miércoles, 14 de noviembre de 2018

Aquí estuvo el anciano lobo estepario. Serbia.


El lobo estepario estuvo aquí. Serbia. Septiembre 2018

Siendo un adolescente leí “El lobo estepario” de Hermann Hess. Es de los libros que dejan huella en los adolescentes. Luego lo he releído varias veces y tengo dudas de si hemos llevado vidas paralelas o soy producto de la lectura del libro. Lo cierto es que soy un lobo estepario. Si alguna variación hay es en que cada vez soy un poco menos lobo, por la edad, pero más estepario. Viajo solo y no sé viajar en compañía y me cuesta trabajo permanecer al lado de las compañías ocasionales. La soledad, mi continua soledad es el precio que debo pagar a mi libertad.

Disfruto con esa sensación de libertad cuando estoy corriendo por lugares solitarios sin que nadie en el mundo sepa dónde estoy, saludando a las personas que desconozco y me encuentro, dándolas a entender que pertenezco a su mismo grupo de animales, pero poco más. A veces entablo conversaciones, que pueden ser breves o largas, pero con final definido, sin continuidad ni dependencia.

En ocasiones me gusta dejar una huella. Una huella diminuta en lugares que posiblemente no vea nadie. Pongo una pegatina de las que me hizo mi hermano Kike en las que con una caricatura que me hizo mi hija Violeta pone “aquí estuvo el anciano lobo estepario”. Las pongo en lugares donde no molesten, no ensucien y posiblemente nadie las vea. Es la pequeña ilusión, ilusa, pensando que el lobo dejó una huella en el barro en Belgrado, como si la lluvia y el viento no fuera a borrar esa huella a las pocas horas.

Aquí estuvo el anciano lobo estepario. (En el planeta Tierra).

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