miércoles, 3 de octubre de 2012

Lucas


Cuando estudiaba en Escolapios, de eso hace más de cuarenta años, muchos me conocían por Lucas, es mi segundo apellido. Todavía hay gente que me llama así. Lo que no podía imaginar es que iba a estar en una estación de metro en Seúl  llena de coreanos, yo era el único occidental, y de repente escucho ¡Lucas! Yo no salgo de mi asombro. ¿Será a mí? ¿me lo habrá parecido? ¿Será un nombre coreano?
Por un momento han abandonado sus móviles y se dedican
a recuperar sus tradiciones con la confección de estos cestos.
Pues era a mí a quien llamaban. Era el dueño de los apartamentos donde me hospedo, que al verme se acordó de mi correo electrónico, que comienza por lucas, y así me identificó y me llamó. Nos echamos unas risas, bromas y abrazos y cada uno se fue para su vagón.

La amabilidad de los coreanos es envidiable. Se desviven por ti aunque acaben de conocerte. Te acompañan a todas partes si disponen de tiempo y como norma general no buscan el error en el otro, tan típico de los españoles, sino que si algo no funciona lo primero que piensan es que algo han hecho mal. 

Su gesto de saludo, agachando la cabeza ante los demás, dice mucho de su comportamiento. Es una muestra de respeto al prójimo desde el primer momento en que lo conoces. Cuando salgo a correr por las riveras del Hangang, que es el río de aquí (por cierto con sólo un centímetro de su superficie hay para llenar un Ebro caudaloso), muchos coreanos, por supuesto desconocidos, con los que me cruzo agachan la cabeza a mi paso en señal de saludo y respeto. Por supuesto les correspondo y mi ejercicio de correr se completa con un continuo subir y bajar la cabeza. Son muy buena gente. Lástima la dificultad del idioma para poder comunicarme mejor con ellos. Es una tierra en la que merece la pena vivir.

2 comentarios:

  1. Segundo intento de comentario, a ver si me deja el artefacto, solo para decirte tres cosas: que te pareces a Stalin en la foto de la boda de ayer, que ya nos contarás en un puerto lo de esa foto, y que...qué envidia
    Jorge-Kaimán

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  2. Tomo nota de que es una tierra en la que merece la pena vivir. Sobre todo por eso de que la culpa de las cosas que salen mal la tienen ellos. Si ahí hacen pruebas de orientación ya no quedará ninguna duda de que si me pierdo es porque ellos han hecho mal el mapa, jeje...

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