Tenía que bañarme
en el Caribe. He buscado un lugar tranquilo, a la sombra de un árbol
y luego he buscado a alguien que me vigilara todas mis pertenencias
por estas tierras mientras me daba un chapuzón, no soy de estar
mucho rato en el agua. Quienes han aceptado mi propuesta han sido dos
parejas de españoles, Iván, Olaya, Marta y Antonio. Este último ha
sido la única persona que he conocido en mis viajes a lo largo y
ancho de este mundo que conocía Alcañiz y el circuito de Motorland.
Se dedica al mundo de los coches y había estado alguna vez en
Alcañiz.
A falta de foto con mis cuatro conocidos, aquí está la del
castillo de Jagua, que merece una visita por fuera, pero creo
que no por dentro. Está en las inmediaciones de la playa Rancho
de Luna
|
Las posibilidades de comunicación con el resto del mundo desde Cuba son escasísimas. El teléfono es carísimo e internet lento, caro y escaso. Así que llevo unos cuantos días sin saber nada de España, ni de la familia, ni de nada. El encuentro de los españoles me ha servido al menos de tener información sobre las últimas corrupciones y los devaneos del Mas independentista que desconoce qué es ser ciudadano del mundo. Ello hace sólo unos cuatro días que han salido de España.
Luego hemos ido
analizando la situación en Cuba coincidiendo totalmente los cuatro
sobre el fracaso total del socialismo y sin entender que hubiera
gente cubana, e incluso una española con lo que yo había estado,
que lo defendiera.
Tan a gusto hemos
conversado que se me ha olvidado hacer la foto de recuerdo. Creo que
seguiremos en contacto y tendré oportunidad de tener una imagen suya
para el recuerdo.
Olaya (ingeniera) e
Iván (profesor) son jóvenes emigrantes españoles que están
desarrollando sus habilidades profesionales en Suiza. Otras víctimas del paro.
A la playa ellos habían venido
y se volvían en taxi. Yo he ido a ver si encontraba un autobús. Me
han dicho que el próximo iba a tardar más de una hora. Me he
dispuesto a ponerme las zapatillas y a sentarme a leer mientras
esperaba, pero a los treinta segundos aparece un autobús. Ya me veo
corriendo con un pie calzado, el otro descalzo, una chancleta, una
zapatilla y un calcetín en la mano para alcanzar al autobús. Me ha
esperado y he terminado de calzarme dentro. Todo sale bien y a pedir de boca casi siempre. Lo importante es dejar que las cosas vayan a su ritmo.
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