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Esta foto la hizo mi fotógrafa particular Claudia |
Ir hasta las cataratas resulta caro. Debes llegar en un
vuelo doméstico, luego trasladarte en autobús hasta la población, luego volver
a trasladarte hasta la parte brasileña o la argentina de las cataratas. Si es
la parte brasileña todavía debes contratar otro autobús más. Y además hay que
pagar una entrada que en Brasil y otra en Argentina, que no son baratas. Una
vez allí se te olvidan los viajes, el tiempo y el dinero porque es algo
espectacular. Son una de esas sensaciones en las que difícilmente encuentras
palabras. Sólo diré que en la parte más espectacular que es “La Garganta del
Diablo” hubiera querido quedarme indefinidamente, que me fui y volví sobre mis
pasos para disfrutarla nuevamente y cuando volví a irme no quise girar la
cabeza para no ver cómo me alejaba.
Al poco de comenzar mi andadura se me estropeó la cámara de
fotos. Cabían dos opciones la resignación (cuando no había cámaras de fotos la
gente igual iba y a su vuelta lo contaba o dibujaba por lo tanto voy a imaginar
que soy un viajero del siglo XIX, me dije), o la imaginación.
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Foto de mi fotógrafa Sol. Ambas fotos, y otras más, son testimonio
de su buena voluntad y de paso de mi paso por las cataratas.
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Dejé el siglo XIX a un lado y eché mano de la imaginación.
Como en otras ocasiones me dirigía a alguna persona para que me hiciera una
fotografía. Me decían que bien, pero cuando esperaban que les dejara mi cámara
para hacerla les decía, no con mi cámara no, con la tuya, la mía se ha
estropeado. Esta es mi dirección de correo electrónico y cuando repases tus
fotografías y te salga un viejo y feo te acuerdas de enviármela. Nadie se negó
y así entre risas y charlas, mis fotógrafos desconocidos me fueron haciendo un
álbum.
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Carolina y Leonardo fueron los artífices de la foto y de la sonrisa. |
Para viajeros que estén interesados les comentaré cómo fue
mi viaje, porque aunque improvisado resultó muy interesante.
En Buenos Aires tomé (he aprendido a decir tomé por cogí) un
avió sobre las diez de la mañana yendo en un autobús urbano baratísimo (30
céntimos de euro). Llegué sobre las doce al aeropuerto y me trasladé hasta el
pueblo de Iguazú. Desde el pueblo, sin ir al hostel que había reservado tomé
otro autobús para visitar la parte brasileña, que es menos espectacular y con
un par de horas son suficientes para verla.
Al día siguiente fui a ver la parte argentina, para cuyo
recorrido hay que calcular unas seis horas. Hicenoche en Iguazú y el día
siguiente fui a ver una tribu de guaranís que están cerca de la población, lo
que me llevó la mañana, y por la tarde volví en avión a Buenos Aires. Con dos
noches disfruté de tres días maravillosos.
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