Sofía, dieciséis años, con su hijo |
Hablando con gente de la población de Iguazú me decía que
era misionera. Al rato, hablaba con otra persona y también se me presentaba
como misionera. Llegué a la conclusión que el Vaticano había enviado a una
legión para evangelizarme, hasta que descubrí que estaba en la región de
Misiones y todos sus habitantes son misioneros.
En esta misma región, cerca de Iguazú hay un poblado de
guaranís, Iriapu, que según me dijeron quiere decir ruido de agua. Los guaranís
son los antiguos pobladores de estas
tierras. Podría pensarse que están totalmente occidentalizados. No es así. Su
modo de vida es muy semejante al que tenían hace 500 años. Han cambiado sus
chozas por casas muy precarias de madera y hojalata, más cercanas a las
chabolas que a una vivienda en condiciones. Es un poblado diseminado donde
viven unas ochenta familias cultivando sus pequeños huertos y aunque vestidos a
la occidental, con formas de relación y cultura propias y por lo que deduje
poco influidas por una población, Puerto de Iguazú, que está a cinco kilómetros
y que recibe unos 600.000 turistas anuales.
Hablaban despacio, como para no molestar, con monosílabos.
Arrancarles una frase era una tarea ardua. Contestaban sí a todo, como para no
llevar la contraria. Cada vivienda estaba separada más de cincuenta metros de
la vecina en medio de una selva poco tupida con sendas que unían a los vecinos.
No todos sus habitantes hablaban el español. Su lengua es el guaraní.
Por el camino me fui encontrando a niñas-madre que con
dieciséis años y una sonrisa imborrable paseaban en brazos a sus retoños. Era
otro mundo. Sólo alguno de ellos trabajaba en el pueblo, los demás tenían una
economía de pura subsistencia con lo que les ofrecía la selva, el huerto y algo
de artesanía que vendían.
Lo de la niña esa no es nada. Yo tengo un alumno este año que tiene 15 años y una hija de 1...
ResponderEliminarPor lo menos no habla en guaraní y podemos entendernos, aunque sigo sin entender tanta precocidad...