lunes, 21 de mayo de 2012

Otras puertas

En otros viajes, a veces, me ha acompañado gente que ha lastrado mis pasos, que ha ido penando mi natural curioso y escudriñador.
Los castellanos volvieron a pasear por las calles de Gozo.
Viajar solo (sin compañía) tiene inmensas ventajas. Caminos que las compañías te cierran, porque hay que priorizar, porque hay que contentar, porque hay que ceder,… esos caminos son abiertos por la soledad. Detrás de los muros que otros vetan siempre hay vida.

Hoy he estado en Gozo, que es la segunda isla en extensión de Malta. En su capital, Victoria, se celebraban unas fiestas populares con música, desfiles, danzas, representaciones del pasado histórico de la ciudad,…  Ha estado muy bien, muy colorido, muy sonoro, sensitivo. Pero muy oficial, sobre todo comparado con lo que la tarde me deparaba. Perdido por las calles, de repente he encontrado una población totalmente distinta en la misma ciudad. Gente al margen de las celebraciones, bulliciosa, callejera, parlanchina, alborotadora, alborotada también. Hasta el sol parecía distinto. El ambiente era más cercano a algunas poblaciones marroquíes que a cierta sordidez que veo diariamente en los malteses.
Ignoraban que tenían a un aragonés infiltrado.

El bar, no es de una asociación, es un punto de encuentro abierto, lugar de charla, de intercambio. Lugar donde un té cuesta 30 céntimos, la cerveza poco más que en el supermercado y los ocupantes de la terraza somos lugareños. 

Las mesas se comparten con desconocidos. Desconocidos momentáneamente porque enseguida formamos parte del mismo círculo.
Curiosa esta puerta abierta en la ciudad que he ido pasando y traspasando según iba acudiendo a uno u otro acontecimiento.

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