domingo, 28 de diciembre de 2014

Cuba. Con los pescadores de Jagua.


En la caja de un camión repleto de pasajeros me he ido hasta Pasacaballo para coger una lancha y cruzar a Jagua donde hay una antigua fortaleza española. No ha valido eso de que la fortaleza la construyeron mis abuelos españoles para que me dejaran entrar, así que no he entrado. Generalmente en estos museos hay muy poco que ver, no tengo demasiadas ganas de verlo, me molesta que cobren una cantidad para los cubanos y otra para los turistas y estaba en obras. 

Este es el puerto del pequeño pueblo pesquero de Jagua
He visitado la población que que está a los pies de la fortaleza. Los habitantes actuales crearon un núcleo urbano cuando se iba a construir una central nuclear pagada por la URSS. Al disolverse  la URSS, dejó de construirse, pero la gente sigue viviendo allí aunque dedicándose a otros menesteres. La central está a medio hacer.  Algunos de los habitantes son pescadores. Una pesca muy rudimentaria y de subsistencia total, con pésimas condiciones de supervivencia. Junto a ellos unos pisos de tipo stalinista que daba aprensión ver cómo viven allí hacinadas las familias. A pesar de ser una población relativamente nueva, sin plan de urbanismo, las casas sin orden ni concierto y las calles sin asfaltar en muchos tramos.

Los pescadores preparan el pescado troceándolo para venderlo
a los que se acercan al embarcadero a comprarlo.
Una mujer me ha venido a decir que había encontrado unas monedas españolas del rey Luis Alfonso del siglo catorce. Le he dicho que era bastante improbable, me ha insistido tanto que ha ido a su casa a buscarlas. Pensaba que era un engaño para intentar vendérmelas. La señora estaba equivocada. Eran de Alfonso XII y sin ningún valor. Eran las chapas con las que yo jugaba de niño y que se pueden encontrar por poco dinero en cualquier puesto de antigüedades.

El que decía ser dueño de un restaurante me ha insistido para que comiera una langosta. Si quieres te la enseño, para que veas que está fresca y es grande, aquí se come la mejor langosta. No debía esperar que le contestara que la quería ver, así que he podido comprobar que era realmente grande y sobre todo fresca, estaba congelada.


Habiendo hecho mis deberes de visitante, habiéndome relacionado con los locales, vuelta a coger la lancha, que por cierto a todos ha cobrado 2 pesos cubanos, menos a mí que me ha cobrado 24. La lancha es mía y cobro lo que quiero, si quieres subir lo pagas, me ha dicho el lanchero.

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