Por casualidad me topé con el centro español de Buenos
Aires. Un edificio imponente, con todo tipo de detalles y gestionado por
españoles que hace muchos años que han perdido cualquier atisbo de acento
castellano.
Poco antes de entrar en el teatro del centro español en Buenos Aires |
Había una actuación operística anunciada, así que con el
deseo de relacionarme con compatriotas, y de escuchar música, me acerqué. La
mala suerte quiso que hubiera un apagón en la capital y aunque la volvió a
iluminar, los gestores del centro decidieron suspender el acto. Insistí que no
tenía sentido la suspensión, pero dijeron que se había tomado la decisión. Al
poco vino la muchacha que debía interpretar los arias y le comunican que se ha
suspendido. La chica estuvo a punto de llorar. Así que volví a intermediar. Busqué
soluciones, me brindé a encontrarlas, persuadí a la encargada de cultura con
palabras razonadas y poco a poco se fue haciendo la luz, no sólo de la ciudad
sino también de la actuación. Con un poco de retraso comenzó, la chica fue
feliz y todos pudimos asistir a una magnífica velada.
Cuando pasaba al interior del teatro del centro español, la
encargada cultural me dijo, “al fin lo hemos conseguido”. Sólo había que
proponérselo, le contesté.
Previamente nos sirvieron una copa de cava catalán, que a
todos nos presentaron como cava recién traído de España. No sé si fue un
pecado, pero no lo oculto a pesar de que no hubo más testigos que ancianos
españoles que no me cabe la menor duda que no me iban a delatar.
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