sábado, 13 de julio de 2024

Albania. Las albanesas.


Donde quiera que vaya siempre me encuentro una boda a la que no me invitan pero que salgo en su foto o una joven ataviada con el traje tradicional deseando fotografiarse conmigo. Luego se olvidan de mí.


Albania. Los kastrati.


Mayo 2024.


Los castrati fueron niños, olvidados por las feministas, a los que castraban para que conservaran el tono y la coloración de voz infantil y aguda cuando fueran adultos. En Albania los podemos encontrar por todas partes. Llevan un mono de trabajo azul y amarillo con el indicativo de su condición escrito en la espalda. Y en vez de cantar se dedican a servir combustible a los coches en las gasolineras.

Albania. La Pirámide. Mayo 2024


La historia demuestra que no se es un buen dictador si no se tiene un buen monumento funerario que arrope los restos, generalmente revestidos de militar con cientos de medallas, el resto de los días de los demás.
El dictador comunista Enver Hoxha también lo necesitaba. A su muerte, su hija mandó construir en el centro de Tirana una pirámide, qué menos, donde los albaneses pudieran ver por los siglos de los siglos el cuerpo amojamado del dictador. Arrinconada al dictadura, lo que iba a ser el monumento funerario pasó por diversos usos, entre ellos una discoteca, y en la actualidad es un centro cultural, el oxímoron de la dictadura.
En las proximidades hay una campana de la paz realizada con los casquillos de 20.000 balas recogidos por los niños. Moví su badajo.


Albania. Lago Bovilla

De ayudante de camionero con buena conversación.

Cerca de Tirana está el lago Bovilla, una excursión recomendable en todas las guías y en también en este blog. En todos los lugares aparece como que sólo se va en coche o contratando una excursión. Me rebelé a las dos alternativas y busqué la mía, que me dio la impresión de que era la novedad mundial. Aventurera y con práctica de caballero andante, que es una de mis aficiones. Así que preguntando, usando el google maps y con un poco de improvisación planeé mi excursión. Con un autobús urbano debía llegar hasta Bathore, allí coger un furgón para llegar hasta Zall Herr (una curiosa población donde sólo había dos colegios, dos bares y una mezquita a la que acudían los estudiantes que vivían en una amplia zona diseminada por el campo), y después hacer una caminata de unos 8 o 10 kilómetros hasta un mirador que aparece en todas las fotografías turísticas del lago. Todo perfecto y recomendable la opción para quien quiera ir por su cuenta con un coste de 80 céntimos. Fui disfrutando del lago, de sus vista, de su vegetación, también de ver cómo vive la gente del campo donde todavía se recoge la cosecha con dalla. A falta de unos doscientos metros para la cumbre, el mirador, un señor sentado en su coche me dijo que tenía que pagar un euro para seguir. No sé si era muy legal, pero de ser ilegal fue toda mi contribución en el viaje al sustento de las mafias albano kosovares. Comencé a subir, la senda se estrechaba y el suelo se iba volviendo roca desgastada y resbaladiza por los muchos viandantes que me habían precedido y a unos 150 metros de la cumbre me entró un pánico irracional. Era incapaz de seguir subiendo. Me senté. Pasó un grupo de mujeres alemanas de unos cincuenta años. Me dije que no tenía sentido ese miedo. Miré hacia arriba, me dije: tú puedes, y me di la vuelta. No subí. Me acordé de mi amigo José Luis Campos que hubiera trepado sin ningún miramiento.
Volví a hacer los ocho o diez kilómetros de vuelta hasta donde debía salir el furgón y cuando llevaba unos dos, un coche me para y me invita a subir. Sólo gestos. Le saludé también con un gesto y le dije la población a la que iba, por si él iba a otra. No me contestó. No teníamos ninguna palabra en común, no le debía gustar el fútbol y le daba igual de dónde fuera, así que para qué esforzarse. Es un ejemplo de la amabilidad de los albaneses. Ayudan con gesto adusto y sin remilgos. Resultó ser trabajador de una cantera que estaba cerca del camino. Llegamos a la cantera, me hizo un gesto de que se había acabado el viaje y se fue él al trabajo, yo a mi senda.
Seguí caminando un kilómetro o poco más y comenzó a llover con intensidad. Aceleré el paso y aún no había hecho trescientos metros cuando me escuché el claxon de un camión cuyo conductor me invitó a subir. Éste era parlanchín y estuvimos hablando de lo divino, lo humano y de la corrupción albanesa (la palabra suena como en español), a la vez que me señalaba el camino lleno de baches por el que íbamos, él en albanés con alguna palabra en italiano; ¿bambini?, me dijo y yo interpreté que me preguntaba por mis hijos. En medio de la conversación y la pista para el camión, abre una caja y en vez de un arma para atracarme sacó unas galletas y unas chocolatinas con las que me invitó.
La experiencia vivida no está incluida en ninguna de las excursiones programadas.


Albania. La biblioteca. Mayo 2024


He escrito que prácticamente no se ve ningún rastro del pasado comunista. Fui a la biblioteca de Tirana y tuve la sensación de entrar en un documental stalinista. Imagino, por lo que vi, que no se ha cambiado ni la estética, ni el mobiliario del pasado comunista. No vi ningún cartel, y si lo hubiera visto no lo hubiera entendido, pero leí entre líneas “¿no has venido a leer o a estudiar?, pues lee o estudia y calla”. Invitaba a huir más que a quedarse. A hacer lo que fueras a hacer y salir corriendo, como acudir a un puesto de trabajo que odiaras. Hacía un mes que había estado en la biblioteca de Lérida y la de Tirana me pareció el cuarto oscuro de las escobas.

El carácter de los albaneses. Mayo 2024


Generalizar sobre el carácter de las gentes de un país es la mayor estupidez que se puede hacer, y es lo que voy a escribir a continuación.
Los albaneses son amabilísimos, enseguida están prestos a ayudarte, pero en cambio sus ademanes no acompañan, es como si fueran tímidos y el romper esa timidez les hiciera parecer violentos. Un día estaba cruzando deprisa un paso de cebra para coger un autobús urbano. Un autobús había salido de la parada cercana al paso de cebra y paró. El cobrador me hizo un gesto como si quería subir. Yo no sabía si ese era el que debía coger para mi destino. Pregunté y con ademán brusco y aparentemente poco educado, en vez de decirme que sí, me hizo un gesto con la mano para que me subiera y me sentara, como diciendo pues claro que sí, atontao. Me sentí un poco incómodo por las formas, olvidando todo el proceso; había visto a un turista que iba rápido, posiblemente iba a coger el autobús, aunque ya había salido de la parada, me paro, le pregunto y le invito a subir. Situaciones semejantes me pasaron muchas veces y cuando ya los fui conociendo, si les hacía una broma agradeciendo su amabilidad, tardaban en mudar su rostro serio. Agradecen mucho que les des las gracias en albanés. En alguna ocasión al intentar decir faleminderi (gracias) decía fale.., fali.. faliden... y ellos al ver mi intención decían por mí, faleminderi y se sentían satisfechos del esfuerzo del guiri.

Albania. Parques. Mayo 2024. 

Además de cementerios y supermercados también suelo visitar los parques botánicos o grandes parques, desde hace unos cuantos viajes de forma metódica. El botánico estaba cerrado las dos veces que fui, pero el parque, el gran parque que rodea un lago artificial suplió con creces mis deseos. No suele figurar en las recomendaciones de lugares a visitar, pero para mí, junto al búnker, es un lugar imprescindible. Enorme, muy bien cuidado, muy bien distribuido con abundante vegetación, con un lago artificial ante el que se pueden pasar horas tumbado, con asientos para tumbarte. Un gran regalo para casi todos los sentidos (no lo chupé). Pasé dos mañanas y el último día, antes de la vuelta a casa, quise volver al parque para disfrutar por última vez de él. Al parque estaba lleno de todo tipo de gentes. Abundaban, como en todas partes, los que dependían del móvil. Cuando estaba disfrutando del descanso de una caminata vi que al lado mío, entre los ojos de quien podía contemplar lo mismo que yo y el de un albanés, había un móvil que le mostraría imágenes más sugerentes de otros sitios. Es lo que hay.

jueves, 11 de julio de 2024

Albania. Cementerios. Ya he comentado en otras entradas a este blog que en mis visitas siempre incluyo los supermecados, para ver cómo se trata a los vivos, y los cementerios para ver el que se dispensa a los muertos. En Albania a los dos se les trata bastante mal. A los vivos con precios muy altos y a los muertos con el abandono. Los cementerios suelen estar bastante abandonados, descuidados, con hierbas que llegan a la cintura, con altibajos en el terreno, con poco espacio para pasar entre las tumbas, a veces teniendo que pisar una para ir a otra. Las tumbas suelen estar agrupadas por familias. Deduzco que en vida deben comprar un terreno en el cementerio y en ese espacio van enterrando a los sucesivos fallecidos.
Albania. El café, las cafeterías. Siempre se habla de España como el país lleno de bares, donde algunas calles madrileñas tienen más que en toda Noruega. España se queda corta en comparación con los que hay en Albania, sobre todo en Tirana. Por todas partes, calles principales y secundarias, en todas poblaciones grandes y pequeñas te encuentras bares y cafeterías, generalmente muy bien decoradas y amuebladas, con amplias terrazas y siempre llenas de gente. Se consume todo tipo de bebidas pero la más popular es el café, que es muy barato, si pides que te echen un chorro de leche el precio se duplica. Da igual que sea lunes por la mañana, sábado al mediodía o domingo por la noche, siempre llenas. Y pasa lo mismo con los trabajadores, que siempre están trabajando albañiles a las diez de la noche de un domingo, copisterías a las ocho de la tarde del domingo y prácticamente todos los comercios y puestos callejeros a cualquier hora de cualquier día. He llegado a la conclusión de que no hay nadie en las casas, o están trabajando o en la cafetería.
Albania. Pepsi contra Coca Cola No suelo consumir ni Pepsi, ni Cocacola, como mucho la equivalente del Lidl. Creí que la batalla entre las dos empresas había acabado hace años y que ya sólo quedaba Coca Cola. Esa parece ser la realidad en España. Pero no, la batalla continúa y el mercado albanés debe estar todavía pendiente de decantarse por una de las dos grandes empresas.
La publicidad de las dos, creo que más de Pepsi, está presente en todas partes y eso tiene un beneficio, por lo menos momentáneamente, porque un día organizaba un concierto gratuito de música una de las dos empresas en una plaza y al día siguiente había una respuesta semejante en otra plaza.
Albania. Los espectáculos. Mayo 2024. Ya he comentado que diariamente había dos o tres espectáculos culturales en la Reja. Algunos días cuando volvía a casa me encontraba con otra actuación musical en un parque próximo, otros en la plaza Skanderbeg, otros en el otro extremo de la plaza donde está la universidad. A mitad de camino había otros actos culturales en la Pirámide, de la que imagino que escribiré. Música clásica en el teatro de la Ópera y en un parque enorme. Me quedé sorprendido de la enorme cantidad de actividades, la mayoría gratuitas, a las que podía asistir, pero aún me sorprendió más que resulta casi imposible encontrarlas en internet. Tienes que saber de su existencia, por un cartel o por algún comentario y para recabar información debes buscarlo en actitud detectivesca con pobres o nulos resultados. Un informante turístico con el que estuve varios días, al que iba a solicitarle información concreta, acababa por ser informado porque no tenía prácticamente nada y a pesar de moverse en albanés en internet tampoco podía encon
trar casi nada. En el teatro de la Ópera estaba anunciada Madama Butterfly y no se podía encontrar apenas nada más de información. El boleto de entrada había que ir a comprarlo presencialmente al teatro y una señorita te daba a elegir el asiento dentro de un folio donde iba tachando los elegidos con un bolígrafo. En mi caso se equivocó y cuando fui a ocupar mi butaca ya estaba ocupada, había tachado dos veces el mismo espacio o se le olvidó una. También son muy dados a vallar los espectáculos aunque el acceso sea gratuito. Uno de los espectáculos programados era el Festival de Color. Cañones con pintura de todos los colores, papeles con colores y música en la enorme plaza de Skanderbeg. No había que pagar entrada, pues vallaron toda la plaza, 4 hectáreas, y había que pasar por los lugares por donde habían puesto accesos.

 Albania. Cloud Festival
 

Reja está detrás del escenario.
The Cloud Reja, es una construcción artística del japonés Sou Fujimoto que está en el centro de Tirana. Es una estructura metálica abierta muy grande dentro de la que se celebran diversos actos. Durante mi estancia en Tirana prácticamente todos los días ha habido dos o tres actuaciones. He tenido la oportunidad de conocer la cultura albanesa y la de sus vecinos. Ha sido una vivencia muy digna a pesar de que algunos espectáculos no me han gustado absolutamente nada. Para eso deben estar los gustos. El primer día llegué tarde y el espectáculo ya había comenzado. Al día siguiente llegué a la hora y prácticamente yo era el único espectador y es que al igual que en los autobuses que salen cuando están llenos, el espectáculo no comienza hasta que los organizadores consideran que hay quorum suficiente. Público y organizadores fuimos entrando en un círculo vicioso en el que unos llegábamos tarde porque no empezaba a la hora y los otros no comenzaban porque no habíamos llegado los espectadores. Se llegó a acumular hasta hora y media de retraso. Así son las cosas. Al igual que en España parece que si no hay agradecimientos políticos no se puede comenzar un acto y todos los días un par de mujeres se encargaban de recordarnos que se hacía gracias a la colaboración de trescientos ministerios que nombraban uno por uno, de dos mil direcciones generales, de cuarenta ayuntamientos y trescientas embajadas, entre otros.
Entre los artistas estuvo el español Víctor Herrero, al que no conocía y voy a seguir conociendo poco, que cuando agradecía los aplausos decía: “faleminderi, muchas faleminderi”. Faleminderi es gracias en albanés, pero el muchas lo decía en español.

Alrededor de la Reja he pasado agradables veladas. Se ha convertido en lugar de encuentro diario con otra gente.

lunes, 1 de julio de 2024

Albania. El porompompero. Mayo 2024.



Durante todos los días que estuve en Tirana hubo actuaciones musicales, danzas, ópera y espectáculos diversos a los que asistí. Una de las actuaciones a la que asistí era de una mujer entrada en años que había sido la ídolo de la canción melódica de los albaneses. Era algo así como la Karina española, con sus años. Sus canciones eran cantadas por los presentes, sobre todo mujeres, como auténticos himnos, con pasión. Todas las canciones me eran totalmente desconocidas, me gustaba más el espectáculo de la comunión y pasión del público que la músico. De pronto, las notas musicales me resultan familiares y soy capaz de adivinar las siguientes a las que escucho. No acababa de comprender de qué canción se trataba, hay que ponerse en situación; Albania, canción melódica de una mujer mayor albanesa y el público cantando. Estaba cantando el porompompero de Manolo Escobar y la gente acompañándola con el estribillo. Fue un momento difícil de describir por las emociones que se producían en mí, por la coincidencia y sobre todo porque era capaz de unirme al coro de la gente que cantaba lo mismo que la intérprete. La sonrisa de la casualidad me duró un buen rato. Cuando me iba hacia casa estuve tarareando el porompompero, canción que posiblemente no escuchaba desde hacía años, durante un rato.
Allí no acababa la historia. Al día siguiente estaba en Berat, otra población albanesa, paseando por los restos de un castillo junto a otros muchos turistas. Iba a la mía, cuando escucho que una mujer estaba cantando el porompompero. No puede ser. Me dirigí a ella sin saber su procedencia para encontrar luz a la popularidad de la canción. Fue una casualidad. Era una madrileña que, cosas del azar, le dio por cantarla. Iba con un grupo, le conté la coincidencia, se acercaron otras madrileñas y una de ellas me pregunta; ¿qué dice este maratoniano? Después de uno o dos segundos de desconcierto caí en la cuenta de que llevaba una camiseta que en letra pequeña ponía medio maratón de Valdejalón. Su marido también era maratoniano y me contó que siempre contaba que el checoslovaco Zátopec cayó en sus brazos nada más pasar la meta en una carrera valorando más ese acontecimiento que sus marcas de menos de dos horas y media en el maratón.
Para cerrar el encuentro les comenté las actividades culturales que conocía de Tirana, que era donde estaban hospedados la expedición de jubilados. Me lo agradecieron pero no les interesaba porque por la noche les preparaban en el hotel pasodobles y bingo. Me acordé de cuando siendo profesor acompañaba a alumnos adolescentes en viajes de estudios y les daba igual estar en Grecia que en Baleares, lo único que querían era una discoteca parecida a la que tenían en su pueblo. Viajar tanto para llegar al mismo sitio.

Albania. Monte Dajt. Mayo 2024


Desde las afueras de Tirana se coge un teleférico que tras un largo y precioso recorrido, aproximadamente media hora, llega al monte Dajt.  En la cabina coincidí con una griega que se conocía mucho mejor que yo el fútbol español y un ucraniano que había salido de Ucrania cuatro días para visitar cuatro países, al día siguiente volvía a su país en guerra. Después de unos titubeos sobre qué hacer en el monte, dónde ir o hacia dónde, cada uno tomamos sendas distintas y yo me adentré en el bosque a lo largo de varios kilómetros. Me volvió a invadir esa magnífica sensación de la soledad que en muchos viajes he disfrutado; estar sólo, sin ninguna persona posiblemente en kilómetros y sin que nadie en el mundo supiera dónde estoy y, por supuesto, sin móvil. Caminé adentrándome en el bosque. Precioso, magnífico, pleno de sensación de ser libre. Solo. ¿Solo? El bosque más que a mí pertenece a los animales que no turistean por él, que desconocen el sentido del senderismo. Me salió a lo lejos lo que identifiqué, sin mucha certeza, como un corzo y luego comencé a escuchar “voces” de animales distintos. Son muy majos pero al recordar que había leído que había osos comencé a preocuparme. Me acordé de los consejos de mi hija, que es una experta en el comportamiento con los osos, que si me salía uno debía quedarme quieto y levantar las manos, no para rendirme sino para aumentar mi envergadura. Más tranquilo pensando que había solución me dediqué a pensar por dónde podría salir corriendo y a qué árbol subirme y lo de las manos en alto lo iba a dejar para los atracos. No hubo oso. Otra solución hubiera sido meterme en alguno de los búnkeres que me encontré.


Albania Encuentros. Mayo 2024

Recuerdo muchas veces el largo interrogatorio al que me sometió la policía de aduanas en Israel. Para justificar mi entrada me preguntó si tenía amigos en Israel. Le contesté que sí pero que aún no los conocía. No me entendió, no por el sentido de mi frase sino por mi mal inglés.
Cuando voy de viaje voy fundamentalmente a buscar amigos a los que todavía no conozco. Son amistades distintas a las habituales. Son encuentros intensos y generalmente breves, con intercambio de información escasa pero suficiente, con complicidad y sobre todo empatía. En la mayoría de los casos sólo queda el recuerdo por mi parte, ignoro si por la suya, a veces un correo electrónico que no suelo utilizar nunca porque no se volverán a dar las circunstancias del encuentro que nos hizo amigos.
Fui a pasar el día a Durres, una población costera de Albania. Paseando por una zona elevada, frondosa, me encontré con dos mujeres que habían extendido un mantel para comer sobre la hierba. Cuando las vi habían sacado su comida, fruta y cervezas. Yo no lo sabía, ellas tampoco, pero su comida, su bebida y su compañía la habían desplegado para mí. Cuando pasé a su altura me invitaron a comer con ellas. ¿Cómo no? Entonces se produjo uno de esos momentos mágicos de la comunicación. Sólo teníamos una palabra en común: Valencia, porque al decirles que yo era de España, una de ellas dijo que un hijo suyo trabajaba en Valencia. Eran dos amigas, una de Durres y la otra de Tirana, una de ellas había sido profesora de Educación Física, las dos estaban jubiladas y se habían ido a pasar el día al campo, dentro de la población, para comer juntas. Estuvimos hablando un buen rato, ¿cómo?, ¿en qué idioma? No lo sé, no lo podré saber porque intento reproducir la conversación con las palabras que pronunciamos y es imposible. Teníamos ganas de comunicarlos y lo hicimos. Cuando me despedí, una de ellas, resumiendo nuestro encuentro dijo, en no sé qué idioma, que el mundo era un pañuelo. Me reí y contesté; el mundo es un pañuelo y aquí nos hemos juntado tres mocos.
Unos días después, en un furgón (un microbús que sale cuando se llena), me estaban esperando dos buenas amigas. Viajeras, ancianas viajeras, con las que la comunicación fue muy fluida porque son uruguayas. Iban con sus bastoncitos sin darles mucha utilidad. Estos bastones son útiles ¿sabés?, para tener preferencia en las esperas, nos dejan pasar las primeras, nos acompañan a los sitios, nos llevan las maletas. Son unas viajeras que han sabido sacar partido a los años. Todos los años viajan un mes y medio por una parte del mundo. Una de ellas prepara todos los detalles, visitas y hoteles u hostales y albergues ¿sabés?, en los albergues compartiendo habitación con los jóvenes aprendes mucho y haces muchas amistades y cambias los planes de viaje por otros mejores. Lo sé, lo sé, les decía a estas dos viajeras. Fuimos todo el viaje hablando, contando aventuras, intercambiando experiencias de grandes viajeros. Turistas al cabo. Llegamos a nuestro destino, miramos, nos orientamos, preguntamos y no, no era nuestro destino. Ellas y yo habíamos cometido el mismo error, habíamos subido a un furgón donde ponía Kruje, la población a la que íbamos, pero sin darnos cuenta que en realidad ponía F Kruje, que era otra población. Los ancianos viajeros experimentados tuvimos que tomar otro furgón que nos llevara al destino que queríamos. Risas. Las equivocaciones forman parte del disfrute del viaje.
Hubo muchas más amistades; como la de la mujer que me preparó su comida casera, como la del matrimonio que me preparaba la cena y el desayuno y me pedía que le extendiera la mano con mis monedas para coger el importe exacto con una sonrisa, como la de otros españoles con los que compartí paseo y las de otra gente con la que me veía casi todos los días, nos reconociamos pero no intercambiamos ninguna palabra.

Los cobradores de autobuses. Albania mayo 2024
Cada país, o cada ciudad, tiene sus métodos de cobro del billete. Algunos son muy extraños. En el caso de Albania no hay que preocuparse de nada. Siempre hay un cobrador que en algún momento aparecerá. La primera vez que monté en un autobús urbano vino a cobrarme el cobrador sin entregarme ningún billete. Llevaba el control de toda la gente que subía, permanecía o bajaba, para cobrar a los nuevos viajeros. Eso sí que era memoria fotográfica. Un hombre le pidió el billete y se lo dio. Comprendí que el cobrador se quedaba con el dinero y luego pasaba cuentas con la empresa en función de cómo había ido el día y lo que le convenía se lo metía en el bolsillo. Mi sospecha se confirmó cuando en un punto del trayecto, el conductor paró para tomar un café, nos dejó a los viajeros esperando, y fue el cobrador el que del dinero de los pasajeros le dio unas monedas para que lo pagara. Luego subí en muchos más autobuses urbanos y siempre daban el boleto justificante de pago, pero siempre ejercitando la memoria de las caras de los nuevos usuarios.
Los cobradores también realizan una función que cuando yo era niño se llamaba urbanidad. Un señor se había sentado tan felizmente en un asiento libre del autobús, llegó el cobrador y con gesto serio le hizo levantar para que le cediera el asiento a una mujer embarazada que estaba de pies. No rechistó. Dos o tres días después otro cobrador le hizo levantar a un joven del asiento para que me lo cediera a mí. Yo renunciando a la evidencia de mi provecta edad dije que no, que prefería seguir de pie. Tenía ganas de sentarme, pero no a ese precio.







Los búnkeres Las paranoias de los gobernantes son fácilmente trasladadas a sus gobernados. Si el gobernante piensa que va a ser invadido, es muy fácil hacer creer a la población que va a ser así y que vean invasores por todas partes. Mientras el comunista Enver Hoxha destruía templos de todo tipo y tenía a sus súbditos viviendo en pisos de penosa calidad, se dedicó a mandar construir búnkeres. Su objetivo era llegar a los 220.000, pero sólo alcanzó los 170.000, un búnker cada once habitantes. La mayoría son pequeños, donde caben ocho o diez personas, pero el que se reservó para él tiene capacidad para más de un millar de personas. Él, los suyos y su guardia pretoriana. No lo utilizó nunca, porque nadie estuvo interesado jamás en invadir ese pobre y mísero país. Si sólo se puede visitar un lugar en Tirana, recomiendo entrar en el búnker. Está a unos cinco kilómetros del centro y se puede llegar con autobús urbano. El búnker, todo hormigonado y bajo tierra tiene tres plantas, decenas o cientos de habitaciones, todas las comodidades que puede haber con habitación, despacho y baños para los dirigentes, con un salón de actos con capacidad para unas cien personas sentadas y el doble si estaban de pie por los pasillos. Estar dentro, sentirlo, caminar por los pasillos, entrar en las celdas que debían ocupar los soldados, pasar por los lugares de esterilización, ser observador más que veedor de las estancias del dictador comunista es todo un ejercicio de comprensión de cómo la paranoia de un individuo arrastra a todo un país.
Salón de actos del búnker
Búnkeres pequeños es fácil verlos si se hace senderismo. En cualquier momento te puedes encontrar con uno o media docena separados unos metros. Parece que muchos han sido destruidos para extraer el metal que contenían.

Albania. Las religiones. Mayo 2024

 

 El dictador comunista Enver Hoxha prohibió las religiones. No había más dios que él que era todopoderoso, que disponía de la vida de todos sus ciudadanos. Llevar un crucifijo era motivo de detención, llevar barba podía ser identidad musulmana y estaba prohibido, santiguarse al pasar por delante de una iglesia era motivo suficiente para dar con los huesecillos en una comisaría. Se comenta que mucha gente se cambiaba de acera para no pasar delante de una iglesia y que un repentino picor en la nariz fuera interpretado como el inicio de una persignación. Para evitar tales tentaciones mandó destruir más de 1.800 centros religiosos. Así que los amantes de las piedras de los templos no van a encontrar muchos donde admirar la arquitectura o los oficios religiosos.

Musulmán motorizado
Ahora están permitidas las religiones y los musulmanes son mayoría, entre ellos destacan los bektashi que son muy tolerantes, beben vino o comen cerdo. Desconozco el ámbito privado, la situación de la mujer, pero me llamó la atención el aspecto de las mujeres, de tez blanca, con vaqueros y el velo, el hiyab, en la cabeza. También a señores barbados, con turbante y túnica montados sobre una motocicleta que parecían dispuestos a comenzar la guerra santa. Sus mezquitas, generalmente muy pequeñas, merecen una visita. Un ejemplo del sincretismo cultural actual del país lo viví cerca de la plaza Skanderbeg. Sonaba la música tecno de un concierto que había, a la vez comenzaron a sonar las campanadas de la iglesia ortodoxa que llamaban a sus fieles y a la vez la voz del muecín de una mezquita llamando a la oración.