miércoles, 21 de noviembre de 2012

La chorrillana

A pesar de mi oposición a todo tipo de guerra e invasión, vistos los resultados de que quien invadió colonizó e impuso sus costumbres y su lengua, ya puestos, los españoles podían haberse quedado con todo Estados Unidos y así permitir que por todas partes el español hubiera sido la lengua franca que hoy es el inglés.  Comunicar todo lo que quieres comunicar a otra personas es una ventaja que multiplica el goce de las relaciones de todo tipo.
Pero existen las diferencias y caminar por la calles chilenas supone ir aprendiendo palabras nueva, algunas en desuso en España, otras que nunca se han usado. No se tarda mucho en descubrir que al aguacate se le llama palta o que el melocotón es el damasco, o que las frutillas son fresas.
En Nueva Zelanda estuve con un chileno que me dijo que si iba a Valparaíso debía comerme una chorrillana. Como le dije que sí, fui obediente y pedí una para comer. No es un plato exquisito y además contiene carne, algo que consumo de tarde en tarde, pero me la comí. Sobre una base de patatas fritas se pone cebolla pochada con huevo y carne. Suele ser un plato para compartir con familia y amigos, del que cada uno va cogiendo sobre una fuente central. Como voy de viajero solitario, no compartí y tuve la suerte que me sirvieran una individual, ya que lo común es que sea como mínimo para dos personas. Así que di cuenta de la chorrillana que me sirvieron en Valparaíso, como también di cuenta de las paltas que comí, los schops (jarras de cerveza) que me bebí o los completos que me comí. Todo sea por la inmersión lingüística, que no gastronómica.

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