Estar en La Habana y
no entrar en Copelia es una falta en la cartilla del turista. Copelia
es una heladería que está en la avenida 23 (muchos la conocen como
la avenida Copelia) donde siempre hay gente haciendo cola para entrar
y pueden demorarse hasta una hora para tomar asiento.
Venden
buenos helados a precios irrisorios. Con cincuenta céntimos de euro
puedes llegar a aborrecerlos por la cantidad. En La Habana no he
llegado a entrar porque me sumerjo en el mundo cubano pero demasiadas
colas me hacen aborrecer mi deseo de inmersión.
Mis amigos de Copelia, en Cienfuegos, Elio y Teresita. |
En Cienfuegos
también hay un Copelia y al pasar por él he visto que la cola no
era muy larga, así que me he dicho, esta es tu oportunidad y a la
cola para consumir un helado. La espera ha sido larga, pero en el
interior todavía más, sentado a una mesa. Te van colocando lo
camareros con quien te toca, pues no elijes ni mesa ni compañía, y he tenido la gran fortuna de compartir
mesa y charla con Elio y Teresita, un matrimonio jubilado que había
ido a tomar unos helados y a comprar treinta bolas para sus nietos
“la mitad la devorarán inmediatamente y el resto lo guardaremos en
el congelador”.
Elio trabajó como biólogo marino y me ha puesto
al día del funcionamiento de la flota pesquera cubana en el pasado y
en la actualidad. Un pasado bastante boyante económicamente y un
presente bastante penoso, con un punto de inflexión con un tal Romay
en el ministerio que a base de procurar fortuna para su familia y para él
mismo casi hunde la flota cubana como si de un juego de niños se
tratara. Tuvieron que hundir “una pila de barcos” por su mala
gestión y nulo mantenimiento. Ahora no respetan la veda de pesca y
están acabando con los caladeros.
Ha sido una larga
charla la que hemos mantenido, que ha tenido como colofón el helado
servido, lo más breve del tiempo que hemos permanecido juntos, y la
promesa de que íbamos a seguir en contacto de la agradable
conversación que hemos tenido los tres.
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