El moquero puede ser elegante si se lleva con distinción,
como un dandi bajoaragonés, en sustitución del corbatín. Se deja entrever el
nudo para así dejar intuir que puede llegar a abrigar hasta el melico.
Con más desdén, uno puede parecer hasta un intelectual con cierto aire de desorden, que eso le hace a uno más interesante y de meninges más gruesas. Con un libro delante ya es sublime.
Ante un apuro contaminante, uno se lo sube, tapa su boca,
sus fosas nasales y puede andar por la ciudad esquivando el maloliente mundo de
la polución.
En esa misma situación, para los más desesperados, o los más
sivergüenzas, puede ser útil en las tareas de un atraco. Es la parte menos
recomendable de su uso.
Y si en ese mismo día de calor tienes que trabajar al sol o
hacer una larga caminata, le haces cuatro nudos, el último sirve para ajustar,
y ya tienes una gorra ajustada perfectamente a tu cabeza, con el cuarto nudo, que mitiga los suplicios de la canícula.
¿Y si tienes mal la garganta y necesitas algo de abrigo? El
moquero es también la solución. A modo
de fina bufanda lo anudas a tu cuello y ni san Blas mitiga los dolores mejor
que un moquero.
Y finalmente. También puedes utilizarlo como armario de tus
mocos, que de ahí deriva su nombre de moquero.
Entre otras aplicaciones, si lo sujetas con una mano y lo agitas es la mejor forma de despedir a alguien. Si ese alguien parte en un tren, el movimiento del moquero y la figura misma de quien lo agita adquiere un aire romántico que hace vibrar el cadáver de Larra.
No sé qué diablos pasó con el catalán que te encontraste, pero parece que te afectó bastante...
ResponderEliminarPor cierto, ¿ya has enseñado a los maorís a ponerse el moquero y a decir "co?