El Seterín del Cerro de Santa Lucía en Santiago de Chile. |
Miles de perros, generalmente en grupos de cuatro o cinco,
unos hermosos, otros sarnosos, unos que invitan a pasarles la mano por el lomo,
otros que producen rechazo por temor a que te inoculen directamente alguna
enfermedad, grandes, chicos, limpios, sucios, con un pañuelo o una bufanda al
cuello que alguien les ha puesto y pasean con dignidad, alegres, vagos,
juguetones, perseguidores de motos y bicicletas, dormilones,… en general todo
tipo de perros imaginables y algunos más.
Son un problema que únicamente intentan atajar algunos
proteccionistas esterilizándolos, pero que no tienen el apoyo de nadie, por lo
tanto sus frutos son casi nulos.
Un ayuntamiento para “solucionar” el problema los
“sacrificó”, pero una asociación de defensa de los animales, lo denunció y el
ayuntamiento tuvo que pagar una enorme sanción.
Así, que en el limbo legal, a sus anchas, imponiendo su ley,
eso sí pacíficamente, deambulan por doquier.
Yo he tenido dos “Seterín” (es un nombre que todavía no
recoge la R.A.E. pero es cuestión de tiempo), es decir perros que te encuentras
y sin saber por qué, ni como, al cabo de un tiempo te das cuenta que te siguen.
De la misma forma en un momento desaparecen. (Es una de las muchas aportaciones
de los ilustrados de La Vuelta al vocabulario castellano. Hay una entrada en
este blog de hace un par de años).
Pues yo he tenido dos. El primero fue mi compañero en la
ascensión al cerro de Santa Lucía en Santiago de Chile. El segundo me fue
siguiendo durante un par de kilómetros cuando ascendí a Las Lagunillas en los
Andes.
"Seterín", je, qué buenos recuerdos. Apenas aparecen ya seterines en La Vuelta. Igual tenemos que hacer una edición en Chile...
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