lunes, 5 de noviembre de 2012

Sorpresas para agradecer


Paseo que dimos por la playa en un día lluvioso

Merendando fisandchips, que me dijo Hug que era algo tradicional
Estaba decidido a que el día transcurriera con calma. A tener un día de no hacer nada. Todavía ningún día he llegado a estar siete horas en la cama. Después de tanto patear, un día de calma chicha. Me he levantado tarde, las ocho de la mañana, he desayunado tranquilamente, me he dado a la lectura y a la consulta de internet. Había quedado con un neozelandés que me iba a acoger en su casa y he dudado de ir, pues está en un barrio alejado y no tenía ganas ni de coger el autobús. Pero finalmente me he decidido. Y la sorpresa, agradable sorpresa estaba por llegar. Mi futuro amigo, Hug, me ha tomado como un miembro de su familia al que no ve hace tiempo. Me ha llevado a ver a una de sus hijas. Me ha enseñado lugares recónditos de las afueras de Auckland, me ha dado explicaciones de geografía, música, geología, historia, botánica y fauna (todo en inglés por supuesto), me ha puesto en contacto por teléfono con un peruano para que me desahogara hablando en español, me ha invitado a un estupendo helado de té verde y luego me ha dicho que algo tradicional era comer pescado con patatas fritas en un banco mirando al mar. Así que eso hemos hecho.
Luego hemos cenado, hemos estado hablando hasta tarde, que era cuando su ordenador le decía a modo de despertador Hug, que son las diez de la noche. Y así ha finalizado una jornada que la he presentado tranquila y ha finalizado muy entretenida y curiosa por todas las visitas guiadas de lo más variopintas.

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