Pero existen las diferencias y caminar por la calles
chilenas supone ir aprendiendo palabras nueva, algunas en desuso en España,
otras que nunca se han usado. No se tarda mucho en descubrir que al aguacate se
le llama palta o que el melocotón es el damasco, o que las frutillas son
fresas.
En Nueva Zelanda estuve con un chileno que me dijo que si
iba a Valparaíso debía comerme una chorrillana. Como le dije que sí, fui
obediente y pedí una para comer. No es un plato exquisito y además contiene
carne, algo que consumo de tarde en tarde, pero me la comí. Sobre una base de
patatas fritas se pone cebolla pochada con huevo y carne. Suele ser un plato
para compartir con familia y amigos, del que cada uno va cogiendo sobre una
fuente central. Como voy de viajero solitario, no compartí y tuve la suerte que
me sirvieran una individual, ya que lo común es que sea como mínimo para dos
personas. Así que di cuenta de la chorrillana que me sirvieron en Valparaíso,
como también di cuenta de las paltas que comí, los schops (jarras de cerveza)
que me bebí o los completos que me comí. Todo sea por la inmersión lingüística,
que no gastronómica.
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