En casi todas las
ciudades de Cuba es muy habitual que te ofrezcan los servicios de
taxi unos triciclos que llevan una parte habilitada para dos
pasajeros detrás, estando el conductor-ciclista delante.
Siempre
que vas caminando te ofrecen sus servicios a todos los que ven con
pintas de guiri (yuma en cubano). Son un poco pesados, pero no van detrás de uno. Les
puedes decir que no los quieres y ahí suele acabarse todo.
El dueño no está montado porque se ha bajado para hacerme
esta foto.
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Estando paseando por
el malecón de Cienfuegos, por la noche, uno de los ciclotaxi me
insistió en llevarme y yo le hice una contrapropuesta, te llevo yo a
ti. No entendía. Le dije que él se pusiera en el lugar de los
pasajeros y yo conducía la bicicleta. Entendía lo que le decía
pero no comprendía que eso pudiera ser.
Primero le dije que le iba a
cobrar un dólar, ya entendió del todo y se rio. Le dije que si
aceptaba y aceptó. Así que me volví ciclotaxista con un taxista
como pasajero. Como la emoción no era suficiente comencé a pedalear
rápido adelantando a otros ciclotaxistas.
Cuando los adelantaba,
conociendo a su compañero que yo llevaba llevaba de paquete comenzaban a hacer gestos y a
reír. Luego se picaron y comenzaron a hacer carreras conmigo. En un
momento estábamos ocupando una calzada de dos carriles haciendo
carreras tres ciclotaxis.
Todos partidos de risa. Al cabo de un rato
le dije que ya lo dejaba y el taxista oficial me insistió en
llevarme gratis a cualquier parte porque se lo había pasado muy
bien. Yo opté por seguir caminando. Al rato vino a mi encuentro uno
de los taxistas que había participado en la carrera para ofrecerme
su bicicleta y que yo lo llevara como a su compañero. Ya era
bastante. Le dije que no, pero aún insistió tanto él como al que
había llevado primero. No pedaleé más pero estuvimos un rato
hablando.
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