Mi domicilio durante mi estancia en Buenos Aires ha sido el
barrio de San Telmo. Un barrio que recomiendo a cualquier visitante a esta
ciudad. Cerca de muchas cosas del inmenso Buenos Aires e inmerso en una vida
bohemia, cultural y tanguera envidiable.
Los domingos es todo un espectáculo pasear por sus calles
partiendo de la plaza Dorrego. Un mercadillo, que además tuve la suerte de
coincidir con un aniversario lo que supuso que hubiera mucha gente disfrazada
para conmemorarlo.
El tango cantado y bailado. Las caras y los trajes de
algunas personas que más que sacadas de una película, metían al paseante en su
película. Gentes, gestos que sin duda los clasificas como tangueros.
Ya por la noche, agotado, cuando volvía a casa aún me
deparaba el paseo una sorpresa. Había una pista de baile donde iban alternando
tangos y milongas. Los argentinos tan entregados al servicio a los demás, me
iban informando del protocolo empleado en los bailes de tango.
Suelen poner tandas de tangos o milongas de tres en tres
cortadas por una canción que nada tiene que ver. El baile se considera como una
especie de deporte en el que no hay relación social. Las personas eligen para
bailar a una pareja que considera que se va a acoplar bien con ella, sin ningún
interés en el flirteo propio de un baile. Nadie se niega a salir a bailar
cuando alguien se lo pide. Puede haber parejas de hombres o mujeres. Cuando
acaba la tanda, se busca otra pareja y se sigue disfrutando del ritmo del
baile.
¡Cuánto daría por saber bailar tango! Tuve que conformarme
con disfrutar viéndolos bailar.
Y otro disfrute magnífico, espectacular como dicen los
argentinos, fue beber en el barrio de San Telmo una (en realidad varias)
cerveza artesana. Un lujo.
Veo que siguen los mismos personajes de cuando estuve allí!! Ay, qué recuerdos...
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