martes, 1 de julio de 2014

Comenzando a dar pedales. De Sevilla a Fuente de Cantos 124 kilómetros.


Mi amiga sevillana me fue abriendo el camino desde su casa hasta llegar a Burguillos donde me incorporé al camino. Sólo un abrazo de despedida, sin más palabras.

De Burguillos me fui a Castilblanco de los Arroyos y a El Real de la Jara donde compré fruta a un vendedor ambulante que iba a su ritmo pregonando su mercancía sin reparar en que les seguía cuesta arriba, no por un reto, sino porque quería su fruta. “Mi marido me decía que  quéhacía un ciclista detrás de la furgoneta”, me dijo la frutera, sin entender que lo que quería era fruta. Sin pesar lo comprado me cobraron un euro por plátanos y manzanas que fui comiendo en una plaza.
Subí el primer puerto. Debía estar tan eufórico que no me enteré hasta varios días después de lo duro que debía ser cuando escuché a algunos ciclistas comentar como acto heroico que lo habían subido sin bajarse de la bicicleta. Por allí me encuentro a los primeros peregrinos, alguno que hace el camino de vuelta. Caballos, cerdos, ovejas y otros animales, menos yo, cobijan su cabeza en cualquier sombra. Yo a lo mío que es dar pedales. En Monesterio, ya en la provincia de Badajoz a comer. Pido una cerveza con gaseosa y me preguntan ¿blanca? Yo contesto que con gaseosa y me la traen. Pido otra y la misma pregunta ¿blanca? y les contesto preguntando que de cuántos colores tienen la cerveza con gaseosa y me dicen que también puede ser de limón.


Si algo hay más importante que la bici en días de bici con calor, son las siestas. Pregunto en Monesterio por un parque, con intención que no comunico, de hacer la siesta y me envían a un parque infantil, con columpios. Echo una cabezada bajo una roca y sigo en un día caluroso hasta Fuente de Cantos por una vereda.

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