viernes, 17 de junio de 2022

Armenia. Sordo, ciego y mudo.

 

Sentirme sordo, ciego y mudo

Es fácil coger un taxi, y además barato que te lleve a los sitios. A mí me gusta ir en transporte público, entre otras cosas porque en muchas ocasiones el medio (el transporte) se convierte en un fin.

Me iba a visitar Garni y Geghard, dos lugares que están a unos treinta kilómetros de Ereván. He tenido que pedir un taxi para que me llevara a la estación de autobuses. En la estación de autobuses nadie parecía conocer Garni. Yo lo único que podía decir er ¿Garni?, ¿Garni? Para que alguien me indicara de donde salía el autobús o la “marshrutka”. Todos me negaban con la cabeza. Por fin un hombre me ha señalado el cinco abriendo su mano y me ha hecho un gesto indicándome que debía ir bajo tierra en un dirección. He seguido la dirección y he encontrado un paso subterráneo y al otro lado había un autobús con el número cinco. He suspirado pensando que allí estaba mi medio de transporte. ¿ Garni? Le digo al conductor y me niega y los pasajeros confirman la negación girando reiteradamente la cabeza. Voy preguntando nadie sabe nada. Una mujer me señala un cartel donde figuraban los nombres de los pueblos donde paraba. El alfabeto armenio parece una sucesión interminable de u, n, m y m patas arriba. Ha llegado a tal punto mi desesperación que he gritado “¿nadie habla español?, ¿alguien habla inglés? (en inglés)”. Nadie me ha contestado, todos miraban a un viejo chiflado que gritaba en un lenguaje más extraño que el suyo. 

Esto es todo lo que hay que ver en Garni

Encuentro a unos policías y me insisten en que debo subirme al autobús número cinco y que debo hacer algunas cosas más, que no entiendo. El autobús número cinco anterior ya se había ido pero había otro número cinco. ¿Garni? Vuelven a negar con la cabeza. Voy en busca de los policías pero ya habían desaparecido. Vuelvo a mi mantra ¿Garni, garni?, todos me miran y me ignoran. Después de un buen rato de intentos infructuosos, admito que mi proyecto ha fracasado, que debo volver a casa con el rabo entre las piernas. He sido incapaz de coger el autobús desde una estación de autobuses. Posiblemente estuviera hablando solo y entonces resplandeció la luz, un hombre me dice ¿español?, le contesto lleno de ilusión que sí y me señala a un hombre que pasa, que casualmente era el conductor que me había dicho que su autobús no iba a Garni, y me dice “este General Franco”. Yo le digo que quiero ir a Garni. Me dice que el General Franco es mi conductor. Le digo que me dice que no y entonces lo coge por banda y se pone a discutir con él para decirle que me debía llevar. El General Franco sin ceder. No entendía por qué la discusión. Mi intérprete me dice “tú Don Quijote, Garni, Garni”, yo le digo Garni, Garni al conductor y finalmente intuyo que cede bajando la cabeza unos cuatro milímetros. Me voy al autobús y mientras mi intérprete me dice “Tú Don Quijote, este Sancho Panza”, señalando al conductor. Como no me echa del autobús pienso que he ganado la partida. Al fin descubro el entuerto. El autobús no iba a Garni, me dejaba en una parada donde debía coger la “marshrutka” que me llevaría a Garni. Allí comenzó otra aventura que merece capítulo a parte.

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