domingo, 28 de octubre de 2012

Las cosas del turismo


Hoy, y muchos días en la espectacular Nueva Zelanda, me tocaba hacer una marcha senderista. Es la mejor forma de conocer los bosques, la naturaleza, el entorno. Otros muchos llegan en coche o autobús hasta los destinos. A mi me gusta patearlos.
Las fumarolas de Pedro Botero junto al lago Rotorua
Estoy en Rotorua, junto al lago del mismo nombre. El paseo estaba resultando agradable, con mucha vegetación, muchas aves que estaban a menos de un metro de distancia. Agradable y bonito, cuando comienzo a sentir un olor nauseabundo, a huevos podridos. Me he dicho que sería algo pasajero. Luego he visto a lo lejos chimeneas de humo y he pensado que ese era el origen. ¿Cómo es posible que en un paisaje tan idílico hayan permitido poner industrias contaminantes y con un olor tan nauseabundo?
Además se podía ver un gran número de aves, entre ellas estas
pequeñas gaviotillas que parecen de las Nuevas Generaciones,
que anidan junto a la playa del lago.
Ya estaba dispuesto a abandonar la marcha cuando un cartel me ha advertido que estaba en una zona termal con azufre emanado de la tierra.
Vaya. No era contaminación humana. Era Pedro Botero cociendo en azufre a los malvados pecadores y anunciándome por los efluvios que por pecador me estaba esperando.
Claro, como no era contaminación humana, la percepción de uno cambia y he seguido con ilusión el recorrido previsto. Pequeños volcancillos, fumarolas iban poniendo el olor al recorrido.
Después de un buen rato de soportar el hedor he llegado a una zona vallada a la que no se podía acceder si no era comprando un billete. Era la zona más pestilente, la que más fumarolas tenía. Pero el turismo lo había sabido vender como una atracción más y la gente pagaba por ello. 

2 comentarios:

  1. Bueno, veo que te has sobrepuesto a la putada de la autocaravana... ¿No se te puede hacer el carnet en España de nuevo, madártelo escaneado, y lo imprimes allí? Lo digo para otros posibles alquileres un día de estos.

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  2. Vas demasiado rápido, o yo demasiado lento, y cuando me acabo de conectar en esta tarde tonta me doy cuenta de que me sacas dos países o tres de ventaja. Estoy haciendo los deberes de leerte, pues todavía sigo siendo la máxima autoridad en tu prosa. Es un deber muy placentero. Me voy a por el Atlas (precioso nombre), y a ver si me oriento. Espero que de la historia de los agujeros salga la próxima novela.
    Jorge

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