Hay
días en lo que alguna de las primeras acciones o primeros acontecimientos
parecen marcarte el resto del día. Por la mañana me he encontrado a una pareja
de españoles en viaje de novios que estaban dando la vuelta al mundo. Por la
tarde me he encontrado a otra pareja de luna de miel, son mexicanos, Iker e
Isabel. He comenzado hablando castellano y así me he pasado buena parte del
día. He estado con un catalán que lleva dos meses de vacaciones en Nueva
Zelanda haciendo rutas en bicicleta y que me ha aconsejado sobre algunas sendas
para ver la imponencia de la Isla Sur de Nueva Zelanda. Por seguir hablando en
español, había un matrimonio de japoneses muy tímido que deseaban que alguien
les hiciera una fotografía, y yo al adivinarles la intención me ofrecido. Me lo han agradecido tanto, se han
doblado tantas veces agachando todo el cuerpo que dudo que esta noche puedan
dormir del lumbago que habrán cogido. Una mujer al verlos me ha hecho un
comentario que no he entendido, le he dicho que era español y aunque malamente
me ha hablado en español. Es sudafricana y había estado de vacaciones en
Andalucía, tiempo suficiente para aprender a chapurrear algunas palabras.
Curiosamente de Sudáfrica venía la pareja primera que está dando la vuelta al
mundo.
Todo
esto ha sucedido en mi primer día en Queenstown, al sur de la Isla Sur de Nueva
Zelanda, junto a un lago y unas montañas que se derraman, todavía con nieve,
sobre él.
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