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Paseo que dimos por la playa en un día lluvioso |
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Merendando fisandchips, que me dijo Hug que era algo tradicional |
Estaba
decidido a que el día transcurriera con calma. A tener un día de no hacer nada.
Todavía ningún día he llegado a estar siete horas en la cama. Después de tanto
patear, un día de calma chicha. Me he levantado tarde, las ocho de la mañana,
he desayunado tranquilamente, me he dado a la lectura y a la consulta de
internet. Había quedado con un neozelandés que me iba a acoger en su casa y he
dudado de ir, pues está en un barrio alejado y no tenía ganas ni de coger el
autobús. Pero finalmente me he decidido. Y la sorpresa, agradable sorpresa
estaba por llegar. Mi futuro amigo, Hug, me ha tomado como un miembro de su
familia al que no ve hace tiempo. Me ha llevado a ver a una de sus hijas. Me ha
enseñado lugares recónditos de las afueras de Auckland, me ha dado
explicaciones de geografía, música, geología, historia, botánica y fauna (todo
en inglés por supuesto), me ha puesto en contacto por teléfono con un peruano
para que me desahogara hablando en español, me ha invitado a un estupendo
helado de té verde y luego me ha dicho que algo tradicional era comer pescado
con patatas fritas en un banco mirando al mar. Así que eso hemos hecho.
Luego
hemos cenado, hemos estado hablando hasta tarde, que era cuando su ordenador le
decía a modo de despertador Hug, que son las diez de la noche. Y así ha
finalizado una jornada que la he presentado tranquila y ha finalizado muy
entretenida y curiosa por todas las visitas guiadas de lo más variopintas.
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