Las
circunstancias, a veces, se van entrelazando como si esos mundos que se
comunican hubieran creado nuevas redes.
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Jung tocando a Chopin. La vela encendida estaba junto a mi. |
Entré a
un restaurante a comer, antes de comprar la leche y la cerveza necesarias para
subsistir y allí estaban esperándome dos abueletes que enseguida entablaron
conversación conmigo. Tienen 74 años y estuvimos hablando de su amistad desde
su infancia, un poco de España, de mi viaje,… Me dijeron que si había probado
una bebida, les dije que no y fueron a comprar una botella que compartimos
entre los tres y luego añadieron a otro comensal más que estaba en el mismo
restaurante. Los cuatro entramos en animada charla y me preguntaron si tenía
algún plan para esa tarde. Sí, les contesté, pero… Pero nada, vente con
nosotros. Me invitaron a la comida y me llevaron a lo que debe ser una bodega
coreana, que es como todas las bodegas, pero con karaoke. Allí bebimos unos
zumos, alguno de cebada fermentada, y cantaron unas canciones. Yo me negué a
cantar una canción desconocida y con subtítulos en coreano. Les dije que
necesitaba al menos doce cervezas para entender la letra. Así que acabamos
cantando el cucurrucucú paloma, que era lo único que sabíamos en común.
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Kim cantando karaoke en la bodega de su amigo. |
Disolvimos
la reunión, y el otro invitado Jung, que es psicólogo y profesor me acompañó a
comprar. Quiso pagar mi compra a lo que me negué secuestrando a la cajera.
Finalmente accedió a que pagara pero me invitaba a un café. Me llevó en coche
hasta su casa. Una casa magnífica, de revista de decoración. Preparó un té,
encendió una vela y me preguntó ¿qué te toco? Dudé un instante y enseguida me
dio opciones, Chopin, Bach, Mozart, Pues
Chopin mismo, le dije. Se puso al piano del cuarto de estar donde estábamos y
en un ambiente magnífico, en una situación inenarrable, con la vela de fondo,
sus tres perros acariciándome y tomando un té, escuché una magnífica
interpretación para mí sólo. Luego salimos al jardín y hablamos tendidamente, yo
sobre todo de mi hija. Luego me devolvió a casa. Cuando he llegado me he
encontrado con un mensaje en el correo para quedar para cenar, pero he llegado
demasiado tarde y ya no ha podido ser.
Y es
que Seúl tiene momentos.
Este blog tuyo se está convirtiendo en un problema, cada día me dan más ganas de desempolvar la mochila...
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