martes, 27 de noviembre de 2012

Mafalda


Pertenezco a la generación que hemos crecido con dosis de cristianismo, de marxismo, de anarquismo, de sueños y la dulzura rebelde de Mafalda.
Mafalda vive en mi casa y en muchas casas. También vive en mi recuerdo y en alguna frase que no sé si dijo, pero que la empleo como si la hubiera dicho.
Mafalda, a pesar de estar huérfana de padre, sigue viviendo en la imaginación, se siguen escribiendo frases en baldosas, que Quino, su padre, nunca puso en su boca. Está presente en pintadas que hablan de cómo Mafalda ve el mundo, a pesar de que hace días que no se asoma por la ventana de los ojos de Quino.
Y es que Mafalta tiene vida propia que ya no pertenece a su creador, sino que va naciendo y renaciendo en mucha gente que cree en ella.
Si me he hecho tantas fotos, no podía dejar de hacerme una con ella. Allí está, quieta, posiblemente hastiada de tanto turista que pretende inmortalizarla con una foto, cuando ella es inmortal. Me parecía mal no hacerme una foto con ella, en una esquina de San Telmo, a pocos metros de la casa donde nació. Quise ser delicado y me di cuenta de que todos los que hacían cola para posar con ella también lo habían sido, porque nadie había escrito una fecha y la estupidez de “yo estuve aquí”. 

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