domingo, 28 de junio de 2015

Previo a la primera etapa. 15 junio 2015



Últimas imágenes de Castro Urdiales antes de comenzar a dar 
pedales
La bici tiene sus ventajas, pero como es una máquina puede romperse. En todo el Camino no me falló en ningún momento, pero pensando en lo que le esperaba comenzó a mostrar ciertos achaques nada más salir del coche en el que el amigo de mi hija la trasladó hasta Castro Urdiales. Lo primero que eché en falta fue un tornillo que debería servir para sujetar la rueda al eje. Sin eso no podía dar una pedalada. Lo buscamos en todos los pliegues de la tapicería y no lo encontramos. Normal, doce días después lo encontré en mi casa, se me había caído al ir a montarla en el coche. También tenía un radio roto. Yo que suelo comenzar a pedalear sobre las siete de la mañana, debía retrasar la salida hasta que abrieran una tienda para arreglar las averías, que resultaron ser muchas más. Las zapatas las tenía desgastadas y dos al revés, el cambio no estaba ajustado y alguna cosa más que encontró el mecánico que le echó un vistazo.

Con la bici puesta a punto salía de Castro Urdiales poco antes de las once de la mañana. Como este año me he propuesto no hacer demasiados kilómetros cada día, esta era una buena excusa. Ya llegaría a mi destino que había previsto en Güemes.

Pertrechado con el impermeable y el moquero para que no se
me mojara la nuca.
Como estaba en el norte, correspondía una salida en condiciones y fui acompañado por la lluvia un buen rato. Un amigo me había dejado un gepeese para que no me perdiera, pero pensé que no podía prescindir del aliciente de no saber dónde me encuentro. Así que no le llegué a poner ni las pilas.


Sólo, medio perdido, sobre la bicicleta, sin programa, sin horario y lloviendo era la mejor forma de comenzar. Insuperable. Para que dure más esta sensación voy despacio. Los placeres hay que saber saborearlos.  

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