domingo, 21 de octubre de 2012

De blackpacker en Christchurch


Ya hace unos días que todo transcurría por los cauces de la demasiada normalidad. Alguno de mis lectores, léase José Luis, requería acción. Pues hayla. Estaba en la duda entre dos poblaciones. Finalmente me he decidido por Christchurch, porque si iba a la otra por la mañana tenía que hacer unos cincuenta quilómetros suplementarios y no tenía muchas ganas de quilómetros de más.
Christchurch sufrió un terremoto hace unos meses. Ya me lo habían advertido. Hubo cerca de dos centenares de muertos.  Me habían dicho que todavía estaba sin reconstruir. No le di más importancia. Pero la tenía.
Este lago no se anda con tonterías. Es el lago Tekapo. Uno
más de los muchísimos que se pueden ver por toda Nueva
Zelanda, con sus montañas de crestas nevadas. Todo muy
bonito y cristalino.
Las calles estaban todas cortadas, las casas derruídas. A pesar de los meses pasados las imágenes de la calle eran las de cualquier documental o noticia de destrucción. Paredes arrancadas de cuajo, ruinas por todas partes, edificios quebrados. Las imágenes de un informativo pero en vivo. Sobrecogedor.
Pero todavía ahondaba más en la dureza de la realidad el que no hubiera nadie por las calles. Todas las calles vacías. Buscaba el centro para encontrar alguna referencia humana, pero estaba en el centro y pasaban cuatro coches y alguna persona a lo lejos.
No tenía reservado ningún lugar donde dormir, precisamente porque hasta última hora no había decidido dónde pasar la noche. Pensaba que no sería difícil encontrar una cama. Lo era. El único hotel que he encontrado estaba cerrado, afectado por el terremoto. Nada más. Se estaba haciendo de noche y como solución peor he decidido ir a dormir al aeropuerto. Cuando ya estaba de camino para coger un autobús, me he encontrado a un par de mochileros. Les he preguntado si tenían sitio para dormir y me han dicho que sí, uno de mochileros, y me han mirado como diciendo que no era para mí. Les he dicho que sí, que no encontraba dónde dormir, así que los tres nos hemos encaminado a la dirección que tenían apuntada. Estaba ocupado. Otra dirección. También ocupado. Ya de noche y sin lugar donde dormir. Así que vuelta a pensar en la opción del aeropuerto, si aún había autobuses, porque taxis no veía ninguno.  Cuando ya estábamos los tres presos del desánimo preguntando en una casa hemos encontrado un lugar para mochileros (blackpaquers).
No sé si he vuelto a la juventud, me he hecho más viejo o ambas cosas a la vez. Un lugar habitado por jóvenes mochileros a los que saco casi dos generaciones, desorden total, más bien caos. Habitaciones, cuartos, cuartuchos, literas. El lugar más indecente del Camino de Santiago es un hotel de cinco estrellas comparado con este. Pero era mi lugar para dormir. No había otro. Los compas muy amables con el anciano.

1 comentario:

  1. Bieeeeeen!!!!

    Eso, eso, aventurillas jugosas, así me gusta!

    ¿Te llamaban "abuelo" o se quedaban en "señor"? Ay, qué duro es ser tan joven con cara de mayor...

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