jueves, 24 de mayo de 2012

La vida

Primero se celebró la boda

En la isla de Gozo llevan unos años celebrando un festival que pretende atraer a todo Malta. No es nada del otro mundo, con muchas actuaciones mediocres de los escolares locales, con grupos también locales que deentonan a menudo, con ballets poco acompasados, pero el ambiente es bueno, las calles están animadas y detrás de una esquina te puedes encontrar a unos lanceros del XVII o a un grupo de soldados que vienen de arriar la bandera a la puesta de sol con su tambor y sus trompetas.

En otro rincón puedes escuchar a unos emuladores de los Beatles y en una plaza a dos abueletes tocando rock con sus guitarras eléctricas y con el cantante que se había dejado, no sé si intencionadamente, la dentadura en casa.

Y luego los novios no pudieron resistirse a fotografiarse
conmigo mientras saboreábamos una copa de vino moltís.
El colofón del día lo puso el regreso a casa. Cogí primero un autobús que me transportó hasta el ferry, luego hice la travesía del mar y finalmente deberá coger otro autobús hasta mi casa. Pero eran las doce de la noche y ya no había autobús. Sólo podía ir a otra población a unos seis kilómetros y allí buscarme la vida. Vamos, no buscarme nada, porque a esas horas están cerradas hasta las puertas del infierno. Alguna solución tendría, pero no hizo falta porque un matrimonio se ofreció a llevarme en su pick up y me dejo cerca de la puerta de mi casa.

En el trayecto fuimos hablando de lo importante que era el inglés y de que lo hablaban todos los moltises, esto era con la mujer, porque el marido no sabía ni una palabra de inglés y tenía que andar traduciendo nuestra conversación, la mujer, al motís.

Finalmente, pasada la una de la madrugada, he llegado a casa. Las distancias en Malta son pequeñas, pero los autobuses y los recorridos las hacen eternas.

Las mujeres de la casa me estaban esperando despiertas. Han dicho que no estaban preocupadas. Han dado un toque de normalidad a la excepción de estar levantadas a esas horas con unos ojos enrojecidos por los nudillos de las manos. 

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