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Cambio de guardia con mucha parafernalia. |
En casi
todas las poblaciones, lo más recomendable es patearlas porque así vas
descubriendo lo que no sale en las guías para turistas y que en muchas
ocasiones es más sorprendente. En este aspecto Seúl es realmente sorprendente,
porque no forma una unidad como ciudad, sino que podría decirse que son muchas,
cientos de ciudades, juntas. Pasear significa en cualquier punto con la
sorpresa de encontrarte un ambiente distinto y sorpresivo. Puedes ver asomarse
una iglesia gótica de entre las casas normales y no a demasiada distancia de
las construcciones tradicionales. Mercadillos, por todas partes cientos de
pequeños restaurantes casi todo el día llenos de vida, con la comida
baratísima. Se puede comer bien por tres euros, e incluso, no tan bien por un
euro. En algunos templos budistas ofrecen comida tradicional por unos sesenta
céntimos de euro.
Uno de
los descubrimientos fue cuando me encuentro en medio de la calle un desfile de
modas perfectamente organizado, nada de aficionados, con todo detalle de lo que
había visto en televisión, incluidos esos trajes que nunca en la vida ves en el
cuerpo de nadie. La siguiente sorpresa es que una de las canciones que sonó fue
“Hijo de la Luna” de Mecano, cantada en coreano.
Hay
jardines que están cuidadísimos en un pequeño rincón con un estanque y grandes
peces de colores. Rascacielos que llaman la atención, zonas de ocio familiar,
parques grandes, zonas verdes, fuentes que manan por sorpresa desde el suelo y
que si te sorprenden te dejan aguachinado,… Desgastando mucha zapatilla uno
puede quedar sorprendido al margen de todas las guías.
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