En la caja de un
camión repleto de pasajeros me he ido hasta Pasacaballo para coger
una lancha y cruzar a Jagua donde hay una antigua fortaleza
española. No ha valido eso de que la fortaleza la construyeron mis
abuelos españoles para que me dejaran entrar, así que no he
entrado. Generalmente en estos museos hay muy poco que ver, no tengo
demasiadas ganas de verlo, me molesta que cobren una cantidad para
los cubanos y otra para los turistas y estaba en obras.
Este es el puerto del pequeño pueblo pesquero de Jagua |
He visitado
la población que que está a los pies de la fortaleza. Los habitantes actuales crearon un núcleo urbano cuando se iba a construir una central nuclear pagada por la
URSS. Al disolverse la URSS, dejó de construirse, pero la gente sigue
viviendo allí aunque dedicándose a otros menesteres. La central está a medio hacer. Algunos de los habitantes son
pescadores. Una pesca muy rudimentaria y de subsistencia total, con
pésimas condiciones de supervivencia. Junto a ellos unos pisos de
tipo stalinista que daba aprensión ver cómo viven allí hacinadas
las familias. A pesar de ser una población relativamente nueva,
sin plan de urbanismo, las casas sin orden ni concierto y las calles
sin asfaltar en muchos tramos.
Los pescadores preparan el pescado troceándolo para venderlo
a los que se acercan al embarcadero a comprarlo.
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Una mujer me ha
venido a decir que había encontrado unas monedas españolas del rey
Luis Alfonso del siglo catorce. Le he dicho que era bastante
improbable, me ha insistido tanto que ha ido a su casa a buscarlas.
Pensaba que era un engaño para intentar vendérmelas. La señora
estaba equivocada. Eran de Alfonso XII y sin ningún valor. Eran las
chapas con las que yo jugaba de niño y que se pueden encontrar por
poco dinero en cualquier puesto de antigüedades.
El que decía ser
dueño de un restaurante me ha insistido para que comiera una
langosta. Si quieres te la enseño, para que veas que está fresca y
es grande, aquí se come la mejor langosta. No debía esperar que le
contestara que la quería ver, así que he podido comprobar que era
realmente grande y sobre todo fresca, estaba congelada.
Habiendo hecho mis
deberes de visitante, habiéndome relacionado con los locales, vuelta
a coger la lancha, que por cierto a todos ha cobrado 2 pesos cubanos,
menos a mí que me ha cobrado 24. La lancha es mía y cobro lo que
quiero, si quieres subir lo pagas, me ha dicho el lanchero.
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