lunes, 1 de julio de 2024

Los búnkeres Las paranoias de los gobernantes son fácilmente trasladadas a sus gobernados. Si el gobernante piensa que va a ser invadido, es muy fácil hacer creer a la población que va a ser así y que vean invasores por todas partes. Mientras el comunista Enver Hoxha destruía templos de todo tipo y tenía a sus súbditos viviendo en pisos de penosa calidad, se dedicó a mandar construir búnkeres. Su objetivo era llegar a los 220.000, pero sólo alcanzó los 170.000, un búnker cada once habitantes. La mayoría son pequeños, donde caben ocho o diez personas, pero el que se reservó para él tiene capacidad para más de un millar de personas. Él, los suyos y su guardia pretoriana. No lo utilizó nunca, porque nadie estuvo interesado jamás en invadir ese pobre y mísero país. Si sólo se puede visitar un lugar en Tirana, recomiendo entrar en el búnker. Está a unos cinco kilómetros del centro y se puede llegar con autobús urbano. El búnker, todo hormigonado y bajo tierra tiene tres plantas, decenas o cientos de habitaciones, todas las comodidades que puede haber con habitación, despacho y baños para los dirigentes, con un salón de actos con capacidad para unas cien personas sentadas y el doble si estaban de pie por los pasillos. Estar dentro, sentirlo, caminar por los pasillos, entrar en las celdas que debían ocupar los soldados, pasar por los lugares de esterilización, ser observador más que veedor de las estancias del dictador comunista es todo un ejercicio de comprensión de cómo la paranoia de un individuo arrastra a todo un país.
Salón de actos del búnker
Búnkeres pequeños es fácil verlos si se hace senderismo. En cualquier momento te puedes encontrar con uno o media docena separados unos metros. Parece que muchos han sido destruidos para extraer el metal que contenían.

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