Viajando en la caja de un camión de Regla a Guanabacoa.
Otro motivo de la visita es para rendir tributo a los sefarditas, los judíos españoles que fueron expulsados por los Reyes Católicos y que a pesar del tiempo transcurrido todavía siguen conservando su identidad española, manteniendo el español de la Edad Media y en algunos casos la llave de la casa de su propiedad en España.






Sólo he podido visitar el cementerio judío sefardita, que estaba cerrado. He rendido ese tributo y he vuelto para La Habana.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Cuba. Vagando por La Habana (20 octubre 14)


Otra forma de conocer parte de una sociedad es ir vagando, dejándote llevar, que casi siempre surge algo que te sorprende. He encontrado a un grupo de hechiceros que estaban haciendo una serie de ritos junto al mar cantando en una lengua incomprensible (africano me han dicho) y realizando ofrendas al mar. Era algo familiar.

Rito santero que estaban realizando cerca del malecón de La 
Habana. Era un rito familiar.
También me he encontrado al loco que enviaba mensajes para la CIA, que le había torturado la policía española, que estuvo pasando por el detector de mentiras en la embajada estadounidense en Madrid, que nunca había trabajado ni trabajaría para los Castro, que había hecho negocios clandestinos de cantidades impresionantes de dinero. Pero tuvo un error, el dinero ganado, en vez de guardarlo en el banco, lo invertía en obras de arte y antigüedades, hasta que los Castro se dieron cuenta de que lo que él poseía tenía más valor que el Museo Nacional, así que se lo confiscó todo dejándole en la más absoluta miseria. Ahora se ganaba la vida trapicheando y hablando con los turistas de habla inglesa (cada dos frases introducía una en inglés). Aparte de todas sus locuras, que por la forma de expresarse y los datos muchas debían ser verdad, es una persona cultísima e informada (su trabajo de espía se lo exige) y me informó de la situación en España (hace casi una semana que no sé nada de nada de lo que pasa en España).

La cartelería en Cuba merece un viaje. Son muy curiosos y con 
todo tipo de contenidos los carteles que uno se puede encontrar
en cualquier rincón.
En un puesto callejero de venta de recuerdos para los turistas, el cubanito que lo tenía me dice, entre y pregunte (se refería a sus productos). Así que le pregunté ¿cuál es la capital de Malta? ¿La Capital de Malta, de Malta? Esa no la sé ¿cuál es? Y luego me preguntó y la capital de Polonia y así estuvimos durante un cuarto de hora, con público y todo haciéndonos preguntas sobre países y capitales con marcador incluido hasta que acabamos con apretones de manos y risas entre todos los que estábamos. Son formas de entender entre y pregunte.


La última curiosidad del día me la reservaba la televisión cubana cuando ya estaba en casa y la encendí para ver qué se cocía. Estaban emitiendo una película norteamericana basada en un aficionado al béisbol. En una escena de la película me sorprende que cambia el fondo de sonido ambiente que se notaba en un estadio y paso a escuchar una música nítida que estaba fuera de contexto mientras las imágenes se correspondían con los prolegómenos del partido. Enseguida entendí lo que pasaba. Estaba sonando el himno norteamericano y lo censuraron. Cuando supuestamente acabó volvió otra vez a escucharse el sonido ambiente y desapareció la música censora, que curiosamente era de los Creedence. Las películas se emiten en versión original subtitulada. Al día siguiente algunos cubanos me confirmaron la existencia de este tipo de censuras.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Cuba. Una, o dos, de cementerios.


Bueno, en este caso van a ser dos en uno. Ya he escrito en otras ocasiones que una de las formas de conocer a una sociedad se ve también en los cementerios. Y casi siempre suelo visitar alguno. El cementerio de La Habana dice mucho antes de entrar. Porque cuando un guiri como yo camina dispuesto a ver tumbas, leer epitafios, ver la limpieza, los ofrecimientos, el comportamiento de los vivos que han ido a visitar a sus muertos, el respeto o falta de él de los paseantes, la representación de las clases sociales entre los muertos, los panteones, los nichos, y muchas otros detalles que voy observando en estos lugares, cuando estaba dispuesto me ha salido una cubana con traje oficial y me ha preguntado ¿vas a visitar el cementerio mi amor? Se me podía haber ocurrido decirle que iba a ver la tumba de un ancestro, pero como no sabía cuál era su intención le he contestado que sí. Tienes que pasar por taquilla mi amor. Había que pagar unos cuatro euros por entrar. O sea que para entrar pago los cinco dólares o entro muerto. Sí, así es mi amor. Me he dado media vuelta porque ya me había dicho bastante sobre la forma de tratar a sus muertos, hasta una vez muertos los explotan económicamente. Vaya con la Revolución cubana.

Junto al cementerio católico, está el cementerio chino, que también es católico, pequeño, de entrada gratuita y mucho más curioso de visitar y por lo tanto recomendable para todo el mundo. Fotografías de los deudos chinos con nombres como Chin in Wuang con epitafios como “tu hija Manuela no te olvida”, algunos no tienen símbolos religiosos, pero la mayoría están rodeados de la parafernalia católica con sus hermosas cruces. Otros a su pie tienen recuerdos por su contribución a la Revolución cubana o por haber sido miembro destacado del Partido Comunista. Todo un ejemplo de sincretismo social y religioso.



Esta visita casi me ha sacado de una duda que solemos tener casi todos los españoles sobre si los chinos se mueren. La colonia china en La Habana posiblemente sea la más numerosa de extranjeros, aunque se ven poco por las calles. Le pregunté al guarda del cementerio si había muchos entierros y se quedó pensando un rato y me contestó como si acabara de hacer un descubrimiento; la verdad es que se mueren poco estos chinos. Así que todavía me queda alguna duda sobre sus muertes.

Parte de los chino cubanos llegaron a mediados del siglo XIX como esclavos. Luego hubo oleadas posteriores. Como sólo había hombres fueron los inventores de los y las mulato chinos.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Cuba. Turismo y otras curiosidades.


Nadie entienda que no soy un turista. Vuelvo a insistir en la frase de mi amigo José Luis Pueyo, de que soy un aprendiz de viajero. Pero soy turista a mi modo. Prefiero ver formas de vida que monumentos.

Excelente batido de chocolate en una fábrica cerca de La Habana
colonial. Si estás por allí no dejes de visitarla.
Mi casero no lo puede entender. El primer día me hizo una relación de los lugares que no podía dejar de visitar en La Habana. Llevo cuatro días y no he visto casi ninguno. Por las mañanas me pregunta qué he visto y me echa la bronca porque no he cumplido con el papel que espera de mí.

El afilador por las calles de La Habana
Está empeñado en que vea un cañonazo que tiran unos cubanos disfrazados de soldados españoles (creo que va a fracasar) y en que tome un chocolate en la fábrica de chocolates situada en La Habana colonial. Para pasar el examen de mañana, aunque sea con un cinco raspado he decidido tomar el chocolate. Ha sido un verdadero acierto. Fabuloso, recomendable. Existen varias posibilidades de bombones, batidos calientes,… yo me he tomado el chocolate batido frío. Espectacular.

También ha resultado gratificante la visita a La Habana colonial. Pareces trasladado a un pueblo español. Además es de las pocas zonas bien cuidadas de La Habana. Eso sí sales dos metros y vuelve La Habana descuidada y abandonada de la gente que tiene que pasar el mes con 20 euros.

Parque de atracciones con cochecitos de la misma época que
los "almendrones" que son esos Chevrolet que circulan por
La Habana anteriores a la dictadura castrista.
Entre los recursos que utilizo para divertirme, me lo estoy pasando muy bien con una cajita mágica. La venden en muchos establecimientos y si no sabes el truco, a pesar de no tener ningún mecanismo y ser una simple caja de madera no la puedes abrir. En el primer establecimiento donde me la ofrecieron me enseñaron a abrirla. Cuando ahora me la quieren vender en otros lugares me hago el tonto aparentando no conocer el truco y diciendo que no tiene que ser difícil abrirla. Enseguida entran en el juego y todos apuestan a que si la abro me la regalan y si no la abro la compro. Yo acepto la apuesta (en una tienda hasta buscaron testigos para la apuesta). Al principio hago lo que hace todo el mundo, tardo, les veo sonreír con la venta asegurada y con la torpeza de mi apuesta, hasta que “tachán” la abro y pasan a admirarme, a decirse entre ellos que he sido capaz y aceptan su derrota y miran con duelo que llevo lo que iba a ser su venta. Alguno insiste luego en que al menos le compre algo para mitigar su pérdida. Yo me hago el duro y digo que el juego es el juego y me voy. A los treinta segundos vuelvo y se las devuelvo y como todos nos reímos, nos hemos divertido con un final feliz para todos.


La noche de mi cuarto día, estamos a 18 de noviembre de 2014, ha finalizado con una cena compartida con seis enfermeras españolas que he encontrado cuando iba a comer una pizza. Hemos hablado de las bondades y maldades del régimen con una navarrica (Miriam) empeñada en lo bueno que era para los cubanos cobrar sus 20 dólares mensuales. La tozudez en la defensa de las ideas por encima de las personas tiene estas cosas. 

Cosas del destino. Diez días después me encontré a Miriam en Cienfuegos, a unos de 350 kilómetros de La Habana.



miércoles, 19 de noviembre de 2014

Cuba. Los santeros


En muchos sitios, libros, internets y conversaciones se habla de los santeros como algo marginal. Nada más lejos de la realidad. Están por todas partes, lo que pasa es que no hacen ostentación de ello y si no sabes algunas claves no te percatas de su existencia. Para saberlo no es necesario estar introducido, sino simplemente saber cosas muy elementales.

Yendo por la calle veía a personas completamente vestidas de blanco, calzado incluido, gorra y paraguas, que pensaba que formaba parte de una moda. Son personas que entran en la religión afrocubana que tienen que ir vestidos así durante un año como parte del proceso de iniciación en la religión. 

Los santeros llevan una pulserita de color verde y amarillo que indica que son sacerdotes santeros. Pronto detectas santeros del partido comunista, su presencia en conversaciones, uno tenía un problema con una vivienda que intentaba quedársela otra persona y que una santera lo solucionó a favor del primero enviando al segundo al hospital por medio de rituales.

Ya venía con la intención de entrar en contacto con este mundo pensando que sería difícil, marginal y turístico. Lo cierto es que es tan fácil como preguntar a alguien si conoce a un santero. Pronto te habla de algún conocido.

Mi casero me ha puesto en contacto con uno que tiene un grado superior al santero normal. Los nombres los he olvidado porque son tan extraños que me ha resultado imposible retenerlos.
Rafael, el santero ha estado conmigo un buen rato, quizás unas dos horas, explicándome todos los ritos, los santos, el sincretismo, el seguimiento del papado y un montón de cosas más ilustradas con libros y fotografías, todo en su propio santuario y con una vasija donde estaba el dios que lo representaba, además de dioses guerreros que tenían que estar cerca de una ventana. Toda una clase magistral de la que me he quedado con las formas, la filosofía, pero lamentablemente no con los nombres. Me hubiera gustado para poder mantener otras conversaciones con otros santeros que me vaya encontrando, que seguro que lo haré.

Por la tarde he ido buscando literatura sobre el tema, pero las librerías cubanas son tan pobres de contenido que no he podido encontrar nada, pero perseveraré.


Me han invitado a una ceremonia en La Habana, pero lamentablemente ese día voy a estar en Matanzas, otra población. Me lo he perdido.

martes, 18 de noviembre de 2014

Cuba. Había que ir a una peluquería.


Cuando se planea un viaje, quedan al margen temas como entrar en una peluquería, salvo que se vaya a un lugar de moda.

Yo siempre suelo cortarme el pelo antes de salir de viaje, menos peso por el pelo y no necesito peine. Pero en esta ocasión pensé que no estaría de más estar en una peluquería y hablar con el peluquero si tiene el mismo comportamiento que en España. Pude comprobar que sí lo tenía. Le dio a la húmeda más que a las tijeras, y eso que casi me deja sin pelos. 

¡Cuesta tan poco la felicidad! con unos 80 céntimos de euro
tuve conversación, corte de pelo, entretenimiento y la pequeña
aventurilla de la persecución de mis pelos.
Entré en una peluquería. ¿Cómo lo quiere? Nunca sé cómo lo quiero, como lo llevo pero más corto. Así que le dije que como el suyo pero un poco más largo. Con una maestría tremenda comenzó a pasarme la máquina por los pelos por un lado y por otro, de adelante a atrás. Luego sacó las tijeras y con igual maestría escuchaba, que no veía, que me iba perfilando la forma de mi cabeza. Pero en un momento se apartó de mis cabellos y buscó denodadamente todos mis pelos. Ante mi sorpresa comenzó a cortar pelos de mis cejas, sin que me diera tiempo ni a comprender ni a reaccionar. No había salido de mi asombro y comenzó a cortarme pelos de la nariz, sin tiempo a protestar escucho el tijeretazo en mi pabellón auditivo, también tenía allí algún pelo que le molestaba al peluquero, no a mí. De pronto veo pasar las tijeras por delante de mis ojos y pienso: este va a por mis pestañas, pero no, bajó, iba a por mi bigote y pude reaccionar y decirle NO. Se paró sin comprender. No sé a qué estaba dispuesto. Sin salir de su sorpresa me pidió permiso para cortar los pelos que sobraban de mi nuca. Se lo di y actuó con timidez.


Además de las tijeras también manejó con semejante maestría la verbalización de su hartazgo de los Castro. Me sorprendió su crítica tan directa al régimen y le pregunté que si no temía a que le detuvieran hablando así, me dijo que le podían detener, pero que no le importaba a sus cincuenta años ya estaba desesperado y le daba igual una cosa que otra. 

Conversación, corte de pelo y persecución por toda mi cara de los pelos que me sobresalían me salió por unos 80 céntimos de euro.

De plática política


Casi todos los cubanos interesados en largar sobre política suelen comenzar diciendo “a mí no me interesa la política, yo tengo mi opinión, pero no hablo de temas políticos”. La traducción del cubano al español de Valladolid es algo así como “prepárate que si no me dejas con la palabra en la boca y te vas, vas dao”.

Es fácil encontrar imágenes sorprendentes con palabras
curiosas como una dulcería que es como llaman a las
pastelerías. 
En el tercer día de mi estancia en La Habana conocí a René Peñalbert, que había estado en el comité central del Partido Comunista, con Fidel. Él no me lo dijo, pero luego supe que lo habían purgado. Había viajado 60 veces al extranjero (algo al alcance de ningún “compañero” cubano). 

Después de purgarlo lo nombraron representante de un grupo de música cubana y así siguió viajando por el mundo a cargo del trabajo de sus “compañeros” cubanos. 

Le habían dado un coche (una máquina) y una vivienda por sus servicios, y los había vendido. Ahora, a sus 81 años, seguía disponiendo de coche oficial (otro) y chófer, para ir visitando a sus amigos, entre los que se encuentra mi casero. El coche oficial es para verlo, lo más vetusto que uno pueda imaginar, pero un lujo aquí.


Los "camaradas" ciegos y muchos más tienen
que ir pidiendo por la calle igual que en cualquier
sociedad capitalista.
Lo encontré hablando sobre el bloqueo norteamericano a la isla, un tema recurrente a todas horas. Le pregunté cuántos años estás diciendo lo mismo, veinte, treinta. Me miró, sonrió y aceptó que llevaba toda su vida diciendo lo mismo. Y así seguiría, con el convencimiento de que la vida de Obama, o del presidente norteamericano de turno dependía de los cubanos. Esta misma noche me llegaron a decir, muy convencidos que posiblemente el asesino de Kennedy fue un cubano.

Los cubanos tenía prohibido hablar con los extranjeros hasta hace dos o tres años. Si estaban en un bar hablando con un "yuma" (su forma de llamar a los guiris) algún camarero u otro cubano de una mesa cercana llamaba a la policía se les acusaba de subvertir una norma contra la responsabilidad ideológica o algo así. Por eso ahora, en cuanto pueden hablan y hablan, pero sin aceptar que lo van a hacer de política. Sin embargo todavía hay muchos que no se fían y cuando hablan te van apartando de lugares donde haya más gente desconocida o callan de repente cuando ven a un infiltrado (conocido) de la policía.


Si así comencé el día, de forma semejante lo finalicé sobre las dos y media de la madrugada detrás de una cerveza  (Cacique)


dando un repaso y nuevos puntos de vista sobre la situación política.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Cuba. Tambores japoneses en La Habana


Muchas veces uno está condenado a repetir encuentros y situaciones a los que está predestinado, posiblemente por su nacimiento. En Corea o Argentina, entre otros lugares he tocado el tambor, muy mal, pero eso es otra historia. Me habían dicho que había un concierto de tambores en La Habana, así que allá que me fui. Y fui a ver dos cosas, el comportamiento de los cubanos en los espectáculos y el espectáculo de los tambores.

Teatro Mella, en la avenida Línea. Teatro abarrotado y público 
entregado. 
En el siglo 17 unos japoneses iban hasta España para abrir una sede diplomática. En su viaje recalaron en Cuba, entonces territorio español, donde les recibieron las autoridades españolas. Ese hito supone para los cubanos actuales el inicio del periodo de relaciones entre Japón y Cuba, cosas de los nacionalismos. Ahora se conmemora el 400 aniversario “de las relaciones entre Japón y Cuba”. Lo conmemoraron con una actuación muy interesante de percusión japonesa. Estuvo muy bien. Lo pasé muy bien. Y pude ver el comportamiento del público. Me advirtieron que llegara dos horas antes, porque si no, no tendría sitio. Llegué con media hora, que luego se convirtió en una hora, no por el retraso, sino porque me habían informado mal de la hora de inicio.  Lo primero que observo es que estaba casi todo lleno excepto las butacas de la zona central. Me dije, qué curioso, a los españoles nos gustan los lugares centrales y a los cubanos los laterales, hay culturas para todos. Pues yo me voy a sentar en estos lugares centrales. Voy a apoyar mis posaderas cuando una mulata me dice “¿tienes invitación mi amor?” No, pues no puedes sentarte aquí. Más de doscientas plazas reservadas para los enchufados del régimen que no tuvieron necesidad de llegar con la antelación de los demás.

El público resultó muy apasionado, aplaudiendo a mitad de la interpretación, aplaudiendo a rabiar cuando el intérprete dijo que tenía 62 años, puestos en pie cada vez que acababa un tema. Divertido. Llevo escasamente un día en La Habana y ya ha dado para todas estas entradas en el blog. No podré seguir a este ritmo.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Cuba. Caminar para conocer.


Mi casero me ha preparado una relación de los lugares donde ir. Por desconocimiento, pero no para engañarme, me ha dicho que puedo visitar unas ruinas donde estaban los romanos y los gladiadores y todo eso. También me ha advertido que no fuera caminando hasta el centro porque era una distancia insalvable.  

Puedo volver de Cuba sin ver el Capitolio o el Museo de la Revolución, pero jamás sin conocer las caras de miles de cubanos que llevan su vida cotidiana, que van de un lugar a otro sin hacer nada, con sus conversaciones largas o breves por todas partes,  su día a día. Así que a callejear. Y callejeando he llegado hasta los lugares imposibles para mi casero y más allá. Eso sí, no sabía dónde estaba. He pasado por el barrio chino, sin ver a ningún chino, son los jefes y están en la cocina, me decían sus empleados y en un momento he preguntado que dónde estaba; en La Habana mi amor, ¿pero en qué parte de La Habana? En La Habana centro mi amor.

¿No necesitas una novia, mi amor? Me dice una joven mulata. ¿Tienes una para mí? Si, yo misma, me contesta sonriente y convencida mientras sostiene a su hijo pequeño en brazos. 

En un puesto de reparación de neumáticos (le denominan ponchería) me encuentro a un nuevo empresario. Es el dueño del taller. Se lo ha dejado la nueva política aperturista. Ha comprendido perfectamente cuál es el papel del jefe; contratar a un empleado que haga el trabajo mientras él está sentado en una silla mugrienta con tres patas y media. 

Amistades de un instante que van llenando mi conocimiento
y vivencias de turista.
En un pequeño barecito una mujer me dice que ahora está ella porque su hijo, que es el dueño, está entrenando con la selección nacional de Cuba de esgrima. Algún día se ponen los inspectores del gobierno enfrente y van anotando todos los que entran en mi establecimiento para cobrarme más impuestos. Y así, una tras otra las calles que sin saberlo me han conducido hasta el capitolio me han ido contando un ciento de historias de las que no están escritas en las guías turísticas. 

Cuba. Vivir con pesos cubanos



En Cuba conviven dos monedas, el peso cubano y el CUC que es la divisa que utilizan los turistas. Es común escuchar y leer que no hace falta llevar pesos cubanos o llevar muy pocos porque sólo puedes comprar algunas cosas. A mí que me gusta vivir como un cubano, que para vivir como europeo ya tengo todos los días del año en España.  No totalmente, pero en gran medida se puede hacer. La vida es muchísimo, muchísimo más barata y son pocas las privaciones, muy pocas. 

Una de las formas de ganarse la vida es rellenar fosforeras, que
es como llaman a los mecheros, por unos pocos pesos cubanos.
En el mercado de frutas puedes comprarla muy baratas (un kilo de plátanos por unos 25 céntimos de euro) desplazarte en transporte público sale por dos o tres céntimos de euro el trayecto, tomar una cerveza buena por unos 60 céntimos y una cerveza muy mala por unos 20 céntimos. Una pizza muy buena con cerveza por un euros). Además pastas, pasteles, los puedes encontrar por unos pocos céntimos. Para algunos eso tiene un inconveniente, y es que lo tomas en lugares rodeados de cubanos, porque no hay ningún turista, pero para mí es una gran ventaja. ¿Cómo están en un bar de cubanos? Nos preguntó un cubano a un sueco y a mí, que habíamos coincidido. No lo entendía. Allí la cerveza con conversación incluida nos costó a 60 céntimos, en la acera de enfrente, con más guiris y la presencia de cubanos reducida a los camareros,  dos o tres euros.

Cualquier cosa sirve para sacarse unos pesos, como hacer de
taxista con un sidecar, que es muy abundante.
Se comenta que el CUC va a desaparecer el próximo año (2015), será una medida sensata porque es una de las mayores estupideces que he visto en mi vida que en un país circulen dos monedas y con un cambio de 1/24, aunque le quitará cierta gracia al surrealismo cubano.

También se perderá la posibilidad de engañar a los turistas cobrándoles en CUC lo que tiene un precio en peso cubano, que ellos denominan moneda nacional (MN).

Cuba. Continuas advertencias.


Escuchando a los cubanos parecería que se dividen en dos grupos, los que realizan hurtos (que deben ser una minoría) y los que te protegen, que son casi todo el mundo. A todas horas todos te van advirtiendo, ojo que te van a robar, ojo que te van a engañar, ojo que te van a timar,… En un autobús me llamó un hombre con gesto cómplice. Me acerco a él y me dice, tenga cuidado que el bolígrafo le sobresale y es fácil que se lo roben. Para no defraudar al hombre le hice ver que tomaba todas las precauciones.


El dominó es el juego más popular en las calles. A diferencia
del dominó español, el cubano tiene hasta doble nueve. En
varias ocasiones me invitaron a jugar.
A mi casero le conté mi charla de la noche anterior con Bárbaro y Mercedes, que me dijeron que lo conocían. Me dijo que era mentira, que no lo conocían, que era parte de la estrategia que empleaban. Ellos sabían que tenía una casa de huéspedes y por eso lo relacionaban. Que era una estrategia para acercarse a mí, que no me fiara, que estaban preparando una trama. Bueno, me he ido a ver a Bárbaro al puesto de frutas donde trabaja y me ha regalado unos plátanos. Yo sigo confiado y mi casero me dice que me olvide, que están tramando algo para engañarme. 

Después de veintiún días en Cuba, nadie me ha engañado, nadie me ha robado, han sido generosos conmigo, me han acompañado cuando he necesitado ayuda, Sólo alguna pequeña cosa como que no te devuelvan unos céntimos cuando te cobran o que te aconsejen que su servicio es el mejor. 

El último día mi casero me dijo que sí, que conocía a Bárbaro y que era buena gente. Que me podía fiar de él. Su mensaje me llegó tarde, me fié de él desde el primer momento.

Cuba. Primeras pláticas.



Todavía sin dormir, en mi primera noche cubana, mientras me comía un perrito caliente y me bebía una cerveza Cacique “al cacique lo echamos a la hoguera, pero a ti te la voy a servir bien fría mi amor”, un matrimonio cubano, un poco más joven que yo y otro acompañante se sentaron en mi mesa alrededor de una botella de ron.

Este es el mercado donde trabaja Bárbaro. Lo fui a visitar
para continuar con la amistad iniciada la noche anterior. Me
regaló unos plátanos para mi almuerzo.
E Al poco comenzó la plática mientras iban llenando un vaso tras otro para vaciarlo inmediatamente entre sus gaznates. Con Mercedes, Bárbaro, su marido y su hermano tuvimos una conversación larga y amena sobre todas las cosas entremezcladas con música, “si nos vemos mañana te regalo un disco del cantante que está sonando ahora, que es el que compone para Juan Luis Guerra”, y todo ello aliñado con ron y cuando se acabó el ron con cerveza. Sobre las doce de la noche, con una agenda de actos para ir a ver que me ofrecieron,  (para mí, que todavía era una continuidad de mi horario español y por lo tanto eran las 6 de la mañana), me fui a dormir. Ya tuve una buena ración.

Cuba. Comenzando a ser cubano (4/10/2014)


Me gusta ser cubano en Cuba, ruso en Rusia, sobre todo neoyorquino en Nueva York y ciudadano del mundo en España.  Así que debía ir en autobús desde el aeropuerto hasta La Habana. Para los cubanos era algo imposible. Sólo puede ir en taxi, me decían. Pero la carrera de taxi cuesta lo mismo que el salario de todo un mes de un trabajador bien pagado. Así que tenía que haber otro sistema. 

Discutiendo con un cubano de que tenía que haber otro sistema le argumenté que él no volvía todos los días del aeropuerto a su casa en taxi. Claro que sí, me dijo. Seguro de que no me iba a engañar dije que era imposible porque era el salario de todo el mes. Pero yo vuelvo todos los días en taxi a mi casa. Después de una pausa en la que le iba a decir que no hacía falta hablar me remató; “soy taxista”. Todos los de alrededor rieron, yo también, pero aún faltaba la puntilla; “cómo te la he metido” (no hubo mi amor final).


A pesar de haber visto multitud de veces estos coches en documentales
sobre Cuba, la realidad sorprende. Son viejísimos y casi todos vetustos
sin faros, sin manillas en las puertas y cien deficiencias más. Suelen
utilizarse como taxis colectivos y los denominan almendrones
Aunque sabía que había autobús, todos lo negaban. A uno le dije que sabía que había uno donde montaban los trabajadores y con el gracioso acento cubano me dijo “usté viene aprendido”.  Después de mucho esperar y platicar con los taxistas que me explicaron que el taxi es del gobierno y ellos cobran lo mismo tanto si hacen dos viajes como cien, les pregunté que aliciente tenían y me contestaron que “la matraca”, de engañar al turista, cobrarle de más, llevarlo a un restaurante o un alojamiento del que cobraban comisión. Eso es la matraca, la economía sumergida. Finalmente accedieron a informarme de dónde salía la “guagua”, pero como me cansé tomé un taxi hasta la parada del autobús urbano. Y allí vuelta a esperar, a hablar con quien llevaba toda la tarde esperando, hasta que finalmente pude tomar el autobús hasta mi nueva casa. 

El autobús inmundo. Es la igualdad de la miseria. Luego te das cuenta que hay miles y miles de cubanos sin hacer nada y son incapaces de tener limpio un autobús que utilizan todos los días.  Como la dirección de mi nueva casa parecía una partida de juego de esas de hundir los barcos (D 502 e/21 23) estaba todo el tiempo preguntando para asegurarme de que iba a llegar sin pasarme demasiado. Además la noche se estaba cerrando demasiado y la luminaria callejera no es muy espléndida. Luego surgió la discusión, unos me aconsejaban bajar en un sitio, otros en otro, hasta que un cubano me dijo que bajara con él justo cuando se abrían las puertas del autobús y sin tiempo a reaccionar me fui detrás de él sin saber donde me llevaba. Él tampoco lo sabía. Sabía más o menos dónde estaba, pero ni el lugar exacto, ni el abecedario. Las avenidas tienen números y las calles transversales letras. Sabiéndolo es muy fácil ir a un punto determinado (yo no lo sabía) mi guía iba preguntando en cada intersección cuál era la calle siguiente. Finalmente llegamos después de caminar muchísimo, lo que me aseguraba que no había elegido al mejor guía disponible. Trabajaba de enfermero, pero se me ofreció para acompañarme por La Habana al día siguiente, justo el día que tenía fiesta. Luego me dijeron que muchos cubanos, al ver la posibilidad de sacar unos pesos a un guiri no tenían ningún inconveniente en dejar de ir a trabajar al día siguiente. Le dije que no sabía a qué hora me levantaría y aunque fue más tozudo que maño cuando se le lleva la contraria, me dejó. Por supuesto la persona que debía alojarme, no me esperaba. Me quedé a cuadros, de noche, lloviendo y con ganas de tener una casa. Pero no importa, se espere aquí quince minutos. Me plantó en la puerta y un poco antes de que venciera el plazo me dijo ya puede pasar. Ya tenía casa en La Habana. Llevaba unas treinta y cinco horas sin dormir salvo alguna cabezada en el autobús o en el avión. 


Esta es una forma de completar el exiguo salario que cobran
los cubanos, hacerse fotos con los yumas (guiris) por un peso.
Como buen garufa tenía que rematar la noche. Así que sin cambiarme, con mi sudor trabajado de tantas horas de viaje me lancé a ver cómo eran las calles de La Habana. Eran oscuras y silenciosas. Encontré un lugar donde tomar algo y aunque no soy muy del agrado de comer cadáveres, sólo tenía dos opciones perrito caliente o jamón. ¿Jamón?, ¿qué clase de jamón? Jamón normal mi amor. Le dije que me lo mostrara para ver cómo era el jamón normal y entonces descubrí que en España al jamón normal, al de toda la vida le llamamos mortadela. Vaya error.

Cuba. De viaje a La Habana, mi amol.


El contacto con los cubanos es sumamente fácil, tanto es así que en el vuelo ya tenía dirección y amigos donde estar cuando me acercara a Cienfuegos. Y no tuve novia porque la rechacé, pero mi compañera de asiento me ofreció a su hermana, convencida de que haríamos una buena pareja.
Además como casi cualquier cosa la terminan con “mi amor” ¿qué hora es mi amor?, ¿me pasas el cenicero mi amor?, (que en muchas zonas es mi amol) te sientes extraño por no saber tener con ellos la misma confianza que tienen contigo.

El cubano es tan sumamente abierto que hasta sientes cierto pudor. Luego, como todo, lo asimilas y pasa a ser normal sin darle más importancia.

Este amol ha ido demasiado lejos. Las leyendas en las paredes
cubanas, ya sean del régimen o de los particulares son merecedoras
de un detenido reportaje fotográfico, incluidas recomendaciones
sobre no cagar o mear en la calle.
Cuando pregunté a una cubana en el avión si sólo abrían las puertas de delante me dijo “aquí todo lo hacemos por delante, nunca por detrás mi amor”.  Ese amor desconocido iba con su marido. Habían sido mis compañeros de viaje, él cincuentón, ella treintañera. “A él le gustan las bebecitas como yo, mi amor”. No tenía nada de mal gusto el amor de “mi amor”. Viven en Italia y me contaba Annie (“mi amor”) que hasta que no fue a Italia no comprendió que estaba perdiendo el tiempo cuando estaba un hora en una cola esperando que le atendiesen y el motivo del retraso no era otro que la dependienta estaba hablando por teléfono con una amiga.


Y es que los cubanos no tienen dinero, pero sí tiempo y lo derrochan a manos llenas. Esperar un autobús supone una pérdida de tiempo incierto, pero tienen la seguridad de que llegará y por lo tanto esperan.