domingo, 4 de noviembre de 2012

Los maorís

Encontrarse a un maorí, como no podía ser menos, es bastante común. Algunos son grandes como armarios con unos muslos capaces de sujetar el Pilar de Zaragoza. Si además se añade que algunos llevan la cara totalmente tatuada, si vienen hacia ti huyes aunque tengas la seguridad de que te van a dar un abrazo de bienvenida.
Muchos de ellos viven en lo que podríamos llamar barrios alrededor de un centro de reunión, que tiene toda la apariencia de una iglesia, pero que es un lugar asambleario donde se discuten los temas concernientes a la comunidad.
Sus casas forman pequeños poblados con amplios espacios. He estado en varios. Son lugares donde no suele llegar ningún turista, pues los turistas van a sus representaciones. 
No tienen nada de extraordinario, pero sí dice mucho de su forma de vida en la actualidad, de sus relaciones sociales y de sus escuelas que también las he visitado. No es habitual escucharle hablar en maorí, incluso entre ellos hablan en muchas ocasiones en inglés.
Su saludo, juntando las frentes y frotando las narices lo he visto en contadas ocasiones. Las tiendas donde venden los objetos que supuestamente producen están regentadas casi en tu totalidad por orientales y descendientes de ingleses.
La tradición maorí es más un elemento de explotación turística que una forma de vida distinta. Su gastronomía debe ser inexistente o peor que la inglesa, pues no he visto ni un solo puesto de comida ni restaurante donde ofrezcan comida maorí.

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