Cueva de La Vaca, en Viñales, que se ha tragado a mis
compañeros de escapada, dejándome sólo y perdido en
el sotobosque cubano.
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Desde que llegué a
Viñales que ha estado lloviendo casi sin parar y algunas veces con
ganas. Así que me ha tocado estar de reposo, que no me ha venido
nada mal. Por la tarde ha escampado y he decidido ir al campo a
caminar por las montañas. Había abundante barro, es lógico. Las
sendas no están señalizadas, pero eso no tiene importancia. Lo peor
es que los cubanos que tienen algún negocio por insignificante que
sea te dicen que la ruta va por otro sitio para que pases por su casa
donde muy amablemente te venderán algo. Así que sorteando barro,
cubanos vendedores de nada y caminos sin señalizar he encontrado a
unos alemanes y una pareja de eslovenios con los que hemos ido
tomando caminos y sendas mientras hablábamos de todo y le daba a un
alemán clases de español.
A las siete se hace de noche y no se anda
la cosa con muchos avisos. En pocos minutos es noche cerrada.
Volviendo hemos entrado en una cueva. Ellos iban delante con una
linterna. Yo me he quedado detrás para hacer una fotografía y
cuando he intentado seguirles ya no veía la linterna, ni el suelo.
Así que me he esperado a que volvieran. Pero no han vuelto, la cueva
tenía salida por el otro lado. Después de esperar un rato, pensando
que habrían salido por otro lado he decidido volver por mi cuenta.
Pero hete aquí que estaba sólo en medio de una tupida vegetación
sin saber dónde dirigirme y con las seis de la tarde que ya habían
pasado.
He pensado que después de todo no estaría mal dormir una
noche en el sotobosque cubano. Mientras llegaba la noche y encontraba
un refugio, los hay, me he puesto a caminar por ver si encontraba
algún lugar por dónde salir. He escuchado unas voces y me he
dirigido hacia ellas teniendo la suerte de encontrar a sus emisores.
Me han dicho que ellos iban a volver también a Viñales pronto, así
que me he esperado. Mientras me han invitado a ir masticando caña de
azúcar que han pelado para mí. Muy amables me han ido acompañando
en mi vuelta.
Lo peor estaba por llegar. Había que atravesar un río
por encima de una viga de hierro donde justo cabía una de mis
zapatillas con las suelas llenas de barro y resbaladizas. El primero
ha pasado sin darle ninguna importancia. Hoy he sabido lo que es el
canguelo. No era muy largo, algo así como corto pero eterno. Qué
miedo he pasado. La viga moviéndose por el movimiento de mi paso y
por el temblor que le transmitía. El que había pasado delante de mí
ha salido a cogerme porque ya me veía río abajo.
Cuando he llegado al
pueblo me he encontrado con los alemanes y me han dicho que cuando se
han dado cuenta de que no les seguía uno de ellos ha vuelto a por
mí, pero ya me había ido. No he sabido esperar lo suficiente. No he
tenido la oportunidad de dormir en el campo. Otras ocasiones habrá.
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