Ya hace
unos días que todo transcurría por los cauces de la demasiada normalidad.
Alguno de mis lectores, léase José Luis, requería acción. Pues hayla. Estaba en
la duda entre dos poblaciones. Finalmente me he decidido por Christchurch, porque
si iba a la otra por la mañana tenía que hacer unos cincuenta quilómetros
suplementarios y no tenía muchas ganas de quilómetros de más.
Christchurch
sufrió un terremoto hace unos meses. Ya me lo habían advertido. Hubo cerca de
dos centenares de muertos. Me habían
dicho que todavía estaba sin reconstruir. No le di más importancia. Pero la
tenía.
Este lago no se anda con tonterías. Es el lago Tekapo. Uno más de los muchísimos que se pueden ver por toda Nueva Zelanda, con sus montañas de crestas nevadas. Todo muy bonito y cristalino. |
Pero
todavía ahondaba más en la dureza de la realidad el que no hubiera nadie por
las calles. Todas las calles vacías. Buscaba el centro para encontrar alguna
referencia humana, pero estaba en el centro y pasaban cuatro coches y alguna
persona a lo lejos.
No
tenía reservado ningún lugar donde dormir, precisamente porque hasta última
hora no había decidido dónde pasar la noche. Pensaba que no sería difícil
encontrar una cama. Lo era. El único hotel que he encontrado estaba cerrado,
afectado por el terremoto. Nada más. Se estaba haciendo de noche y como
solución peor he decidido ir a dormir al aeropuerto. Cuando ya estaba de camino
para coger un autobús, me he encontrado a un par de mochileros. Les he
preguntado si tenían sitio para dormir y me han dicho que sí, uno de
mochileros, y me han mirado como diciendo que no era para mí. Les he dicho que
sí, que no encontraba dónde dormir, así que los tres nos hemos encaminado a la
dirección que tenían apuntada. Estaba ocupado. Otra dirección. También ocupado.
Ya de noche y sin lugar donde dormir. Así que vuelta a pensar en la opción del
aeropuerto, si aún había autobuses, porque taxis no veía ninguno. Cuando ya estábamos los tres presos del
desánimo preguntando en una casa hemos encontrado un lugar para mochileros (blackpaquers).
No sé
si he vuelto a la juventud, me he hecho más viejo o ambas cosas a la vez. Un
lugar habitado por jóvenes mochileros a los que saco casi dos generaciones,
desorden total, más bien caos. Habitaciones, cuartos, cuartuchos, literas. El
lugar más indecente del Camino de Santiago es un hotel de cinco estrellas
comparado con este. Pero era mi lugar para dormir. No había otro. Los compas
muy amables con el anciano.
Bieeeeeen!!!!
ResponderEliminarEso, eso, aventurillas jugosas, así me gusta!
¿Te llamaban "abuelo" o se quedaban en "señor"? Ay, qué duro es ser tan joven con cara de mayor...